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Librepensadores

Un caso crónico

Gonzalo de Miguel Renedo

Rajoy siempre ha dicho que no hay peor médico que el que no quiere ver la enfermedad, una alegoría para referirse al mal gobernante. Malamente va a encontrar remedio a los problemas del país quien rechaza la existencia de tales males. ¡Cómo le gustaba al hoy presidente en funciones emplear este argumento contra Zapatero! Y tenía razón. Pero hay otro médico aún peor, el que conoce el mal pero nunca se aplica su propia medicina. Rajoy es un caso crónico de este segundo tipo. Procedamos.

La sede madrileña del PP en Génova, 13 consta de siete plantas. En la primera se encuentra la sede del PP de Madrid, organización que lideraba Esperanza Aguirre hasta el día 14 de febrero, día de san Valentín, fecha en que nos regaló su dimisión. Lógico tras los registros policiales y la sospecha cada vez más consistente de su financiación ilegal. Un poco más arriba, en la planta séptima, se encuentra el despacho del presidente nacional del partido, Mariano Rajoy, el cual no parece sentirse afectado por nada de lo que sucede en el edificio. Nada de lo ilegal, se entiende. Todo lo corrupto le es ajeno. Y ello me recuerda a las peripecias de un enfermo en Un caso clínico (Espuela de Plata- Editorial Renacimiento), una entretenida obra de teatro de Dino Buzzati. En la clínica privada de este drama kafkiano, que también consta de siete plantas, se establece una escala de gravedad de los pacientes según la planta en que se hallen, siendo la séptima la reservada para los más sanos y la primera para los, digamos que irreversibles. En la sede del PP debe ocurrir algo parecido, o eso cree Rajoy, que se considera libre de todo germen nocivo que se extiende por el edificio. Y claro, se siente inmortal, políticamente hablando.

Lo cierto es que Rajoy confunde no padecer un mal con no enterarse de nada. Y confunde, a su vez, el no enterarse de nada con su obligación de enterarse de todo. Aguirre le ha querido dar una lección, bien que con retraso, pues debió presentar su renuncia tras el ingreso en prisión de Granados, su mano más derecha. La defensa de Rajoy minimizando los escándalos que azotan a su partido, "son casos aislados", tampoco se sostiene, como lo demuestra el goteo incesante de imputados, lo que hoy se llaman investigados, que siguen apareciendo. Isla a isla se le ha formado un archipiélago corrupto del tamaño de Australia. Es lo que tiene la corrupción sistémica, que se encadena y tira de tu piel hasta pelarte entero, como le ocurrió a la tía de Gila, que en paz descanse. En el fondo, el único que demuestra que vive aislado es el propio Rajoy, dentro y fuera del partido, cuando afirma que estamos curados del todo y que todo marcha divinamente. Rajoy no sabe lo mal que lo pasa la gente, o como él reprochaba en un debate de 2008 al ex presidente socialista, habría que recordarle que "la gente no vive como usted cree". Y es normal, cómo se va enterar de lo que ocurre en la calle si no se entera de lo que pasa en ninguna de las plantas de su sede. Ni se entera del verdadero estado de su partido ni se entera del estado de la nación, que necesita un imperioso tratamiento de choque contra la pobreza rampante que se nos come. Rajoy ha hecho suyo el método infalible del mal gobernante y que se reducen a estas palabras del director de la clínica de ficción: "hipocresía... o lo que es lo mismo, falta de valor para llamar a las cosas lo que son". Siga mejor el método Aguirre, que aunque tardío y parcial, es coherente. Abandone la política y márchese. Un poco de valentía, por una vez, se agradecería.

Gonzalo de Miguel Renedo es socio de infoLibre

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