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Los votantes franceses de izquierdas, divididos ante la segunda vuelta de las presidenciales

El candidato de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon.

“Jamás, ¿me oís? ¡Jamás votaré a ese tío!”. El domingo por la noche, a un simpatizante presente en el cuartel general de Benoît Hamon, el grito le salía del alma, entre lágrimas y el sentimiento de decepción. El candidato socialista, por su parte, sí ha instado a derrotar en las urnas a Marine Le Pen. También se han manifestado en esa línea socialistas y ecologistas. De entre los líderes de izquierdas, sólo Jean-Luc Mélenchon dejaba la decisión en manos de las bases de Francia Insumisa [este miércoles confirmaba que él no hará público su voto], pero muchos de los colectivos que apoyan a la plataforma se han dirigido a los electores para solicitarles que combatan a la ultraderecha.

No obstante, todos coinciden: entre sus amigos o entre los que les apoyan, entre la militancia y los electores de izquierda, persiste una duda, profunda. Algunos de ellos –difícil saber cuántos son, pero parece que un número importante– juran que no podrán votar a Emmanuel Macron. Los hay que incluso piensan votar a Le Pen. Basta con echar un vistazo a las redes sociales para comprobarlo; lo mismo sucede cuando se escuchan los testimonios de los oyentes de diferentes emisiones radiofónicas...

En 2002, parte del electorado ya cedió y Lionel Jospin necesitó cinco días antes de pedir el voto para Jacques Chirac. Pero al ex primer ministro le pilló desprevenido; toda una novedad, que los sondeos no supieron anticipar: los votantes de izquierdas salieron en masa a la calle. Nada que ver con la situación actual.

En Twitter, bajo la etiqueta #Sanmoile7mai [#SinMíEl7DeMayo], puede leerse la opinión de numerosos tuiteros, muchos de ellos simpatizantes de Francia Insumisa. Esos tuits recogen el enfado por recibir consignas de los que han criticado, a veces con vehemencia, la campaña de Jean-Luc Mélenchon; el hastío de votar “en contra de”, “en conciencia, lo único que hago es sumarme”, dice Isabel, que se define como “bretona de izquierdas”; la crítica de las políticas liberales, responsables del ascenso del FN (“Sois responsables del ascenso del FN gracias a vuestras políticas liberales y ¿queréis que os volvamos a votar?” o “votar al FN es la consecuencia de la desesperación social que genera el capitalismo y nos piden que votemos a Macron para frenarlo”); la oposición al programa de Emmanuel Macron (“No votaré ni a Macron ni a MLP no seré cómplice de la futura masacre social que nos prepara el candidato del MEDEF o “#Macron va a aplicar un violento programa de #carnicería económica y social. No votaremos para eso”).

En muchos grupos de Facebook también se debate sobre la conveniencia de votar Macron, de abstenerse o de votar en blanco. Las discusiones a veces son tensas. “OK a la abstención, pero... ¿qué pasa con los sin papeles, los migrantes, los precarios, los que ya sufren violencia? Con MLP [Marine Le Pen] en el poder, se da carta blanca a todos los que desde el aparato del Estado y desde otros estamentos sólo esperan una señal para soltarse. Y ahí sí que no...”, puede leerse en un foro privado al que algunos responden: “Le Pen no va a ganar en la vida, lo que quieren es que nos metamos eso en la cabeza; en este país no hay una mayoría de fachas...”. “Para mí suponer agachar la cabeza frente al sistema contra el que luchamos”; “tonterías, ¿de verdad piensas que entre nuestros rivales no existe una reserva de votos suficiente como para aplastar a Le Pen”.

Algunos se preocupan de su “privilegio blanco que no tiene mucho que perder si Le Pen gana”. Y hay quien responde que incluso durante el quinquenio de François Hollande, éste hizo suya una propuesta del FN, la relativa a la retirada de la nacionalidad, mientras que el ex primer ministro Manuel Valls subrayó la importancia de la batalla identitaria y tomó partida en la polémica sobre el burkini.

En Twitter, Facebook o, incluso en los comentarios de las noticias publicadas en Mediapart, socio editorial de infoLibre, muchos militantes de izquierdas o integrantes de movimientos asociativos se rebelan en contra de las lecciones anti Frente Nacional que reciben, desde el domingo noche, por parte del PS y de la derecha:

[Los que nos impidieron ser solidarios con los migrantes durante 5 años, ahora nos dicen cómo luchar contra el FN!?]

 

“La inmensa mayoría de mis colegas tampoco quiere votar a Macron”, cuenta también una inspectora de trabajo en Facebook que pide permanecer en el anonimato. “Y no sólo los melenchonistas, argumentan que están hartos de tener que ceder al chantaje o votar a Macron, es preparar a Le Pen para 2022 o, peor, veremos lo que pasa, porque no habrá mayoría en la Asamblea”. Otra, profesora, lo confirma: “En el trabajo, el sentimiento es generalizado. Nada que ver con 2002”. “Cansancio”; “ya no vuelvo a elegir entre la peste y la cólera”; “ya no aguanto este chantaje que ya existía con el padre”. Las opiniones y las frases se repiten en bucle.

