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Fallece Henning Mankell

Una mano que deja escapar un pájaro

Una mano que deja escapar un pájaro

Marta Sanz

Había leído algunas novelas de Henning Mankell antes de que el personaje me produjese simpatía por sus declaraciones públicas y su opción vital. Su postura solidaria con África y su firme defensa de la causa palestina. Cuando coinciden en el mismo punto las buenas impresiones sobre las lecturas realizadas y sobre la persona de su autor, se produce una especie de sentimiento afirmativo, que es mucho menos frecuente de lo que parece. Lo más habitual es que los escritores nos defrauden por su cobardía, su soberbia o por una normalidad que trunca nuestras expectativas respecto a una supuesta aura estética. A mí, Mankell y sus obras me caen bien, pese a cierta corrección política que posiblemente no desnuda tanto al escritor sueco como a mí misma con mi brillante colmillo retorcido.

No conozco el teatro de Mankell, pero sí gran parte de su narrativa, de la que recuerdo algunos títulos con los que pasé ratos excelentes: La leona blanca, Cortafuegos, La pirámide, El retorno del profesor de baile, Antes de que hiele, Profundidades, CortafuegosLa pirámideEl retorno del profesor de baileAntes de que hieleProfundidadesLa quinta mujer… Esas son las novelas que he sacado de mi estantería y ahora descansan encima de mi escritorio. Son ediciones de Tusquets con portadas oscuras e imágenes de mujeres que parecen muertas —lo están—, alas de ángeles o pájaros, hielos y paisajes perturbadores. Algunas de estas novelas están protagonizadas por Wallander, otras no. Reviso los ejemplares y compruebo que todos exhiben en su interior el ex libris de un gato morado que me avisa de que ese libro ya lo he leído. Todos tienen en la página final de guarda mis notas. Con los años o, tal vez, a causa de un volumen de lecturas muy grande, tiendo a olvidar un argumento, un estilo, un estado de ánimo particular en el proceso de lectura, detalles o nimiedades que pueden ser reveladores para descifrar el sentido de una obra particular o el valor de un escritor en su contexto. Un resumen de esas notas ratifica mi admiración por Henning Mankell y es quizá el mejor homenaje que puedo rendirle.

Nadie describe mejor que Mankell la pudrición de la socialdemocracia. Me refiero a la socialdemocracia sueca, tal vez nórdica, porque la posibilidad de una socialdemocracia europea —inglesa, española, belga, italiana…— nunca existió. Me parece que la problemática política de las tramas de Mankell puede extrapolarse a otros puntos del continente a causa de su lucidez para retratar el reverso más oscuro de la globalización; sin embargo, lo que no es extrapolable es el trauma moral, la sensación de pérdida, melancolía y fracaso de unos personajes que inequívocamente son suecos. El carácter elegiaco y tristísimo de los libros de Mankell se relaciona con la imagen de una mano que deja escapar un pájaro. El pájaro que aquí nunca llegamos ni a acariciar en nuestros mejores sueños de utopía. El pájaro que vuela redobla la mala conciencia y un rechinar de dientes provocado por el helor y el remordimiento a causa de los errores cometidos.

Muere el escritor sueco Henning Mankell

Ese trauma político y moral, histórico y biográfico, colectivo e íntimo, se encarna en la figura del comisario Wallander, el gran hallazgo literario del escritorcomisario Wallander. Su alter ego. A través de unas tramas en las que se contrapuntea el paisaje de Suecia con el de otros países menos privilegiados, Mankell reflexiona e induce en sus lectores una reflexión sobre las violencias ejercidas sobre las víctimas, sobre naciones enteras que han sido expoliadas y reducidas a la condición de víctimas, y ahora supuran una rabia y un dolor que quizás justifican los crímenes. La sangre sobre el nevado atardecer de un aparentemente pacífico primer mundo. A la contra de la moda, en las novelas de Mankell el mal ni es absoluto ni constituye una enfermedad endémica: sólo es el resultado de una relación causa-efecto. Suecia no es una isla donde el problema más preocupante es que se haya perdido el gatito de la señora Martinson.

El mal en el país nórdico se asemeja al movimiento de retorno de un boomerang y se traduce en el maltrato a las mujeres, acciones terroristas, venganzas personales, somatenes, sectas o en el resurgimiento del fascismo, por ejemplo en una novela como El retorno del profesor de baile, en la que Wallander no aparece para nada… Pero lo más admirable de estas construcciones novelescas, además de la valentía para mantener un tempo lento que tampoco recuerda en nada a la velocidad de moda, es su capacidad envolvente para crear una atmósfera de tristeza general que triangula la Historia, el clima y la cotidianidad de los seres de ficción que la habitan: la extrañeza o el desapego de las relaciones paternofiliales, los catarros, la soledad de los interiores domésticos, una infusión que humea sobre la mesa de cocina, las frías conversaciones telefónicas, las parejas rotas, la mala luz. Toda esa tristeza que es idéntica a sí misma y que hoy nos parece un poco más grande.

Marta Sanz es escritora y crítica literaria. Ha publicado títulos como Daniela Astor y la caja negra (Anagrama), No tan incendiario (Periférica) o Vintage (Bartleby). 

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