Asia

El dinero negro 'tira' de la economía china

Liu Jiang.

El aire contaminado de la capital china destroza los pulmones de Liu Jiang. La polución le ha provocado asma. Este ingeniero de telecomunicaciones, instalado en Pekín desde hace 10 años, ya no pone un pie en la calle sin su mascarilla. Demasiados coches, demasiadas obras, ¿no hay suficiente aire? A él, esas explicaciones le importan un comino. El airepocalipsis pequinés quizás lo causen los tribunos de la burocracia local. «Todas estas fábricas gigantescas del extrarradio fingen que cumplen la normativa internacional, pero en realidad los inspectores autorizados no inspeccionan nada si los jefes les pagan. Y estos son perfectamente conscientes de que ningún oficial local les va a cerrar del todo unas fábricas tan lucrativas. Los ingresos en negro han adquirido una dimensión tal que han terminado por ocultar hasta el azul del cielo».

¿Dinero negro? Un salario paralelo y oculto, frente a los ingresos legales, aquellos que sí se declaran; o frente a esos otros ingresos obtenidos con sangre y sudor, como el dinero que ganan los esclavos de las minas de tierras raras, clandestinas, por ejemplo. Más exactamente, para Mao Zhao Hui, profesor del departamento de Administración pública en la Universidad del Pueblo, el dinero negro tiene su origen en el segundo o tercer oficio que desempeñan los funcionarios chinos. «Los reglamentos internos lo prohíben, pero ¡no hay ninguna ley que lo castigue! De este modo, un inspector puede contar con su propia empresa auditora porque se trata de un negocio relacionado con su área de conocimiento. Aunque, claro, esta actividad, automáticamente, provoca un conflicto entre su interés personal y el interés público», explica a Mediapart.

Esta práctica, muy extendida, no es nueva: «Se trata de un fenómeno que surgió coincidiendo con la llegada de Deng Xiaoping en 1978 y del socialismo de mercado. Cuanto más alto sea el cargo que alguien ocupe, más elevados serán sus ingresos en negro». Es inevitable pensar en el exprimer ministro Wen Jiabao y en la colosal fortuna que amasó la familia. El acceso a la página web del New York Times, medio que publicó la exclusiva el pasado mes de octubre, sigue estando bloqueado en China.

Zhu Li Jia, profesora de la Academia de ciencias políticas, resume el fenómeno: «Allí donde se concentra el poder, hay dinero negro, con independencia del sector del que se trate. No obstante, en las empresas públicas y en los bancos del Estado el despropósito alcanza una dimensión mayor».

En Pekín, y en el extrarradio, el dinero negro no solo está en manos de los inspectores de las fábricas contaminantes, sino que alcanza a toda la función pública.

El deporte local en Pekín

Hace dos años, la señora Tao abrió un restaurante, un localucho sin ningún encanto, aunque muy bien situado, entre los barrios céntricos de Jianguomen y Dongzimen. En una zona donde están radicadas las sedes de empresas públicas como Sinopec, Cnooc, Poly y Cosco. A las puertas del establecimiento, especializado en comida para llevar, hay aparcadas una quincena de scooters eléctricas. Por un módico precio es posible comprar fideos salteados, menestra de verduras, carne en salsa, con el pan y las servilletas incluidas.

Cada vez que una secretaria del gigante petrolero Sinopec llama, encarga varias decenas de platos, destinados a los jefazos de su planta. «Siempre exige 5 yuanes por cada plato de 25 yuanes. Si encarga platos que cuestan 80 yuanes, ella reclama 15 yuanes». ¿Debe negarse al chantaje? Nuestra restauradora sonríe y responde sorprendida: «¡Es que no me queda otra! Si la secretaria no se lleva una comisión, hará el pedido en otro sitio. Todos los cocineros del barrio han aceptado estas reglas». Lo que está clar que las secretarias dóciles saben cómo hacer su agosto.

En la parte de atrás del distrito financiero, en el barrio de Fuxingmen, se encuentra el Conservatorio central de música de Pekín. Por las tardes, los profesores del prestigioso establecimiento se dan cita en el subsuelo del edificio para impartir clases particulares de piano a… 4.000 yuanes (489 euros) la hora.

«Después de una decena de clases carentes de todo interés, el alumno tiene la garantía de que su candidatura pasará a ocupar el primer lugar entre el montón de aspirantes», revela un estudiante. Si el alumno es mediocre o no, es lo de menos: conseguirá un empleo para toda la vida en una institución tremendamente lucrativa.

Todos los días, domingos incluidos, los padres se pelean por que su único hijo aprenda a tocar el violín o el clarinete; el parking de los profesores, atestado de berlinas de marca alemana.

