La prohibición de que los periodistas entren en Gaza sirve para distorsionar la opinión mundial

Un casco de prensa se coloca sobre la tumba de Hamza Dahdouh, un periodista palestino que trabajó para Al Jazeera y murió en un ataque aéreo israelí en Rafah.

Rachida El Azzouzi (Mediapart)

Tel-Aviv (Israel) —

"Contrariamente a las acusaciones, el ejército israelí no utiliza sistemas de inteligencia artificial para identificar operativos terroristas o predecir quién es un terrorista". Esta es la respuesta de las autoridades israelíes a la edificante investigación llevada a cabo por el periodista israelí Yuval Abraham, recientemente premiado en la Berlinale junto con el periodista palestino Basel Adra por la película No Other Land, que documenta los desalojos forzosos y la demolición de viviendas palestinas por parte de Israel en la Cisjordania ocupada. 

En esta investigación publicada por los medios de comunicación independientes israelo-palestinos y anglófonos +972 Magazine y su homólogo en hebreo Local Call, que provocó reacciones de la Casa Blanca y del Secretario General de las Naciones Unidas, Yuval Abraham revela el terrible uso de la inteligencia artificial (IA) por parte del ejército israelí en Gaza, a través de un programa que ha desarrollado llamado Lavender

Basándose en declaraciones de seis oficiales de los servicios de inteligencia israelíes que afirman haber utilizado este programa, el periodista revela que el ejército designó a decenas de miles de gazatíes como sujetos a aniquilar, utilizando un sistema de selección de objetivos mediante IA "con escasa verificación humana y basado en una política permisiva con respecto a las pérdidas humanas".

 

Lavender admite un gran número de muertes de civiles: entre 15 y 100 por un solo ataque aéreo, dependiendo del rango de la persona dentro de Hamás, y a veces aunque no tenga vínculo directo con el ala militar de la organización islamista. 

El programa desempeñó "un papel central" durante las primeras semanas del bombardeo israelí de Gaza.  Habrían sido "elegidos" y atacados” unos 37.000 objetivos humanos, la mayoría de las veces en sus casas, cuando sus familias estaban presentes.

Lavender existía ya antes de esta guerra, pero nunca se había utilizado masivamente. Israel nunca ha ocultado el uso de la IA, como hizo en 2021 durante su operación "Guardián de las Murallas" en Gaza, descrita como la "primera guerra de inteligencia artificial". Según Yuval Abraham, esta vez también está utilizando otro sistema en Gaza, Where’s Daddy?, que se encarga de rastrear a determinadas personas y bombardearlas en sus casas. 

No es la primera vez que +972 Magazine y Local Call revelan el uso de IA por parte del ejército israelí. A finales del año pasado, la máquina en cuestión se llamaba Habsora (evangelio) y estaba destinada a alcanzar un gran número de objetivos con gran rapidez. 

Estas investigaciones sobre el uso desenfrenado de la inteligencia artificial, que se está convirtiendo en "una fábrica de asesinatos en masa", como denunció un oficial israelí en noviembre de 2023 en +972 Magazine, han sido publicadas por este medio participativo, dirigido por periodistas israelíes y palestinos, así como por Local Call, el único medio en hebreo que informa sobre la realidad de Gaza. Nos reunimos en Tel Aviv con una de las figuras clave de estos dos periódicos, el periodista Haggaï Matar, director ejecutivo de +972 y codirector de Local Call.

 

Mediapart: La investigación de Yuval Abraham ha resonado en todo el mundo. ¿Esperaba que tuviera tanta repercusión? 

Haggaï Matar: El hecho de que fuera replicada por The Guardian amplificó su impacto global, pero fue sobre todo el trabajo de Yuval Abraham, un excelente periodista y cineasta, lo que lo hizo posible. Dirigió una investigación muy difícil sobre uno de los ejércitos más poderosos. El resultado es fruto de un trabajo de investigación colosal. 

Estamos orgullosos de él y del impacto de su investigación. El uso de la inteligencia artificial es una preocupación mundial. Lo es aún más cuando se utiliza en un contexto de guerra, como aquí en Gaza, en términos de elección de objetivos, clasificación de la información, etc. Estamos ante una deriva extremadamente peligrosa. 

