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La representatividad de nuestros políticos

Diputados migrantes o las cuatro Españas políticas

Diputados migrantes.

Rodrigo Rodrigues-Silveira | Hugo Marcos | Ignacio Paredero

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Uno de los enfoques más tradicionales cuando analizamos la realidad política es hacerlo desde lo institucional. Las instituciones políticas, las normas y reglas, definen los Estados, las comunidades autónomas o las provincias y lo más sencillo es pensar que la política se limita a esas normas observables. Al fin y al cabo, lo institucional es claro: sabemos de esas reglas, las tenemos definidas, podemos analizar sus consecuencias electorales y podríamos afirmar que en España hay 52 pequeñas elecciones, celebradas en las circunscripciones provinciales, que se suman para la configuración final del Congreso de los Diputados. La importancia de las provincias es por tanto crucial en nuestro sistema electoral y en cómo son percibidas por los ciudadanos.

La provincia, según este enfoque, se entiende como el nivel base en el que se organiza la política para vehicular la representación, y dicho diseño fue pensado, en teoría, para la defensa de ciertos intereses, de una sociedad concreta ligada a un territorio, por lo que es de lógica que exista una relación entre los candidatos electos en cada provincia y dichos territorios. Si lo que tiene más peso político real a la hora de elegir candidato en una circunscripción son los intereses, cultura, redes de contactos y protagonismo mediático en una provincia concreta, los diputados de una circunscripción serán en su gran mayoría nacidos en esa circunscripción. Si el demos representado, si la “sociedad política” que representa el diputado se corresponde a la provincia, sus representantes pertenecerán por nacimiento casi exclusivamente a dichas provincias. Pero no es el caso.

El término “cunero” ha ido ganando importancia en los medios y en el debate público para hacer referencia a aquellos candidatos que no guardan vínculos con la provincia, y que son designados por las direcciones nacionales de los partidos políticos para ocupar puestos de salida en las listas electorales provinciales. El termino implicita una sanción normativa, ética: el “cunero” no está representando adecuadamente a los intereses de la provincia porque “no es de allí”, no sabe “lo que nos importa”. Según esta visión, la designación alguien externo a la provincia obedece a intereses nacionales o partidistas, externos a la población, o de cualquier otro tipo, menos democráticos. Los que son de fuera, por tanto, no tendrían vinculación política con el demos real, que, se asume, es el provincial.

Pero ¿es esto realmente así? ¿Es la provincia el verdadero “país político”, el demos que se representa y el nivel estatal la lógica alternativa que explica a los representantes que no son de la provincia? ¿Es quizá la comunidad autónoma? ¿O hay alguna otra estructura político/social intermedia, subyacente, que no estamos viendo?

Para explorar esa conexión entre demos y representantes, entre principal y agente, desde COMPASS hemos realizado este mapa analítico que permite ver el grado de solapamiento entre los diputados electos en 2015 en cada provincia y su provincia española de nacimiento (diputados migrantes). La provincia de nacimiento no es, necesariamente, la provincia de militancia o trabajo y por tanto no indica directamente si el diputado es o no cunero. Hay casos conocidos como el de Mariano Rajoy, nacido en Santiago de Compostela, provincia de A Coruña, pero habitualmente diputado por Pontevedra, aunque ahora lo sea por Madrid. Pero aunque con los datos disponibles no podemos hablar directamente de “cuneros” sino tan solo de “diputados migrantes”, en conjunto, la provincia de nacimiento es un buen indicador que nos permite observar, precisamente, el peso de los vínculos de nacimiento a la hora de ser elegido en un territorio, cuál es la dinámica de cada partido al elegir diputados “sin raigambre” para la competición electoral y a partir de ahí, la propia geografía de los “demos” políticos reales, de los verdaderos “países políticos” que representan los diputados e incluso la estructura interna de esos demos, de esos “países políticos”.

Lo primero y más significativo es que no existe una distribución homogénea o aleatoria de los diputados migrantes de otras provincias españolas. Esto es muy importante, porque refuta las reflexiones que apuestan por una lógica puramente nacional o partidista en la movilidad de diputados. Por el contrario, existen estructuras de movilidad. Para empezar, como es lógico, las circunscripciones más grandes, Madrid y Barcelona, las capitales políticas del Estado, son las que concentran mayor recepción de diputados que no han nacido en estas provincias, presentando así ambas una nítida dimensión nacional. Apenas siete provincias del estado tienen diputados exclusivamente nativos de su provincia: Asturias, Navarra, Teruel, Huesca, Albacete, Ciudad Real y Cáceres. El resto de provincias, tienen, en menor o mayor porcentaje, diputados no nativos, lo que cuestionaría la creencia en que la población representada por nuestros diputados, el “país político” que representan, sea únicamente la provincia y, de hecho en términos porcentuales, las pequeñas provincias y las ciudades autónomas se ven muy afectadas por el reducido número de representantes que eligen, como por ejemplo el caso de Salamanca, en la que 3 de los 4 diputados no nacieron en la provincia.

Pero mucho más interesante es de dónde vienen esos diputados. Y aquí encontramos dos hallazgos. En primer lugar, podemos observar la existencia de ciertas áreas de influencia, de movilidad interna de diputados, de cuatro “países políticos” en los que los diputados nativos se mueven internamente. Se pueden observar cuatro de estos “países políticos”, algunos con importante resonancia histórica: 1) El que comprendería las dos Castillas y Madrid, gran parte del territorio histórico castellano, el Centro/Norte peninsular. 2) El que incluye a las regiones de la Corona de Aragón, el Este: Cataluña, Aragón, Comunidad Valenciana y Baleares, 3) El que agrupa el Sur de la península, Extremadura y Andalucía. y 4) Euskadi y Navarra.

En segundo lugar, si nos fijamos, cada una de estas zonas tienen provincias que exportan de manera notable más diputados que el resto a la región, lo que podríamos interpretar como “capitales políticas de las Españas”. Es el caso de Valladolid o de Sevilla, auténticos centros políticos de Las Castillas y del Sur. Valladolid, de hecho, es particularmente interesante, porque llega a exportar nada menos que ocho diputados nacidos en su provincia al resto de la zona, incluyendo a tres ministros del gobierno del Partido Popular, mostrando un peso político nacional desproporcionado. Y Sevilla es, sin duda, la capital política del sur, repartiendo cinco diputados por toda Andalucía y recibiendo tres diputados de su zona.

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En resumen, de esta exploración de la movilidad de los diputados electos en las últimas elecciones emerge un mapa político más apegado a la realidad que el mapa institucional de las provincias españolas. Aunque es cierto que el numero de diputados nativos de otras provincias no es mayoritario, alrededor de un 23% (83 de 350), la movilidad de estos diputados no es ni aleatoria ni homogénea. Hay patrones que podemos observar a través del mapa analítico y estos patrones apuntan a la existencia de esos cuatro “países políticos”, esas cuatro Españas políticas. Por debajo de lo institucional, subyacen estructuras sociales, mediáticas, históricas, culturales, migratorias y políticas.

España a los hechos no es una, ni el único centro político es Madrid. Por lo menos si atendemos a como se mueven nuestras señorías, España serían cuatro.

 

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