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Amaya Valdemoro e 'Ícaro': "Es increíble hasta dónde se llega para engañar”

El palmarés de la exalero de baloncesto Amaya Valdemoro está tan lleno de récords y triunfos que no cabe en un artículo que trate de otro asunto. Se puede consultar en su página de Wikipedia. La deportista también recomienda un documental con múltiples premios, como el Óscar de 2017 en su categoría. Se trata de un título fascinante, Ícaro, disponible en Netflix.

Creo que es obligatorio de ver para aquellos que aman el deporte” enfatiza la madrileña de Alcobendas, que añade: “En la vida, como en el deporte, siempre hay tramposos y recomiendo este documental porque es increíble hasta dónde puede llegar la mente humana para engañar. En mi caso, cuando lo vi, me bajó a los infiernos. Creo que es sorprendente todo lo que llegan a hacer por conseguir un objetivo, que en esta ocasión es el éxito olímpico de un país”.

“El director fue muy valiente al doparse y experimentar las consecuencias”

Ícaro es un caso extremo de serendipia, de encontrar algo que no se buscaba. Valdemoro cuenta el origen del proyecto, que puede verse en la primera parte del mismo: “El documental, para aquellos que no lo hayan visto, empieza un poco con la investigación del director de cómo puede cambiar su cuerpo al doparse. El comienzo me recordaba un poco al documental de Supersize me, lo que el cuerpo experimentaba al comer comida basura. En este caso es lo que puede provocar el dopaje y lo que va descubriendo. Sinceramente, es increíble todo lo que encuentra Bryan Fogel, amante del ciclismo. Fue muy valiente a la hora de decidir doparse para poder decir en primera persona lo que puede cambiar el rendimiento y las consecuencias que puede tener en tu cuerpo”.

Como explica Amaya Valdemoro, el director, Bryan Fogel, fanático ciclista aficionado, quiso mostrar el efecto de las drogas dopantes en su cuerpo durante un año, entre dos ediciones de la Haute Route, la prueba más dura del mundo no profesional de la bicicleta. Le movía el interés por los casos individuales de deportistas que se dopaban, por lo que también quería mostrar cómo se podían eludir los controles, su propuesta era en cierto modo modesta. Y ahí encontró el verdadero tesoro de su investigación. Unos médicos y otros, asustados por la moralidad de la propuesta y sus implicaciones rechazaron ayudarle y le dirigieron a un colega ruso con menos escrúpulos, Grigori Rodchenkov, quien resultó ser la estrella, el malvado y la noticia bomba del documental.

“Grigori es muy inteligente, un narcisista que solo piensa en sí mismo”

Valdemoro introduce al ruso: “El personaje de Grigori creo que es una persona super inteligente, narcisista totalmente, que sólo piensa en él. Es el artífice de toda la trama del dopaje ruso. Se toma a risa la ilusión de miles de personas, de millones. Está clarísimo que en lo que hacía era el número uno pero podía haberlo aplicado de maneras diferentes. La primera imagen de él haciendo una videollamada en calzoncillos explicando lo que puede cambiar el rendimiento de una persona común lo dice todo, es como de risa. Le da igual absolutamente todo. Puede cambiar el recorrido de cualquier deportista, incluso de un deportista amateur, que es como empieza a entablar ese diálogo con ese director que quiere doparse para ver los cambios en el cuerpo humano de una persona. Va a Gregori porque todo el mundo rechaza la opción de doparle porque es algo de locos”.

Haciendo solo el mínimo spoiler, Grigori resulta ser el eje de una trama descomunal con implicaciones en el olimpismo y en la geopolítica que el propio documental sacó a la luz. El resto hay que verlo. Las sanciones a Rusia tras probarse el fraude masivo y sistemático fueron erráticas. No se impidió participar a sus deportistas en los Juegos Olímpicos de Río de 2016, recién destapado el escándalo. Para Valdemoro: “El hecho es un poco extraño. Pero, al final, si miramos el recorrido, Rusia es una de las grandes potencias desde el comienzo de los Juegos Olímpicos y también creo que no todos los deportistas rusos se habían dopado. Creo que fue la manera de que los que nunca se habían dopado pudieran competir bajo la bandera neutral del olimpismo”.