La guerra ya está automatizada con drones, pero sigue estando controlada por humanos. Aquí, el ejército israelí tiene sistemas que deciden a quién matar y dónde, con muy poca supervisión humana, lo que provoca un elevado número de víctimas civiles. 

Quiero ser cuidadoso cuando digo que el ejército actúa sin ninguna supervisión humana, porque no quiero exonerar de responsabilidad a quienes fabrican esos sistemas, quienes establecen sus parámetros y quienes actúan según sus recomendaciones. Seguimos investigando.

 

¿Qué revela el uso de ese software sobre los métodos del Estado de Israel en esta guerra?  

El Estado está tomando medidas extremas, nunca vistas antes, en términos de crímenes masivos, crímenes de guerra y bombardeos indiscriminados. Hemos revelado –y la última investigación de Yuval lo demuestra aún más– las terribles políticas deliberadas del ejército israelí destinadas a destruir infraestructuras, matar civiles, provocar un enorme desastre humanitario y matar de hambre y sed a la población. 

Nos enfrentamos a una retórica verdaderamente genocida por parte de ciertos dirigentes israelíes, pero también de una parte de la opinión pública. Se trata de una realidad muy aterradora y peligrosa, que está provocando el auge de un extremismo aún mayor en las sociedades israelí y palestina. Cuanta más violencia, más destrucción, más miedo de los demás, menos confianza, lo que nos empuja más al abismo.

 

¿Cómo analiza estos seis meses de guerra? 

Una catástrofe total, sobre todo para los palestinos, pero también para los israelíes. La extrema derecha israelí está descontenta porque quiere ir aún más lejos y destruir Rafá, expulsar a todos los palestinos y establecer asentamientos. Pero el fracaso está ahí, creo, para la mayoría de los israelíes. 

La sociedad ha construido una filosofía nacional en torno a la supremacía judía, en la que sólo nos importa lo que les ocurre a los judíos.

No hemos recuperado a la mayoría de los rehenes. Están muriendo uno tras otro en Gaza. A algunos los mata Hamás, a otros el ejército de su propio país, otros mueren de enfermedades. Tenemos más de 100.000 desplazados internos. Nunca habíamos vivido algo así. 

Las víctimas del 7 de octubre de 2023 están traumatizadas y no reciben el apoyo que necesitan. Israel está más aislado que nunca en el mundo. Hamás sigue siendo bastante poderoso y goza de un gran apoyo dentro de la sociedad palestina.

 

El comienzo del séptimo mes de guerra ha estado marcado por numerosas manifestaciones en las que han participado miles de personas en Israel, exigiendo la liberación de los rehenes, así como la cabeza del primer ministro Benyamin Netanyahu. ¿Podrán cambiar la situación?  

La sociedad está dividida sobre Netanyahu. Ya era así antes de la guerra, pero desde el 7 de octubre, el odio y la desconfianza hacia él no han hecho más que crecer. La gran mayoría de los israelíes cree que ha fracasado y debe dimitir. Están divididos sobre el momento apropiado: ahora o cuando acabe la guerra. Pero para salvar el pellejo, a Netanyahu le interesa que la guerra se eternice

Para la mayoría de los israelíes, la única opción real es derrotar a Hamás de una vez por todas, lo que, en mi opinión, no es en absoluto posible. Las divisiones están en la cuestión de la liberación de los rehenes, pero no en detener la guerra. Incluso quienes se oponen a Netanyahu no se oponen a la guerra, salvo una minoría.

 

¿Cómo se explica que, tras seis meses de guerra, parezca difícil, si no imposible, que la mayor parte de la población israelí no pida el fin de la masacre de civiles en Gaza? 

Los medios de comunicación israelíes no muestran casi nada de lo que está ocurriendo en Gaza. El mundo entero ha visto lo que Israel ha estado haciendo en Gaza durante los últimos seis meses, excepto los israelíes que no tienen ni idea, porque nadie habla de ello en la televisión ni en la radio. Sólo muestran el aspecto militar: el ejército ha matado a este terrorista, ha conquistado esta tierra, pero nada sobre lo que le pasa a Palestina y a los palestinos. 

