“Es un horror el atropello a la Cultura y a la Educación”

Desde su estudio frente al Retiro, divisa Rafael Canogar su horizonte y su bagaje. Se acerca a los 79 años y se adscribe a la abstracción compulsiva que nace de su alma. La Galería Fernández-Braso de Madrid le dedica, hasta el 30 de abril, una exposición que adquiere tintes casi institucionales, en vista de que recopila 23 cuadros fechados entre 1957 y 2014.

La contundente inmensidad estética nos asalta al cruzar el umbral de una de las mejores y más coherentes galerías madrileñas, cuya nómina incluye a José Manuel Broto, Alberto Reguera, Guillermo Pérez Villalta, Soledad Sevilla o Pablo Palazuelo.

Recorrer la muestra escuchando al propio Canogar es retrotraerse a algunas de las brillantes páginas del arte contemporáneo español, cuando el informalismo calaba en medio de la oscuridad franquista y sólo unos privilegiados podían permitirse caer rendidos ante el deslumbrante expresionismo abstracto.

Viaja mentalmente sin nostalgia, “con el mismo entusiasmo y el mismo motor que cuando empezaba”, aunque hoy su mirada no puede aislarse de un contexto que le hace clamar: “Es un horror el atropello a la Cultura y a la Educación”.

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“El mundo ha cambiado mucho y parece que hoy interesa poco pintar”, asegura sin perder de vista los nuevos lenguajes, que su hijo Daniel cultiva de forma excepcional y refrenda año sí y año también con su proyección internacional.

“Para mí, la pintura tiene una parte carnal. La pintura no tiene límites. Es el hombre quien los tiene”, explica convencido, bajo el paraguas de su indiscutible solidez, como demuestra con la colección que atesora.

Una visita online puede convertirse en el complemento perfecto para esta exposición: contemplar el catálogo razonado de su obra elaborado por Paloma Esteban y accesible aquí. Desfilan en él sus “hijos”, que así le gusta llamar a sus lienzos.