Los responsables políticos o sindicales también se encuentran divididos entre (o tentados por) el voto en blanco o la abstención. El vicealcalde socialista del distrito XIV de París, Amine Bouabbas, ha publicado en su cuenta de Facebook: “No quiero que Macron saque un 80% [de los votos] y así poder anestesiar al país con pose de salvador para aplicar sus políticas liberales y desreguladoras con sus amigos de la oligarquía. Votaré en blanco”. Antes de añadir, en un comentario: “No creo ni por un momento en que pueda vencer. Si días antes percibo que me equivoco, cambiaré de opinión”.

En un post público, el sindicalista de la CGT Karl Ghazi resume su debate entre la “parte cartesiana de [su] razón y su “corazón”. “En general, (¿por desgracia?), no es mi corazón quien decide, pero que nadie me busque las cosquillas. Y si vuelvo a escuchar a una El Khomri, a un Le Guen, a un Valls, a un Dray o a un Hollande darme lecciones, no respondo”.

“La gente nos dice: ‘Teníais razón [de pedir el voto para Macron], pero para mí todavía es difícil'”, explica también Pierre Laurent, secretario nacional del PCF. “La configuración de la segunda vuelta trae mucha frustración, enfado, amargura, puesto que se trata de una papeleta que no lleva ninguna de nuestras convicciones”.

El ecologista Noël Mamère también pide el voto para Macron, pero “entiende el enfado de aquéllos que no se encuentran en ese duelo anunciado”. “En 2022, 20 años después del 21 de abril, el FN corre el riesgo de llegar al poder, porque habremos abandonado por el camino a la mayoría de nuestros conciudadanos. No puedo decidirme”, escribe el diputado saliente. Durante la campaña, el candidato socialista Benoît Hamon no dejó de insistir en que una victoria de Macron en 2017 derivaría en el ascenso al poder de Le Pen en 2022. En cuanto a Jean-Luc Mélenchon, ha situado a los dos candidatos entre la “ultraderecha” y la “ultramarcha”.

Por su parte, Caroline De Haas, candidata a las legislativas por el distrito XVIII de París, ha tuiteado cómo se desarrolló última reunión de la campaña: “De las casi 50 personas” presentes, “varias expresaron su negativa a votar o su voluntad de votar en blanco”. “Las personas que defienden el voto en blanco o la abstención se negaban a responder a un chantaje con aires de déjà vu. Ellos y ellas nos han dicho: ‘Sistemáticamente, me pedís que vote por el menos malo. Y al final, se trata de volver a empezar cinco años después. Ya está bien. O: “No puedo pensar en meter en la urna la papeleta de un tío que a empeorar, más, la reforma laboral. No me veo capaz”. Al final, hubo más opiniones a favor, que en contra, de votar a Macron, pero no hubo unanimidad”.

La militante feminista ha explicado en un blog las razones por las que va a votar a Macron el 7 de mayo: “Gran parte de mí comprende a mis amigo(a)s, que no van a ir a votar. Mis amig(a)os que dicen que ya les han asestado un golpe. Que están hartos de chantajes al FN cuando no somos responsables de la situación en la que se encuentra el país. Que tienen el sentimiento de que votando a Macron mantendremos con vida un sistema político que está patas arriba y que nos lleva al fracaso. Mi voto el 7 de mayo no responderá sólo a la pregunta: ¿es Manuel Macron una buena elección para mi país?”. Mi voto del 7 de mayo también responderá a la pregunta: “¿Cuál es el resultado que me permitirá mañana dar la batalla?”.

Un razonamiento similar al que defiende la historiadora Mathilde Larrère en Twitter y que acaba con estas palabras: “Personalmente, prefiero que en una manifa contra Macron, me señalen con un: ‘No tienes nada que decir, votaste’, en lugar de que en una manifa contra Le Pen me digan: “No tienes nada que decir, no votaste”. Porque si me pasase eso, no me lo perdonaría”. Unas líneas más arriba, se limitada a recordar: “La gente que duda, los que han elegido, no son idiotas, traidores. Ni las consignas, ni los anatemas han hecho nunca que la gente cambie de opinión. Si queréis convencer, hablad, tranquilidamente, pero escuchad también”.

De esta discusión, también pueden derivar los cambios de opinión, las dudas, los votos a Macron que se transforman en abstención, votos nulos que se convierten en votos a Macron, hasta el 7 de mayo. Varios comentarios lo señalan así: algunos de los más reticentes al voto de contención todavía puede cambiar de opinión: “No lo tengo claro, todavía hay tiempo de reflexionar. 15 días dan para mucho, todavía pueden pasar muchas, muchas cosas...”, señalaba un votante de Hamon en Facebook. No es el único.

Una desafiante Le Pen advierte a Macron: "Francia será dirigida por una mujer, yo o Merkel"

Traducción: Mariola Moreno

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