Crisis del coronavirus

Así será septiembre tras el hito del 70%: con restricciones, incidencia a la baja y vacunación de niños

Estudiantes universitarios a su llegada a la Universidad de Santiago (Galicia).

La crisis sanitaria está mucho más controlada que en los meses anteriores gracias a la vacunación masiva, pero en el verano de 2021 persiste un poso de decepción. Los jóvenes, cuya mayoría aún no ha recibido la pauta completa, han comprobado cómo el periodo estival prometido, de práctica ausencia de restricciones y vuelta a la normalidad, se ha truncado parcialmente por una incidencia de récord en su tramo de edad: tanto el contagio como el confinamiento derivado de un contacto estrecho han tumbado muchos planes. Estas semanas, las comunidades, el Gobierno y la justicia debaten y deciden sobre la obligatoriedad del pasaporte covid para entrar a determinados establecimientos que les deja fuera al no poder acceder todavía a la pauta completa. La vista se dirige a septiembre, cuando, probablemente, el 70% de españoles cuenten ya con las dosis de rigor. Pero los epidemiólogos no confían en que sea el mes del fin definitivo. El Gobierno tampoco y ha abandonado los mensajes triunfalistas, pese al ritmo ejemplar de pinchazos, y se ha vuelto a refugiar en la cautela. 

¿Cómo estaremos en septiembre? Las predicciones pandémicas, siempre complicadas, se han convertido en deporte de riesgo tras los últimos acontecimientos. Pocos adelantaban una incidencia (casos/100.000 habitantes) acumulada a 14 días de más de 2.000 casos, alcanzada durante el recién superado pico de la quinta ola, en los jóvenes de 20 a 29 años. La relajación en las medidas anticovid y la propia relajación social, inevitable tras un año y medio de pandemia y todas las promesas incumplidas, lo han conseguido, junto a la inestimable colaboración de la variante delta. Sin embargo, la tendencia anticipa una vuelta a niveles bajos de transmisión, alcanzables gracias a las propias dinámicas del SARS-CoV2 y a una inmunización que, esta vez sí, abraza a la mayoría. 

Pero eso no quiere decir que se haya acabado. La alta contagiosidad de la variante delta y las nuevas informaciones sobre la transmisión en personas vacunadas anticipan que el virus no ha dicho, ni mucho menos, su última palabra. La teoría del 70%, blandida por epidemiólogos y Gobiernos prácticamente desde marzo de 2020, ya no funciona. Lo aprendido con otras epidemias muestra que un patógeno, cuando más de la mitad de los posibles portadores cuenta con anticuerpos, termina muriendo sin poder replicarse. El coronavirus, sin embargo, sabe cómo escapar de la trampa: siendo contagioso desde el cuerpo de pinchados con todas las dosis requeridas y concentrándose en los grupos poblacionales sin vacuna. Por eso todas las miradas se dirigen a los niños. 

Los estudios sobre cuánto contagian los completamente vacunados se han sucedido en los últimos meses, con resultados aparentemente contradictorios. Probablemente, la variante delta ha venido a cambiar los planes por su mayor carga viral en las vías nasales, difícil de combatir con sueros intramusculares. Así lo explica el catedrático de Inmunología Alfredo Corell en una tribuna para The Conversation: "La ruta de administración intramuscular produce una fuerte inmunidad sistémica, pero una leve inmunidad mucosa. Así que, aunque no enfermemos, podemos contagiarnos y ser vectores de transmisión. Artículos recientes indican que la carga viral (cantidad de virus) en las vías respiratorias altas de los vacunados es parecida a la de los no vacunados". El análisis más reciente muestra que la probabilidad de contagio habiendo conseguido la pauta completa está en un 50%. 

Corell recuerda que las vacunas no fueron diseñadas para eso y que nos siguen protegiendo con un altísimo nivel de eficacia de lo más importante: de enfermar gravemente y de morir. El propio catedrático ha pasado un cuadro leve de covid tras contagiarse en un evento al aire libre. Pero la evidencia muestra que suprimir la pandemia es cada vez más difícil. "La inmunidad social necesaria para contener la transmisión, sabiendo además que las vacunas no son 100% eficaces, es superior al 90%", estima el inmunólogo. Otros epidemiólogos muestran que la cantidad de factores que entran en juego es tan abrumadora que no podemos caer en el error de fijar una nueva meta y frustrarnos si, al llegar, los resultados no son los esperados. "La cifra del 70% era teórica, sacada del valor R" que estima cuántos casos genera un positivo contagiador, explica el epidemiólogo Mario Fontán. Asumir que ese era el final conllevaba asumir que "la vacuna es perfecta, que todo el mundo responde igual, que la cobertura es del 100%... Políticamente es muy visual", pero no es exacto. 

