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El editor Manuel Fernández Cuesta muere a los 50 años

Manuel Fernández-Cuesta

Antonio G. Maldonado

El editor Manuel Fernández-Cuesta fue encontrado muerto esta mañana en su casa de Madrid, a la que acudieron familiares junto a la policía tras intentar contactar con él sin éxito durante varias horas. El peor presentimiento se cumplió, y tras un primer análisis se confirmó el infarto fulminante. Tenía 50 años y acababa de ser despedido hacía una semana del que ha sido, a la postre, su último destino como editor, el Área castellana de Grup 62, con Editorial Península como buque insignia. Antes, había pasado por el grupo Random House como director del sello Debate.

Erudito y afable, su biorritmo y sus gustos como lector y editor parecían acompasados a otros momentos: editor libérrimo, siempre ajeno a modas literarias y fiel a sus principios de izquierda clásica, escribía largos ensayos en prensa, con regularidad en eldiario.es y, triste casualidad, en el último número de la revista tintaLibre. Había estudiado Derecho y Filosofía, disciplinas en las que profundizó en París y Milán. Su bagaje y solidez se trasladaban a todos sus textos, así como a sus conversaciones, siempre afables pero innegociables en su franqueza cuando se le preguntaba por libros, proyectos o ideas que se le presentaban. Comulgaba con los movimientos sociales y las ideas que alentaban las protestas recientes contra los recortes sociales, y citaba a Robespierre, a quien valientemente reivindicó como editor publicando una biografía y como escritor en uno de sus últimos artículos: “Cuando el gobierno viola derechos, la insurrección es para el pueblo, y para cada sector del pueblo, el más sagrado e indispensable de los deberes”

Editoriales peleonas

Editoriales peleonas

Las últimas conversaciones que mantuve con él, desde hacía dos semanas hasta antes de ayer, versaron primero sobre un libro que yo le había propuesto, y que no podía aceptar porque ya estaba en la puerta de salida de Grup 62, esperando angustiosamente la patada, y, una vez confirmado su despido, sobre las perspectivas que tenía por delante. Pensaba en la edición y en el periodismo, y me recomendaba con humor negro que me fuera a una escuela de negocio. Como buen admirador de Francia se ha ido como un ex presidente de la República que enferma al salir del Elíseo. En su artículo del último número de tintaLibre había escrito que “Si hemos leído pensando, algo habremos aprendido, espero, para el bien de la comunidad”. Muchas lecturas se las debemos a él.

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