Apostados cerca de la entrada monumental de la Universidad de lenguas extranjeras de Haidin, los que hacen de gancho conducen a los estudiantes en dirección a los falsos salones de belleza hediondos, que se alinean detrás de un centro comercial. «Conviértete en una mariposilla armoniosa, a partir de 200 euros», prometen los folletos engañosos. Nariz afilada, senos voluptuosos, rostros ovalados e incluso orejas de soplillo. Todo vale. «Contamos con los mejores médicos. Están contratados por el hospital del Estado y vienen aquí por las noches o los fines de semana, cuando han acabado su jornada», reconoce la joven directora de uno de los establecimientos, muy orgullosa de poder mostrar un catálogo de fotografías donde se puede ver el tradicional «antes» y «después». En su establecimiento, los médicos son de bisturí fácilbisturí fácil, sin esperas, apenas tres días después de la primera consulta.

Todo esto ayuda a que estos aguerridos doctores puedan permitirse conducir coches de lujo que llevan a lustrar a las estaciones de lavado de la capital, cuyo gerente suele ser el responsable de la compañía del agua y que no paga por el agua que gasta.

Control del pueblo

Volvamos al barrio de Chaoyang. En los pisos viejos de ladrillo rojo de Yong'an li, alquilados por un puñado de yuanes a los asalariados del Ministerio de asuntos exteriores, los jubilados van abandonando poco a poco las viviendas. Zhang y su esposa se han instalado en casa de su hijo y de su nuera. Aunque, en lugar de entregar las llaves, han optado por subarrendar su casa de tres habitaciones y ponerla en manos del mercado de la seda aledaño. Se han convertido en mercaderes del sueño: los Zhang alojan a una veintena de trabajadores migrantes, a razón de 1.000 yuanes al mes, la litera. Ingresos en negro que les reportan la nada despreciable cantidad de 2.400 euros, a la que hay que sumar la exigua pensión de funcionario.

Según las estimaciones del investigador Wang Xiaolu, el dinero negro suponía en 2007, en el entorno urbano, 4,4 billones de yuanes. El montante se disparaba hasta los 5,4 billones de yuanes tan solo tres años después, es decir, el 24% del producto interior bruto de entonces. Calculado cada año en función únicamente de los ingresos sometidos a control fiscal, declarados de forma voluntaria, el coeficiente de Gini –que mide la brecha entre ricos y pobres- es tan inexacto que se cree que el Gobierno se ha negado a hacerlo público… desde hace 11 años. En noviembre pasado, el XVIII Congreso del PCC se comprometió a duplicar las rentas de aquí a 2020, pero, ¿cuáles? La confusión se alimenta con gran habilidad.

Actualmente, los economistas reclaman abiertamente la supervisión del pueblo. El profesor de la Universidad del pueblo, Mao Zhao Hui, es de esa opinión: «Es necesario cambiar los métodos de control ya que los que ocupan puestos de responsabilidad, también están implicados. Hay que imponer la vigilancia pública. Internet es un primer paso, ya que permite denunciar abusos, pero las organizaciones no gubernamentales también deben poder controlar estos ingresos. Y la protección social debe reforzarse para que no sea necesario buscar sistemáticamente el modo de aumentar unos ingresos que son exiguos».

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El profesor Zhu Li Jia va más lejos: «Más vale encontrar soluciones mediante la reforma política, es decir, con la limitación de los poderes oficiales en beneficio del pueblo. Crear nuevas leyes en aras de la transparencia [que ya reclamaba en 2006], no serviría de nada». El año pasado, el «derecho de control de la opinión pública» era reconocido oficialmente, lo que legitimaba, por ejemplo, el acoso en internet a aquellos que estuvieran en posesión de bienes de dudosa procedencia. Sin embargo, a finales de febrero, los oficiales locales reclamaban el derecho a no hacer público su patrimonio personal, al cuestionar cualquier tipo de vigilancia ciudadana.

Quizás, consciente de que el «pescado comienza a pudrirse siempre por la cabeza», un proverbio atribuido a Mao Zedong, Xi Jinping, presidente electo, ha vuelto a hacer hincapié en su determinación por luchar contra la corrupción, tanto al más alto nivel del Partido, como en los puestos de mayor responsabilidad en el Ejército popular de liberación. Nada nuevo bajo el sol del PCC, pero Liu Jiang, nuestro ingeniero de telecomunicaciones, lo cree a pies juntillas. «Xi Jinping está motivado. ¿Te imaginas el alcance que puede tener el fin de la corrupción? No se trata solo de una cuestión de dinero, sino que será el fin de muchos abusos, escándalos sanitarios o alimentarios como el de la leche contaminada con melamina que no supo detectar a tiempo ningún funcionario».

Traducción: Mariola Moreno

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