Elecciones 20-D

El PSOE pide el voto útil para cerrar una campaña en la que Sánchez creció tras el debate con Rajoy

El PSOE pide el voto útil para cerrar la campaña en la que Sánchez creció tras el debate con Rajoy

Ibon Uría

El PSOE apela una vez más al voto útil. En la recta final de la campaña los socialistas han centrado sus mensajes en presentarse como la única alternativa al poder de Mariano Rajoy y el PP, como la única herramienta posible para desalojar a los conservadores de la Moncloa y construir "un futuro para la mayoría", su lema de campaña. La consigna es que quien quiera cambio vote PSOE. "Hay muchas opciones el 20-D, pero sólo una para cambiar de Gobierno: el PSOE", insistió este viernes Pedro Sánchez en uno de sus últimos actos de campaña celebrado en Zaragoza. "El único partido que puede ganar a las derechas es el PSOE", proclamó un día antes en Granada.

Ante unas generales marcadas por el descenso de los dos grandes partidos tradicionales –parece probable que la suma de PP y PSOE, por primera vez, no llegue al 50%– y la irrupción de dos nuevas fuerzas, el PSOE aspira a mantener su terreno, su posición de segunda fuerza y a erigirse una vez más en la alternativa natural para gobernar. Por eso, y aunque reconocen por ejemplo algunas virtudes de la campaña de Podemos –en Ferraz admiten que Pablo Iglesias fue "efectivo para su público" en el debate a cuatro"–, insisten en que el partido morado ha renunciado a ganar, que no tiene posibilidades reales. "Podemos –censuró Sánchez este viernes– pide el voto para dividir a la izquierda".

Tampoco Ciudadanos se libra de los ataques de los socialistas. La idea central, en este caso, es colocar a los de Rivera en el espectro de la derecha, dibujarlos como la muleta ideal que necesita el PP para que nada cambie tras las elecciones. "Si las derechas suman –ha repetido en múltiples ocasiones el cabeza de cartel–, Rajoy seguirá gobernando". "La ecuación ya está despejada, sabemos de qué va esta campaña: donde Ciudadanos suma con el PP siempre apoya al PP, los copagos farmacéuticos del PP y la reforma laboral del PP. Y si apoyas al PP en todo eso, tendrás 20 años menos, pero eres el PP", dijo Sánchez este jueves.

Si en los últimos días la táctica ha sido apelar a la unidad de todos quienes quieran echar a Rajoy –"ni naranja ni morado, el domingo tarjeta roja a Mariano Rajoy", reclamó Sánchez en la tarde de este viernes en Barcelona–, la consigna en la primera semana de campaña fue precisamente denunciar que el resto de partidos atacaban al PSOE, todos a una, porque a todos beneficiaba un mal resultado de los socialistas: al PP porque le acercaba a un nuevo mandato, a Ciudadanos porque se hacía con el voto de centro y podría gobernar con los conservadores, y a Podemos porque le permitía derrotar al partido de referencia en el centro-izquierda.

El cara a cara con Rajoy

Lo cierto es que el partido no acaba de despegar en las encuestas. El PSOE no aparece como primera fuerza en ninguno de los sondeos, y su segunda posición aparece mucho más amenazada por Ciudadanos y Podemos que cercana al PP. Si hace cuatro años, en noviembre de 2011, los socialistas se hundieron hasta los 110 escaños con Rubalcaba a la cabeza –fue su peor resultado histórico–, ahora parece casi imposible alcanzar esa marca. Las proyecciones lo colocan, en su mayoría, en el entorno de los 80-90 escaños. Aunque en Ferraz insisten en que las encuestas los infravaloran, esos cálculos no fueron el mejor inicio posible para la campaña.

Las malas perspectivas, unidas a que en los meses previos a la campaña la actualidad informativa se centró en dos temas que no favorecen especialmente a los de Sánchez –el debate soberanista catalán y el terrorismo yihadista–, lastraron el arranque. Además, el candidato Sánchez se enfrentó a un primer debate complicado, donde la ausencia del PP lo convirtió en la víctima potencial de los ataques de Ciudadanos y Podemos. En el segundo enfrentamiento, al que se incorporó la vicepresidenta Sáenz de Santamaría por parte de los conservadores, tampoco destacó especialmente Sánchez.

Así las cosas, la inyección de moral para las filas socialistas llegó en el cara a cara con Rajoy. Un debate que en el partido consideran que Sánchez ganó de calle y donde la corrupción, como se esperaba, jugó un papel central. Con sus ataques por los SMS de Bárcenas, el despido "en diferido" del que fuera tesorero de la formación, los pagos en B de la sede de Génova y otras polémicas, el líder del PSOE acorraló a Rajoy y le espetó: "El presidente del Gobierno tiene que ser una persona decente. Y usted no lo ha sido". Agresivo por momentos, Sánchez descolocó a Rajoy, que sólo acertó a tildar a su oponente de "ruin, mezquino y deleznable".

A su vuelta a Ferraz, Sánchez fue recibido a gritos de "presidente, presidente". Desde entonces, el candidato, que en el cara a cara dijo insistentemente a Rajoy que "tendría que haber dimitido" cuando se conocieron sus mensajes de texto a Bárcenas, pide el voto para "hacer dimitir a Rajoy" este día 20. Mientras tanto en las encuestas y trackings diarios que manejan los partidos –y que publican algunos medios fuera de España– parece subir algunas décimas o, al menos, haber detenido su tendencia a la baja. El cara a cara, por tanto, sirvió para reforzar e impulsar la campaña, creen en el partido.

Un futuro incierto

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En varias entrevistas Sánchez ha afirmado que le corresponde intentar formar Gobierno a la lista más votada en primer lugar, pero no ha descartado encabezar una suma alternativa si el PP se queda sin aliados en el Congreso y es incapaz de conseguir la investidura. En el partido creen que el PSOE es, precisamente, el mejor situado para tejer alianzas tras el 20-D porque, a diferencia de los conservadores, podría llegar a pactar a izquierda –salvo giros inesperados, se da por hecho Podemos sumaría sus votos a los socialistas si estuviera en juego impedir un nuevo Gobierno del PP– y derecha, algo de lo que no pueden presumir en Génova.

En cualquier caso, el líder socialista dijo este viernes que su aspiración es liderar un gobierno "monocolor", no un tripartito. "Yo aspiro a ganar las elecciones y formar Gobierno, y después tenderé la mano a todas las formaciones", dijo en acto en Barcelona. Y ante los rumores de las últimas horas que han revivido el fantasma de la gran coalición entre PP y PSOE, tanto Sánchez como Susana Díaz han descartado de forma tajante esa posibilidad. "Lo que queremos es echarle, señor Rajoy, el próximo 20 de diciembre", dijo Sánchez este viernes. “Patético y de perdedores que el PP sugiera una coalición con el PSOE. Más que nunca hay que derrotarlos para que España cambie”, afirmó la presidenta andaluza.

Además de las posibles alianzas postelectorales, también es una incógnita el futuro del candidato y secretario general, Pedro Sánchez. Si gobierna, las aguas se calmarán en su partido. ¿Pero, y si no lo hace? Consciente de que podrían reabrirse viejas heridas y surgir voces que cuestionaran su papel en el PSOE, Sánchez respondió esta semana: "Lo último que me importa es mi futuro". Y repreguntado por la misma cuestión, sostuvo en una entrevista en Hoy por hoy que serán "los militantes" quienes decidan su futuro y que él, en todo caso, se presentará a unas nuevas primarias para reeditar su liderazgo.

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