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Librepensadores

Reinventar Europa

Barbara Zöller

Europa es hoy en día un vertedero de problemas y desafíos generados a escala global, como decía el filósofo Zygmunt Bauman. Pero a diferencia del resto del planeta, y casi de manera excepcional, la Unión Europea es también un laboratorio en el que diariamente se diseñan, se discuten y se ponen a prueba en la práctica diversas formas de afrontar tales desafíos y abordar tales problemas.

La Marcha por Europa, el 25 de marzo, en el 60 aniversario del Tratado de Roma, marcará, ¡ojalá! el renacimiento del movimiento europeo ciudadano y, con ello, nuevamente, la reinvención de Europa.

Europa, como la novela moderna, siempre se ha construido sobre verdades contradictorias, plurales, poliédricas, paradójicas y esencialmente irónicas, como escribió Javier Cercas. Hace casi 300 años el Abate Saint-Pierre propuso proceder a una integración europea a raíz de una reconocida identidad europea, remarcada ya por Rousseau, y remitió su Proyecto de Paz Perpetua a Federico II de Prusia, que lo despachó con una sola frase: “Es una excelente idea, lo único que falta es convencer a los Estados europeos y algunas otras bagatelas similares”.

Reinventar Europa quiere decir no solamente convencer a los Estados, reinventar Europa es construirla desde la ciudadanía, desde las necesidades e ilusiones de los individuos. Reinventarla remontándonos a sus orígenes.

El protagonista de la civilización europea siempre ha sido el individuo, al que la literatura y el arte, desde Thomas Mann a Shakespeare y Cervantes, de Mozart a Tchaikosvky, pasando por Van Gogh, representan en su irrepetible e inagotable complejidad, y del que Kant afirma que es un fin y nunca un medio, como recuerda Claudio Magris, escritor italiano y pensador europeo. Europa, crisol del albedrío, ha enriquecido la profusión cultural del mundo con las libertades individuales.

Remitámonos a esa seña de identidad europea. Volvamos a recordar los orígenes de la Unión Europea, cuyos padres fundadores, como Jean Monnet, constató ya en 1952: “Nosotros no coligamos Estados, nosotros unimos a las personas”.

Incluso Winston Churchill, en un discurso de 1946, proclamó que el único remedio para volver a convertir a Europa en algo libre y feliz era crear la familia europea. Y se preguntó: “¿Por qué no podría haber un grupo europeo que diera un sentido de común ciudadanía a las perturbadas gentes de este turbulento y poderoso continente...? Para que esto se realice, debe darse un acto de fe en el que participen conscientemente millones de familias que hablan muchas lenguas”.

Roma puede ser, el 25 de marzo, el comienzo de este remedio, de volver a encontrar una raíz común de tantas diferencias. Es la hora de los ciudadanos, de recoger el testigo de otro “padre fundador” de la Unión Europea, Paul-Henri Spaak, que impulsó el proyecto de integración europea con mucho entusiasmo.

Esperamos con ilusión la presentación de las diversas ideas e iniciativas.

Las ideas motrices se podrían resumir en lo expuesto por Jo Leinen, presidente del European Movement International (Movimiento Europeo Internacional) y presidente honorario de la Union of European Federalists (Unión de federalistas europeos):

– Unión bancaria construida sobre un fondo monetario y un fondo bancario propio

– Política de immigración y asilo mediante la protección de fronteras exteriores, el reforzamiento, entre otros, del fondo fiduiciario para África, y una política exterior proactiva de estabilización de la UE, con más inversión y comercio justo.

Seguridad. Propuesta de un cuartel general europeo para las misiones y la investigación militar.

– Política comercial de protección contra la competencia desleal

A ello añadiríamos la unión fiscal, cooperación en políticas sociales y de empleo, aunque, según subraya Leinen, la UE solamente dispone del 3% del presupuesto total para el bienestar social.

La gestión de la migración/inmigración, uno de los temas más desestabilizadores, utilizados por los populismos crecientes, requiere una genialidad creativa que no está en la Divina Comedia, según Claudio Magris. Hoy, los problemas no son nacionales, son europeos. La inmigración es un problema europeo y resulta ridículo, según Magris, que se regule de manera diferente según el país. Asimismo, el mercado financiero globalizado, con sus oportunidades y peligros, atraviesa las fronteras y debe ser afrontado por un Estado ya no nacional.

Necesitamos una Europa que trabaje y haga mucho más conjuntamente, como queda recogido en el punto 5 del Libro Blanco, elaborado por la Comisión Europea. Puede que con matices para poder superar los bloqueos, pero una Europa fiel a sus principios fundacionales con su potencial antitotalitario y defensa de los derechos humanos universalmente válidos. Hace 60 años, los miembros fundadores de la UE acordaron resolver sus conflictos en torno a una mesa, en lugar de hacerlo en el campo de batalla.

Claudio Magris, el escritor enamorado de los personajes turbios

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Ha llegado el momento de abrir el debate sobre el futuro de Europa a toda la ciudadanía. Ahora, cuando comienza a oírse otra vez la voz de los ciudadanos proeuropeos, cuando las calles se tiñen de azul estrellado, es hora de constituir una mesa transnacional para reinventar la Europa de los ciudadanos y abrir el debate a todos. Contravengamos la sentencia de que la historia niega a los contemporáneos de conocer en sus inicios los grandes movimientos que determinan su época. Avancémonos al futuro. ¿Comenzamos ya?

No hay nada tan poderoso como una idea a la que le ha llegado su tiempo (Victor Hugo). _______________

Barbara Zöller es periodista y socia de infoLibre

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