Conlleve lo que conlleve el 90%, la hoja de ruta del Gobierno central y las comunidades autónomas está clara: vacunar a los niños de entre 12 y 18 años, para los cuales el ensayo clínico de Pfizer ya ha mostrado la eficacia y la seguridad del producto. Seis regiones ya lo están haciendo: Andalucía ha abierto este viernes la veda para los de 12 a 14. No tanto para protegerles de manera individual (enferman gravemente de covid en casos muy aislados) sino para una protección colectiva: para evitar que el virus mutado circule con más fuerza en las aulas. La lección de julio es clara: el patógeno se tiende a concentrar en la población no vacunada. Septiembre será, también, el mes de vigilar los posibles efectos secundarios. Los trombos que, en proporciones muy pequeñas, produce con más frecuencia el producto de AstraZeneca no se detectaron en las pruebas de las farmacéuticas, porque es imposible contar con tantos voluntarios. 

Sin embargo, la experiencia de Israel y Estados Unidos, tal y como refleja el protocolo de vacunación español, está mostrando algunos casos de pericarditis y miocarditis entre adolescentes que fueron vacunados días antes con los remedios de Pfizer y Moderna. Aún ninguna agencia reguladora ha establecido una relación de causa-consecuencia, y los cuadros analizados fueron leves, desapareciendo a las pocas semanas. Sin embargo, como ha demostrado la experiencia con AstraZeneca, basta un puñado de síntomas entre cientos de miles de vacunados para despertar la alarma: y máxime tratando del tramo etario más protegido socialmente, que no necesita una vacuna para resistir ante el covid-19. 

Teniendo en cuenta, en definitiva, el poder de la variante predominante, la relajación social y administrativa y las dudas con respecto a la inmunidad grupal, pocos se atreven a predecir con exactitud lo que pasará tras el 70% o el 90% de vacunados con la pauta completa, que se alcanzará entre principios y finales de mes. Por ahora no hay rastro de un fin completo de las medidas, aunque se asume que el impacto en vidas y en presión asistencial del virus volverá a ser mínimo. El protocolo para la vuelta al cole es muy parecido al del curso pasado, con mascarillas por castigo y grupos burbuja; seguiremos aislándonos cuando un positivo se nos haya acercado demasiado; y las autoridades no se atreven aún a poner una fecha a la vuelta completa del ocio nocturno –entendiendo vuelta completa como la posibilidad de juntarse y bailar–.

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El último gran avance fue el fin de las mascarillas en exteriores con distancia. España aún está saliendo de la quinta ola, por lo que anuncios así serían, como mínimo, cuestionables. Puede que el fin de la onda los permita. Pero por ahora, los protocolos que se están elaborando a largo plazo no son de vieja normalidad, sino de nueva. La vuelta a los estadios en agosto arrancará con un 40% de aforo, aunque a principios del mes que viene se reevaluará la situación.

España también descarta por el momento poner una dosis de refuerzo a personas mayores en septiembre. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha pedido que no se inicien estas campañas hasta final de mes como mínimo, para asegurar un acceso global a la vacuna que inmunice al 10% de la población global para finales de año, y el país acatará (a diferencia de otros como Alemania, Hungría e Israel). Pfizer y Moderna, que han encarecido el precio de sus vacunas a pesar de las mejoras en la producción, la aconsejan, pero no hay evidencia científica que muestre una pérdida de la inmunidad en los ancianos a los seis meses del primer pinchazo. Se prevé que sea así, pero los datos aún no lo muestran. De hecho, en las últimas semanas se ha publicado un estudio de ISGlobal que evidencia un aumento de los anticuerpos en sanitarios vacunados hace siete meses, aunque los seleccionados para el análisis aún estaban en edad laboral.

Sanidad y los expertos piden apretar los dientes, una vez más, para afrontar el nuevo curso con precaución. Septiembre será mejor que el verano, pero ya nadie saca la bola de cristal con tranquilidad. Los últimos acontecimientos indican una posible pervivencia del virus, transmitiéndose de manera residual, durante muchos años. El fin de la crisis sanitaria no implica el fin de la historia.

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