La inflación tumba gobiernos... o no

El gasóleo se paga en España a precios récord que rozan los dos euros.

En las últimas semanas se ha escrito mucho sobre la inflación y las consecuencias negativas que puede acarrear al Gobierno de cara a las próximas elecciones generales que, a más tardar, se celebrarán a finales del próximo año.

En la última década, la percepción de los ciudadanos respecto a la evolución futura de la inflación, a un año vista, ha sido generalmente negativa, según el Índice de Confianza del Consumidor (ICC), un estudio regular que realiza a los hogares el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

Desde 2012, casi 6 de cada 10 hogares han percibido –de media— que la inflación del año siguiente sería superior a la del momento en que se realizaba la encuesta, lo que pone a prueba el pesimismo de la ciudadanía española durante muchos tramos donde la inflación no estaba creciendo, sino cayendo.

En marzo de este mismo año esta percepción ha alcanzado el pico de la serie histórica con el 74% de los entrevistados observando un encarecimiento de los costes de vida a corto plazo. En cambio, tan solo un mes después, esta creencia ha caído 25 puntos porcentuales mientras que la percepción positiva ha crecido del 7% en marzo al 22% en abril.

Lo que sí es notable es el crecimiento de la inflación como motivo principal de la mala situación económica de los hogares de un tiempo a esta parte. Más de la mitad de los hogares españoles aseguraba en abril estar en una situación económica peor que 6 meses atrás y 3 de cada 4 aseguran que el encarecimiento de la vida es la principal razón de este cambio.

Esta visión sobre la economía del hogar no es tan solo debido a la carestía de la vida propiciada por la invasión de Ucrania por parte de Rusia, ya que el alza continuada de los precios ya venía preocupando a los ciudadanos desde abril del año pasado, casi un año antes de comenzar la guerra.

La implicación que pueda tener esto en la política española y, sobre todo, en la continuidad –o no— del actual gobierno de coalición es complicado de calibrar. Es plausible pensar que el empobrecimiento de las familias puede cambiar el sentido del voto del electorado, enmendando las políticas públicas llevadas a cabo por el Gobierno actual y abogando por un cambio de modelo político.

En realidad, y a pesar de que esto pueda ser cierto en algunos países, la relación entre la evolución de la inflación interanual y el apoyo popular al Gobierno de España es débil, tal y como apunta el gráfico de abajo y otras investigaciones recientes, siendo la intención de voto a los partidos que conforman el Ejecutivo mucho más estable que la evolución de la inflación durante el mismo periodo de tiempo.

De hecho, podría llegar a tener el efecto contrario. Un estudio publicado en una revista de prestigio a finales del siglo pasado que analizaba el fenómeno de la inflación y el apoyo al partido en el poder entre 1970 y 1994 (cuando la inflación golpeaba fuerte, con tasas por encima del 25% en otoño del ’77) en decenas de países, incluido España, concluía que dicha relación era estadísticamente significativa pero que iría en la dirección opuesta a lo que se espera en primera instancia. Es decir, que la inflación podría mejorar la intención de voto del partido en el gobierno. Aunque habría un matiz importante: cuando la inflación no era esperada, la popularidad del partido en el gobierno sí caía ligeramente.

Otro estudio más reciente, que analizaba el voto económico en las elecciones generales de 2011, aseguraba que la Gran Recesión de 2008, que en España se manifestó unos años más tarde, fue un factor determinante para los ciudadanos a la hora de votar. Con José Luis R. Zapatero en la Moncloa, la inflación pasó de registrar tasas negativas a superar el 3%, de media, en la última mitad del año electoral.

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A pesar de todo esto, los autores explican que parte fundamental del cambio de voto se produjo por cuestiones ideológicas previas y que el castigo por la insatisfacción con el gobierno de Zapatero en medio de una crisis económica se produjo entre votantes de centro, que pasaron a apoyar a formaciones de centro-derecha, entre ellos el PP, que terminaría ganando las elecciones. Actualmente, los votantes en posiciones ideológicas 5 y 6 (en una escala entre 1-10 donde 1 es extrema izquierda y 10 extrema derecha) están más preocupados por los problemas de índole económica que votantes con ideologías más a la izquierda o a la derecha.

La alta polarización de la política española que, desde la llegada del multipartidismo en 2015, se explica muy bien en términos de bloques izquierda y derecha, puede neutralizar los efectos negativos que puede causar al Gobierno una alta inflación sostenida en el tiempo, ya que las percepciones sobre la economía cambian notablemente en función de los partidos que uno apoya. Por ejemplo, la buena visión de la situación económica actual es cuatro veces superior entre votantes del bloque de la izquierda, actualmente en el gobierno, que la de los votantes de derechas, según el barómetro de mayo del CIS.

Por tanto, hay motivos para pensar que la inflación pueda acarrear cambios en el comportamiento electoral de los ciudadanos, pero también hay motivos para creer en lo contrario.

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