Cultura

Ismael Serrano, el cantautor que no quiso dejar de ser cantautor

El músico Ismael Serrano.
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“No soy el cantautor / que vino a ordenarte la vida”, canta la inconfundible voz de Ismael Serrano (Madrid, 1974) al inicio de su nuevo disco. Seremos llega siete años después del anterior largo inéditoSeremos, La llamada, y se abre con lo que parece una advertencia a la amada, pero también al fan: cuidado, soy lo que parezco pero no del todo. Los 13 temas del disco son fieles a unos intereses temáticos y sonoros que le acompañan desde 1997, cuando lanzó su primer disco: un pie en el pasado (y la memoria), un pie en el futuro (colectivo) y el corazón puesto en el amor (el gran motor, dice, de su discografía). Por lo primero le han llamado panfletario, por lo segundo le han llamado cursi. Y él ha respondido llevando en la solapa una etiqueta que muchos tardaron muy poco en rechazar: cantautor. En Seremos no busca reinventarse —“Es lo que soy”, dice, simplemente—, aunque sí intenta evitar repetirse. Otros versos de ese mismo tema, que funciona como autorretrato y como poética: “No soy el perdedor que llora ante el espejo / ni el corazón más puro. / Solo soy aquel que te amó como pudo”.

En una breve biografía que el periodista Manuel Jabois firma para acompañar la salida del disco, se lee: “Hace 24 años que Ismael Serrano tenía 24 años”. “Fa vint anys que tinc vint anys”, cantaba Joan Manuel Serrat en 1984, que advertía: “I en cara tinc força / i no tinc l'ànima morta / i em sento bullir la sang”. No anda muy lejos el mensaje de Serrano, que parece en este disco atravesado por el paso tiempo. El paso del tiempo que parecía hacerse sólido, tangible, mientras componía la mayor parte de estos temas, en lo más duro del confinamiento. Su evolución musical, explica, tiene que ver más con el natural transcurrir de la vida que con una voluntad de renovación: “ Sería absurdo que yo a mis cuarenta y tantos siguiera escribiendo canciones que tienen que ver con el amor adolescente”. Aquí le canta, por ejemplo, a un amor sereno o a su hija, que cumple en 2021 siete años. “Hay que seguir avanzando en la vida para cantar cosas que tienen que ver con la vida. A lo mejor se trata de eso, de no quedarte atascado en una especie de síndrome de Peter Pan, de no encerrarte en tu burbuja, y más en un mundo que cada vez tiende más a las burbujas estancas”.

Un encierro fértil

El tiempo y ese natural transcurrir de la vida —es decir, la madurez— tienen mucho que ver con que Seremos haya tardado siete años en llegar. En 2014 nació su hija, algo que sin duda motivó el acercamiento del músico a la creación para niños: dos años más tarde publicaba el cuento infantil La niña que hablaba con los árboles, y en 2017 el álbum 5 canciones para dormir y una para despertar. Este último proyecto se transforma en una obra de teatro musical llamada Oliverio y la tormenta, que lleva a escena junto con la actriz y cantante Jimena Ruiz Echazú, su mujer. En estos siete años, Serrano tuvo tiempo también de publicar su primer poemario, Ahora que la vida (2016) y de grabar dos discos en directo: 20 años. Hoy es siempre (2017), que celebraba sus dos décadas de carrera con una larga gira y una gran producción en escena, y Todavía (2018), más bien todo lo contrario, un sencillo acústico con guitarra. En 2019 llegó su primer libro de relatos, El viento me lleva, y una nueva gira en formato íntimo. No hubo tiempo para mucho más. Serrano tenía pensado que su nuevo disco llegara en 2020, pero el covid-19 cambió también esos planes. El confinamiento le llevó de nuevo al cuaderno y al silencio de la composición. “No soy prolífico”, desmiente, pese a esos 13 discos con temas inéditos en 20 años. “ Yo cuando hago un disco me siento y digo: de qué quiero hablar. No hago 40 canciones que se quedan en 12. Si quiero 12, escribo 12”. Han sido esas y una más.

La pandemia se deja notar en el disco. No hay ni una mascarilla: no se sentía capaz, en estos meses, de escribir sobre “los hospitales llenos y las calles vacías”. Es otra cosa: la música le conectó con “la vida que se había quedado congelada, interrumpida”. “Nos cubrió un silencio / como nieve”, canta en “Silencio”, una canción de desamor que parece también un eco del tenebroso silencio de la pasada primavera. También hay desamor en “Soltar”, nacida de la propuesta de escribir una canción de ruptura sin rencor ni amargura: “Hoy nadie va a morir de amor, / no siempre irse es de cobardes”. Hay también un llamamiento al carpe diem, amoroso y de otras clases, en “Cállate y baila”, y celebraciones de la felicidad sencilla de lo íntimo, como en “Verte despertar”, un canto al hogar y el amor tranquilo, “Y mientras tanto”, dedicado a su hija, o “La primera que despierta”, un homenaje a las madres entonado junto a Pablo Alborán. Las colaboraciones de Seremos parecen elegidas con una libertad alegremente caótica. Junto al ídolo de masas está Ede en “Cállate y baila”, joven cantante de Carabanchel que no tiene aún ningún trabajo publicado; en “Cuando llegaron ellas” se hace acompañar de Jimena Ruiz; “Porque fuimos” se acerca al teatro musical con Litus y la actriz Clara Alvarado. La compañía trasciende la interpretación: “Derramando nuestros sueños” está firmada junto a su padre, Rodolfo Serrano (como viene siendo tradición), y para la letra de “Verte despertar” y “Silencio” pidió ayuda a Javier Bergia y Andrés Molina.

