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Alejandro Lillo es doctor en Historia Contemporánea. Profesor en la Universidad Católica de Valencia y profesor asociado en la Universidad de Valencia. Especialista en Historia Cultural, ha realizado distintos trabajos sobre la cultura norteamericana del siglo XX y sobre el mundo liberal del XIX. Su último libro es Miedo y deseo. Historia cultural de Drácula (1897), editado por Siglo XXI.
Vox quiere aprovecharse del sistema para destruirlo desde dentro. La misma estrategia, aunque en diferente contexto, que la empleada por los partidos fascistas en Italia y Alemania.
Juego de Tronos contiene una serie de elementos que contribuyen a convertirla en una ficción excepcional; una serie que invita a la reflexión, al conocimiento de la naturaleza humana, tan compleja y contradictoria.
Por desgracia, y a diferencia del saber tecnológico, el conocimiento de lo humano, de lo social (así como de los principios morales), no es un proceso acumulativo.
La democracia ha derrotado, no sin esfuerzo, a la institucionalización de la corrupción y la indecencia. Pero sólo se ha abierto la rendija de una puerta.
Ir contra España y los españoles es precisamente lo que los dirigentes del Partido Popular han hecho durante años, tal como ha demostrado la sentencia.
Hace ahora 120 años que Bram Stoker publicó su Drácula, un hito en la literatura de terror y uno de los mitos más sugerentes de la modernidad. Lo celebramos con un dossier dedicado a la narración que cambiaría las pesadillas y deseos de los lectores.
Podemos y PSOE compiten por un mismo electorado, y mientras algunos se desangran en peleas internas, otros se encargan de generar división y conflicto entre quienes piensan parecido.
La serie norteamericana muestra las artimañas, el juego sucio y las canalladas que el congresista Francis J. Underwood está dispuesto a hacer con tal de alcanzar sus metas. Habría que preguntarse quién es aquí el Underwood sofisticado y cruel.
Cataluña aparece en su discurso como si estuviera hecha de una sola pieza, como si solo hubiera un único modelo, inmutable y eterno, de ciudadano catalán.
La situación actual en España es muy distinta a la de los Estados Unidos de los años 50, pero aquí también tenemos a nuestros particulares guardianes de la moral. Muchos de nuestros políticos, por increíble que parezca, aún no se han dado cuenta de que lo viejo ha muerto y de que los ciudadanos les estamos exigiendo desde hace tiempo un cambio.
Para Aznar la libertad no tiene límites, es hacer lo que le dé la gana. Sin embargo, él y el PP siguen tratando de imponernos cuándo interrumpir o no el embarazo.
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