Sin embargo, todos los días hablan del 7 de octubre y difunden historias realmente terribles sobre lo que nos ocurrió ese día. Los israelíes no tienen realmente forma de saber lo que todo el mundo sabe sobre lo que pasa en Gaza. No es la primera vez que vemos esto en las guerras israelíes, pero sin duda es peor que nunca. 

La política israelí también es responsable de la forma en que la sociedad ha construido una filosofía nacional en torno a la supremacía judía, en la que sólo nos importa lo que les ocurre a los judíos. 

En la mayoría de los países, decir que todos los ciudadanos deben ser iguales no se considera una idea muy radical. Aquí, sí. Decir que todos los que viven aquí merecen gozar de los mismos derechos, la misma libertad, la misma seguridad e igualdad es sencillamente ajeno al espíritu de la sociedad judía. 

Eso está arraigado en el sistema escolar, en lo que aprendemos en la escuela, en la forma en que los medios de comunicación operan y no informan de lo que les ocurre a los no judíos. Esto crea una burbuja, tanto informativa como ideológica, que permite a la gente negarse a reconocer su responsabilidad con los demás, empezando por los palestinos, pero también a escala mundial. 

Así, cuando se expresan críticas en el extranjero, se perciben necesariamente como antisemitismo. No puede ser otra cosa, porque ¿por qué alguien nos criticaría si no fuera antisemita, ya que no estamos haciendo nada malo?

 

¿Ve una salida política, una era post-Netanyahu, que ha ocupado la escena política israelí durante más de veinte años? 

El problema no es sólo Netanyahu, y sustituirle es claramente insuficiente. Una vez más, la mayor parte de la sociedad apoya esta guerra. La persona que parece ser el candidato más probable para sustituir a Netanyahu, Benny Gantz, forma parte del gobierno y desempeña un papel central en esta guerra. Si estuviera en el poder, creo que firmaría un acuerdo de alto el fuego y liberaría a los rehenes, lo que mucha gente de aquí acogería con satisfacción. 

Pero eso no resolvería los problemas de fondo. No recuerdo una época tan oscura, en la que fuera tan difícil hablar con los israelíes sobre estas cuestiones. Se necesitan otras formas de presión si queremos que esto cambie. Necesitamos presión internacional para que Israel reconozca que está aplicando un régimen de apartheid y que tiene que dejar de hacerlo. Tenemos que empezar por ahí. Hay que conceder derechos fundamentales a todo el mundo.

 

Su revista es un símbolo de esperanza, una prueba de que los periodistas israelíes y palestinos pueden construir juntos un periodismo independiente y cubrir uno de los conflictos más divisivos del mundo. ¿Cómo crearon +972? 

+972 fue fundada en 2010 por periodistas y blogueros israelíes, a los que pronto se unieron palestinos, en respuesta a la guerra de Gaza de 2008-2009 (Operación Plomo Fundido) y a la información de los medios de comunicación. 

Nuestro punto de partida fue la observación de que existe una enorme diferencia en la forma en que los medios de comunicación internacionales cubren el conflicto y la guerra en particular. Prevalecen dos narrativas profundamente sesgadas: la de Israel como democracia liberal, frontera de Occidente, que lucha contra los terroristas que lo atacan, y la de dos bandos –israelíes y palestinos– que luchan en pie de igualdad. 

Esa no es la realidad. Desde el mar al río Jordán, un solo gobierno, un solo Estado, una sola potencia controla todo el territorio: Israel. Eso determina la vida de todos los que viven aquí. Comprender cómo los palestinos son colonizados y oprimidos por Israel en esta realidad de un solo Estado es esencial para entender por qué hay guerras y estallidos de violencia recurrentes. 

No intentamos crear una narrativa singular. Lo que nos hace funcionar tan bien es que somos un medio de comunicación, no un partido político. No necesitamos ponernos de acuerdo sobre una agenda concreta: "Así es como debe terminar el conflicto" o "Así será la vida aquí en el futuro". Tenemos desacuerdos, y les damos vida aportando distintos ángulos. 