El perdedor que quería ganar

Inspirado también por la tristeza colectiva experimentada durante el confinamiento está el tema “Porque fuimos”, un himno que anima a afrontar los malos nuevos tiempos con la fuerza demostrada en los antiguos. “Porque fuimos, seremos / a pesar del cansancio. / Gritaré para que al fin me encuentres / en mitad del naufragio”, canta en un tema que pide ser coreado a gritos, quizás con alguna lagrimilla, en los conciertos. Si en la estrofa se escucha “Fuimos memoria en la calle / alzando la voz, / conteniendo el llanto / fuimos el grito y el hambre / del niño de barrio / con el puño en alto”, no es este el único tema que lleva consigo una lectura claramente social. “Cuando llegaron ellas” nace al calor del movimiento feminista argentino, que logró la legalización del aborto el pasado diciembre, una celebración cantada con el igualmente argentino acento de Jimena Ruiz Echazú. Justo después llega “Un último acto de rebeldía”, que da exactamente lo que promete, una canción luminosa contra la tentación de tirar la toalla.

Fuera del disco esperaba otro himno político: el jueves lanzaba “Un nuevo futuro”, compuesta por él e interpretada por Paloma Soalleiro, dentro de la campaña de Unidas Podemos para las elecciones del 4M a la Comunidad de Madrid. “Aunque la vida a menudo nos duela mereces saber / que estamos juntos y juntos sin duda podremos vencer”, canta un coro sobre los épicos arreglos de cuerda de Jacob Sureda, colaborador habitual. Hace 24 años de aquel “Papá, cuéntame otra vez”, y pese a todo Ismael Serrano no se ha convertido en un descreído. “El compromiso político sí cansa, porque te planteas si sirve para algo, si contribuyes, si avanzamos. Está la tentación de asumir posturas más cómodas. Pero por otro lado pienso en el futuro que va a tener mi hija. Y pienso en lo que soy”. Lo que es incluye una presencia constante en Twitter y ningún miedo a pronunciar sus filiaciones políticas. “Me digo: tendría que desapasionarme. Pero es que yo soy así, y digo lo que digo. Nadie puede asombrarse después de 20 años de carrera. La lealtad y la coherencia es algo saludable, y eso no quiere decir que uno no pueda cambiar de opinión. Uno es muy rotundo, muy soberbio, cree saber todo cuando tienes veintitantos; con el tiempo ganas en escucha. Pero eso no conlleva renunciar a tus principios y a tus ideales”. Pero, ay, si pudiera “ganar al menos alguna batalla desde el punto de vista político”...

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Reinventarse o reafirmarse

Quizás la carrera de Serrano esté atravesada justamente por la palabra coherencia. No es habitual que un músico pueda firmar palabra por palabra el primer single que lanzó, aquel Papá, cuéntame otra vez que sigue siendo su canción más escuchada en Spotify, con más de 15 millones de reproducciones. El jovencillo que estudiaba Física y daba sus primeros pasos en la música se parece mucho a este artista consagrado, y viceversa. “Para ser joven de mayor tienes que ser viejo de joven”, bromea, “y yo creo que a mí me ha pasado eso”. Aquel fue el primer y único single que seleccionó él, luego prefirió dejar esas decisiones en manos de la discográfica porque, dice, nunca acierta. “Aunque la mayoría de mis canciones más escuchadas hablan de otras cosas, yo quería que la primera no se perdiese en el mar de las canciones de amor y desamor. Quería hablar del nosotros, del paisaje común, del territorio compartido. Cuando escucho Mediterráneo, de Joan Manuel Serrat, y oigo que habla de un pueblo blanco, de esos espacios comunes, me pregunto: ¿y quién cuenta estas cosas ahora? Tenía claro eso, que quería hablar de lo cotidiano y encontrar esa épica y esa poesía”. No ha cambiado la brújula que encontró entonces, aunque parafrasea a Mario Benedetti, uno de sus referentes: “Cuando tenía todas las respuestas me cambiaron las preguntas”.

Como Javier Krahe en su Sonata de otoño —allí se describía como “ni feo, ni católico, ni sentimental”—, Ismael Serrano se siente más cómo en la definición por negación. Queda claro qué no es, pero ¿qué sí es este cantautor que cumple el doble de la edad a la que empezó en la música? “Es más fácil decir lo que uno no es que lo que es, igual que es más fácil decir lo que no quiero que lo que quiero”, protesta, antes de rendirse y dar algunas claves. Primero: sí, es un cantautor. “Hay muchos prejuicios en torno al cantautor”, lanza, “y uno puede caer en la tentación de creerse sus propios prejuicios. Se dice: el cantautor es el que prioriza la letra sobre la música, y toca con dos acordes. Pero si analizas la armonía y la melodía de un cantautor es mucho más compleja que una canción pop”. Segundo: “Esto de componer canciones, que algunos ven como un don, para mí es un déficit: los músicos somos incapaces de asumir la pérdida, necesitamos canciones para no asumir que hemos perdido lo que hemos perdido”. Tercero, quizás más raro de escuchar en un creador: “La música es un gran pilar en mi vida, pero la música no es lo único en mi vida. Con el paso del tiempo te quitas ese absolutismo totalizador, le quitas a las cosas ese carácter definitivo. Compongo cuando lo necesito, me gusta contar historias, pero no es mi vida entera”. Queda dicho.

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