La deportista profundiza en la complejidad de la toma de decisiones de los Comités Olímpicos: “Sí que es verdad que ahora, en los Juegos Olímpicos de Tokio de 2021, aquellos que no han sido dopados pueden participar. Es muy complicado. Hay muchas claves por las que pueden participar, cuestiones económicas, de política, no todos son culpables. Para los propios deportistas rusos que han estado compitiendo ha sido muy difícil por las miradas de los otros deportistas, porque todo el mundo pensaba que eran culpables de dopaje. Yo no soy nadie, creo que eso lo tiene que decidir el Comité Olímpico y los rusos que están compitiendo será porque tienen un expediente totalmente limpio de dopaje”.

“Yo no dormiría a gusto pensando que me he dopado"

Amaya Valdemoro ha desarrollado su carrera en el mundo en el que se produce el dopaje: “¿Qué es lo que creo yo? Que están tirando por la borda años de sacrificio y de esfuerzo por mejorar sus marcas. La gente piensa que te dopas y ya vas a quedar campeón del mundo y no es así. También se cree que el deportista que se dopa se toma una pastilla y ya corre más, no. El deportista que se dopa tiene que trabajar muchísimo. Son los valores de cada uno, yo no dormiría a gusto pensando que me he dopado porque en el fondo sabría que he hecho trampa y el deporte no va de eso. He sido deportista durante muchísimos años y siempre sale el tema, y la verdad es que en el baloncesto femenino no ha habido ningún caso potente. Está claro que se sabe que hay dopaje, y cuanto más lejos muchísimo mejor porque empaña”.

No solo eso, su carrera le ha llevado a la liga rusa, corazón del sistema de dopaje y la posterior limpieza de la orina delatora que se expone en el documental. Así lo recuerda la exjugadora: “Del 2005 al 2008 yo estuve jugando en el CSK ruso y la verdad es que yo no he visto nada diferente de lo que viví cuando estuve jugando por ejemplo en la NBA femenina, o en Turquía. Nos hacían controles o test, también después de los grandes eventos deportivos y todo iba bien. También hay que decir que el dopaje es mucho más habitual en el deporte individual que en el de equipo. Insisto, en Rusia me han hecho tantos controles antidoping como en todas las competiciones, tanto en europeos como de clubes como mundiales como en las Olimpiadas. Todo perfecto y sin ningún tipo de problema”.

“Tiene que haber una mayor inversión para atrapar a los tramposos”

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Valdemoro recalca su absoluto rechazo a las drogas ilegales en el deporte: “El dopaje es algo serio, al final estamos viendo cómo en Estados Unidos y en otros países la gente que se dopa acaba yendo a la cárcel. ¿Qué mueve todo esto? El dinero, es fácil. Los premios que pueden recibir los deportistas, el reconocimiento. Y luego todo el entramado de los productos también supone grandes cantidades. Creo que habría que tenerlo más presente y que las sanciones fueran ejemplares, muchísimo más duras para que se acabe. En la carrera del dopaje, lo estamos viendo, el dopaje va por delante del AMA (Agencia Mundial Antidopaje), y es así”.

Y para ilustrarlo pone un ejemplo elocuente: “Esto no se sabe, pero de la carrera de Seúl del 88, donde ganó Ben Johnson, de los ocho finalistas de la carrera de los cien metros estaban dopados todos menos uno. Hay un reportaje en ESPN que se llama 9´79 en el que sale. Así que creo que tiene que haber una mayor inversión a la hora de atrapar al tramposo y que las sanciones sean ejemplares para que no se vuelva a hacer”.

Y como las trampas no son exclusivas de ninguna actividad, Amaya Valdemoro prescribe a todos los públicos esta investigación: “Me gustaría acabar recomendando ÍcaroÍcaro no solo a los amantes del deporte, también a gente que no le guste, porque es un viaje apasionante en el que ves muchas veces la calidad de las personas. Te quedas, como digo yo, ojiplática, porque es increíble lo que puede hacer el ser humano”.

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