¿Una nueva crisis energética? Así influirá la ofensiva iraní contra Israel en el precio del petróleo

Un hombre pasa por un cartel antiisraelí que lleva fotografías de misiles iraníes en Teherán, Irán, 15 de abril de 2024.

Martine Orange (Mediapart)

"Todo dependerá de la naturaleza de la respuesta de Israel. Este lunes, los analistas del mercado energético se veían luchando contra molinos de viento. Al igual que los líderes políticos mundiales, el mundo de la energía está a la expectativa de lo que suceda, con la esperanza de que la presión conjunta de Estados Unidos y sus aliados, así como de China y Rusia, logre contener la extensión del conflicto entre Israel e Irán y evitar una conflagración regional. 

Por el momento, los financieros parecen haber decidido no especular con el peor de los escenarios. El precio del Brent, que subió ligeramente en la apertura, no dejó de bajar hasta caer un 1%, hasta 89,5 dólares el barril. El precio del WTI, el petróleo de referencia en Estados Unidos, siguió exactamente la misma tendencia. 

"Los precios habían subido antes del fin de semana, y la prima de riesgo geopolítico ya se había tenido en cuenta", explica Daniel Hynes, estratega del banco ANZ. Tras la noticia del ataque al consulado iraní en Damasco el 1 de abril, los precios del petróleo subieron más de un 4%, superando los 90 dólares el barril. 

Incluso en el caso de un conflicto agravado entre Israel e Irán, ningún especialista del mercado del petróleo y el gas imagina que los países de la región puedan volver a utilizar el arma del petróleo, como hicieron en 1973: las diferencias entre Irán y varios países productores de la región son demasiado grandes para prever una respuesta conjunta, señalan los observadores. 

Además, los países de la OPEP+ (los trece miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo más otros diez países productores, entre ellos Rusia) se negaron a recurrir al petróleo después de que el ejército israelí invadiera Gaza en respuesta a los ataques de Hamás el 7 de octubre. 

Por su parte, los países occidentales hacen todo lo posible por evitar la provocación y jugar la carta del apaciguamiento. En su comunicado del 14 de abril tras su reunión de urgencia, los miembros del G7 (Estados Unidos, Japón, Canadá, Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia), si bien condenaron expresamente el ataque iraní contra Israel, tuvieron cuidado de no mencionar posibles sanciones contra Teherán, en particular un embargo reforzado sobre el petróleo iraní. Sin embargo, esta arma se ha utilizado muchas veces en las últimas décadas. Pero esta vez, la posibilidad parece descartada. Al menos de momento. 

La sombra de una nueva crisis energética

Cualquier decisión brusca sobre la energía podría tener repercusiones incontroladas en el conjunto de la economía mundial, dada la ya tensa situación. 

A pesar de las declaraciones triunfalistas de los bancos centrales, que se jactan de haber reducido la inflación vinculada en gran medida a los precios de la energía, la crisis energética de 2021-2022 está lejos de haber terminado. Incluso amenaza con estallar de nuevo en cualquier momento, con las extremas tensiones entre Irán e Israel añadiendo más leña a un entorno ya de por sí complicado. 

Sin que nos hayamos dado cuenta, los precios del petróleo y el gas ya han subido considerablemente desde principios de año. De unos 73 dólares el barril a principios de año, el precio del Brent subió a más de 87 dólares a finales de marzo, un aumento del 20% en sólo unos meses. A medida que se acerca el final del invierno, los contratos de gas han subido un 25% entre febrero y abril, hasta superar los 30 euros por megavatio-hora en el mercado europeo. 

La tendencia es la misma en Estados Unidos y Asia. En las últimas semanas, Arabia Saudí ha decidido subir el precio de sus entregas de petróleo a China. Las tensiones vuelven a ser tan elevadas que el petróleo ruso, aunque oficialmente limitado a 60 dólares el barril por las sanciones occidentales, cotiza ahora muy por encima de los 75 dólares. 

Oferta limitada

No parece que nada vaya a aflojar el cerco a corto plazo. A pesar de la ambición declarada de los gobiernos de abandonar los combustibles fósiles lo antes posible, el consumo de petróleo nunca ha sido tan alto, pese a la atonía de la economía mundial. Se espera que supere los 103 millones de barriles diarios, según la Agencia Internacional de la Energía. Se trata del nivel más alto jamás registrado. 

Al mismo tiempo, la oferta es cada vez más escasa. Decididos a mantener altos los precios del petróleo –su objetivo es de al menos 90 dólares–, los miembros de la OPEP, con el acuerdo de Rusia, adoptaron hace más de un año una política de reducción de la producción de petróleo de más de 3 millones de barriles diarios. Estados Unidos, que se ha convertido en el primer productor mundial de petróleo y que hasta ahora había logrado mantener un relativo equilibrio, tiene dificultades para seguir siéndolo al estancarse la producción de gas y petróleo de esquisto. 

Tras las sanciones contra el gobierno de Putin, la administración Biden ha hecho todo lo posible para contener la subida de los precios de la energía. Para mantener la estabilidad de los suministros, liberó parte de sus reservas estratégicas. El presidente americano ha conseguido también que se levanten total o parcialmente los embargos sobre el petróleo venezolano e iraní. Y mientras se pronunciaba contra Vladimir Putin, Estados Unidos ha hecho en parte la vista gorda ante las diversas operaciones de contrabando que permiten el abastecimiento de petróleo ruso a los mercados, empezando por las refinerías de la India. 

La vulnerabilidad de Europa

En este contexto, el menor desequilibrio, la menor perturbación de la oferta, puede provocar una sacudida de los mercados mundiales. El presidente de Estados Unidos. preocupado por mantener los precios bajos durante la campaña electoral, está haciendo todo lo posible por evitar otra crisis energética, que podría avivar la inflación y obligar a la Reserva Federal a mantener altos los tipos de interés. 

Recientemente, el Secretario de Defensa americano, Lloyd Austin, no dudó en criticar públicamente los últimos ataques ucranianos contra la capacidad de refino rusa, señalando que tales ataques podrían tener un "efecto dominó" en los mercados energéticos. Pidió al gobierno ucraniano que dirigiera sus ataques contra "objetivos que puedan influir directamente en el combate". Tras esos ataques, que redujeron la producción rusa en un 10%, el gobierno de Vladimir Putin decidió suspender parte de sus exportaciones, lo que contribuyó a reavivar las tensiones. 

Aunque Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos disponen de capacidades paradas que pueden reiniciarse rápidamente, cualquier ralentización o interrupción de los suministros procedentes de Irán, que exporta unos 3 millones de barriles diarios, podría tener consecuencias muy desestabilizadoras.  

La situación es especialmente preocupante para Europa. La crisis energética y la invasión rusa de Ucrania han provocado choques asimétricos de un lado y otro del Atlántico. Mientras que Estados Unidos ha podido contar con su producción de gas y petróleo de esquisto, todos los países europeos, aislados de los suministros rusos, han tenido que comprar sus suministros energéticos a precios elevados. Durante la crisis energética se gastaron cerca de 500.000 millones de euros, para gran beneficio de los países productores, empezando por Estados Unidos. 

Incluso hoy, cuando se supone que la situación se ha normalizado, Europa sigue pagando por su gas y, por extensión, por su electricidad debido a un mercado disfuncional, cuatro veces mas que en Estados Unidos. Varios grupos energéticos ya han advertido de que esta desventaja competitiva, que afecta directamente a la industria manufacturera, va a continuar. Y si Oriente Próximo arde en llamas, Europa podría volver a estar en primera fila.

 

Traducción de Miguel López

 

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