Por ejemplo, no tenemos una línea editorial sobre el uso del término "genocidio". Algunos deciden utilizarlo y otros deciden no hacerlo. Esta libertad forma parte de lo que somos. 

Pero tenemos unas directrices, unos valores fundamentales que nos definen, y que por desgracia son bastante escasos en nuestra realidad política. Estamos decididos a oponernos al apartheid, la ocupación y la colonización. Estamos comprometidos con la justicia fundamental para todos los que viven en este país y con la igualdad.

 

En la actualidad, la mayor parte de su equipo editorial es palestino, incluida la redactora jefa Ghousoon Bisharat, que se les unió en septiembre de 2023.  

Algunas personas siguen percibiendo el proyecto como esencialmente judío, que era el caso en los primeros tiempos pero ya no lo es hoy. Estamos muy orgullosos de esta evolución, que ha tenido repercusiones muy concretas. Cuando estalló la guerra en octubre de 2023, Ghousoon Bisharat pudo encontrar muy rápidamente cinco nuevos periodistas palestinos en Gaza. 

+972 está en inglés. Siempre se ha dirigido principalmente a un público extranjero. La mitad de nuestros lectores están en Norteamérica, el 20% en el Reino Unido. El resto está repartido por todo el mundo, incluida Alemania. Pero muy pocos están aquí. Israelíes y palestinos prefieren leer las noticias en su propio idioma.

 

¿Le preocupaba que el 7 de octubre rompiera el cemento de su equipo? 

Todos estamos devastados por la masacre del 7 de octubre y la que siguió en Gaza. Pero los principios que nos unen, nuestra naturaleza binacional, hacen que estas tragedias –que todos denunciamos– no hayan roto nuestro compromiso con el trabajo que hacemos, ni nuestra solidaridad mutua. 

El primer artículo que publicamos el 7 de octubre, con mi firma, recordaba que el conflicto israelo-palestino no comienza el 7 de octubre de 2023. Decir esto no significa justificar las atrocidades cometidas ese día por Hamás. 

Pero si queremos entender por qué está ocurriendo y cómo ponerle fin, tenemos que hablar de las décadas que lo precedieron. No tratar como excepcional el 7 de octubre fue realmente esencial para la forma en que hacemos nuestro trabajo.

 

Es arriesgado hablar así hoy cuando eres israelí en Israel... 

Es muy difícil e incluso aterrador. Un periodista amigo mío fue atacado en su casa por extremistas judíos porque denunció la masacre de niños en Gaza por parte de Israel. Yo podría ser el siguiente. Al mismo tiempo, mi posición sigue siendo privilegiada en comparación con el resto de nuestro equipo. 

Nuestros colegas palestinos, ciudadanos israelíes, se sienten silenciados. Desde el 7 de octubre, pueden ser detenidos, como decenas de otras personas, simplemente por publicar algo en Facebook, sólo por un like. Están siendo silenciados de una forma mucho peor que nosotros, los judíos israelíes. 

Y, por supuesto, tenemos a nuestros colegas en Gaza que están luchando por sus vidas. Algunos han visto morir a miembros de su familia, otros han escapado por poco de las bombas. Uno de nuestros ex colaboradores fue asesinado con toda su familia.

 

Los periodistas palestinos, los únicos que pueden estar sobre el terreno en Gaza, están pagando un alto precio. El gobierno israelí sigue negando el acceso al enclave a medios de todo el mundo, en un ataque sin precedentes al derecho a informar. 

Israel teme al periodismo. Impedir la entrada a periodistas extranjeros sirve para distorsionar la opinión pública y mundial con este argumento: "No crean nada de lo que oigan de los palestinos. Sus periodistas no son de fiar". Israel no podría decir lo mismo de los periodistas internacionales, nadie podría ignorar sus reportajes. 

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Es más, la indignación internacional sería completamente diferente si tantos periodistas extranjeros que trabajan para medios de comunicación conocidos y respetados hubieran sido asesinados por Israel. Hay que condenarlo con firmeza: Israel ha asesinado a un número sin precedentes de periodistas palestinos.

 

Traducción de Miguel López

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