estrenos

Amor humano, amor prohibido

Un fotograma de 'Metéora'.

El dualismo, la idea de que existen dos fuerzas contrarias y complementarias que rigen el mundo, ha cruzado y moldeado el pensamiento humano desde tiempos inmemoriales. El Bien y el Mal de Zoroastro, el yin y el yang chinos, la Luz y las Tinieblas maniqueas… todos han contribuido a formar una imagen de la realidad compuesta de extremos irrenunciables y antagónicos. La duda sobre la vigencia y la validez de esta filosofía ha sido inspiración y motor de muchas empresas humanas; entre ellas, de la película Meteora, de Spiros Stathoulopoulos, de estreno este viernes. El filme, rodado en el impresionante enclave griego del mismo nombre, unas escarpadas formaciones rocosas sobre las que se construyeron unos monasterios en el siglo XIV en los que hombres y mujeres -la marca humana de la dualidad- viven encerrados cada uno en su espacio contrapuesto, quiere abundar en la eterna lucha entre el amor carnal y el espiritual, así como en la pugna entre el individuo y la colectividad

Para ello, el joven director (1978), mitad griego mitad colombiano, ha creado una fábula preciosista y poética hilada por un romance imposible entre un monje y una monja ortodoxos. El resultado es una suerte de mosaico bizantino compuesto de imágenes reales combinadas con dibujos que representan el tumultuoso estado mental de los protagonistas, y que, como ellos mismos, cuenta más a través de las imágenes y los símbolos que con las palabras. La historia, explica Stathoulopoulos, de visita en España, se parece a la suya propia en que los personajes, como sus padres, pertenecen a culturas muy diferentes y, pese a (o por) ello, se sintieron impelidos a unirse. “Conocí Meteora a los siete años con mis padres y me impactó”, recuerda el director, que vivió en Grecia de niño y que ha seguido visitando el país constantemente, “y cuando estaba en el ejército a los 18 años volví: siempre quise hacer algo en ese lugar, filmarlo, fotografiarlo, me llamó mucho la atención”.

A partir de una estética minimalista, construida sobre la belleza mística de los paisajes, el cineasta –que, como medio colombiano, habla perfectamente aquel dulce castellano- ha querido plantear un “análisis de en qué radica lo milenario del cuestionamiento de la dualidad entre la carne y el espíritu. Es algo que siempre ha existido, ese interrogante”. La respuesta, eso sí, la deja en manos del público, que tiene que poner de su parte para armar el mosaico y crear su propia representación. “No quería forzar una conclusión para el espectador”. Las evidentes referencias al arte bizantino que definen la forma de la película, agrega, son fruto de haber absorbido y asimilado esa iconografía en sus estancias en Grecia, “sobre todo cuando iba a las iglesias allá. Iba a las iglesias por varias razones: por bautizos, por mi propio bautizo ortodoxo, que fue en mi adolescencia, y es un mundo que siempre me impactó por su poder narrativo”.

Armados con espejos, los protagonistas se comunican de este modo desde la distancia. En persona, hablan de su amor veladamente, con dobles sentidos. Y las conversaciones, se tornan violentas tribulaciones en sus cabezas, bullentes de frustraciones y pasiones. “Existía más dificultad en innovar en cómo se contaba esta historia que en contar este tipo de historia de amor”, señala el director, que cuenta en su filmografía con otro título, PVC-1, contextualizada en la Colombia de la violencia, y que se encuentra ahora mismo escribiendo otros dos guiones. “Para eso fue necesario utilizar elementos narrativos nuevos, como los íconos bidimensionales animados, porque los mundo psicológicos donde ellos se encontraban eran muy extravagantes y no eran tan prácticos de realizarse si no fueran en animación: por ejemplo, el diluvio de sangre”, una escena en la que las llagas de Jesucristo crucificado comienzan a manar sangre hasta inundar un laberinto en el que se encuentra el monje.

Junto a las influencias pictóricas, el cineasta introduce otras alusiones, como cuando –en uno de las partes de la historia que se cuenta con dibujos- el pelo de la mujer crece y se alza al viento hasta crear un puente con la ventana del cuarto de su amado. “Ese cuento es Rapunzel, que es una producción grecoalemana”, explica, “entonces era un homenaje a Alemania, y una de las otras es el mito del Minotauro, en Creta”. Esa consideración para con el país germano viene del hecho de que fue de allí de donde salió el dinero para la producción, así como de Francia. "En términos de inspiración, ahora es más fácil hacer una película en Grecia", asegura, "porque ahora las emociones del artista están en punto de ebullición, con mucho deseo de expresión, aunque en términos económicos no exista la misma prosperidad".  

Más sobre este tema
stats