Luces Rojas

La renta básica universal y la izquierda

Por un Socialismo de la levedad

Luis Fernando Medina

Supongamos que es Ud. un libertario de derechas. Detesta la intervención estatal y cree que el Estado del bienestar distorsiona los incentivos en el mercado de trabajo. Sin embargo, acepta que hay que hacer algo para aliviar el problema de la pobreza. Tengo la solución para Ud.: un impuesto a la renta negativo, es decir, una escala tributaria tal que a las personas cuyo ingreso cae por debajo de cierto umbral se les da dinero contante y sonante. Como la gente tiene gastos mes a mes y solo declara renta una vez al año, se puede pensar en un pequeño cambio administrativo para que en lugar de recibir el dinero a la hora de la declaración, lo reciban todos los meses haciendo el cruce de cuentas al final.

Ahora supongamos que es Ud. un radical de izquierdas. Considera que toda la riqueza de la sociedad, desde la primera finca hasta el último parque tecnológico, debe ser propiedad colectiva. Aborrece la forma en que el Estado capitalista anda vigilando la vida de los pobres, estigmatizándolos, poniéndoles todo tipo de condiciones. Pero acepta que en una economía moderna tiene que haber espacio para la operación de mecanismos de mercado. Tengo la solución para Ud.: un programa de renta básica universal en el que todos los ciudadanos reciban una suma de dinero contante y sonante, un "dividendo social" por decirlo así. Como al final del año fiscal hay gente que sale a deberle al Estado más en impuestos de lo que recibió por la renta básica, se puede pensar en un pequeño cambio administrativo para que en lugar de recibir el dinero mes a mes, se les incluya en el cálculo de los impuestos haciendo el cruce de cuentas al final.

Si le parece un poco desconcertante esta dualidad, bienvenido a uno de los debates más recientes al seno de la izquierda, debate que tal vez se va a profundizar a medida que la idea de la renta básica universal se va volviendo más visible. (Suiza va a celebrar próximamente un referendo al respecto y cada vez se debate más en sitios tan disímiles como España y Estados Unidos).

Podrían escribirse (y se han escrito) volúmenes enteros sobre la naturaleza de la renta básica, sus ventajas, desventajas, riesgos y demás. El lector interesado puede consultar, por ejemplo, los materiales disponibles en redrentabasica.org. Pero aquí me interesa un asunto distinto: ¿Debe la izquierda abrazar la causa de la renta básica? La respuesta no es obvia: varios sectores de la izquierda española se han mostrado en contra recientemente. Yo discrepo. Creo que la izquierda debe adoptar decididamente esta bandera. Pero antes repasemos los argumentos de los críticos.

Como ya vimos, la renta básica se puede interpretar como un programa de derechas, encaminado a privatizar la asistencia social y desmontar todas las instituciones del Estado de bienestar, desde el seguro de desempleo hasta las pensiones. Una vez se acepte el principio de la renta básica, dicen los críticos, será muy fácil comenzar a monetizar todos los servicios sociales, convirtiendo la sanidad y la educación pública en subsidios a la demanda, y luego reducirlos en nombre de la austeridad fiscal, perdiendo en poco tiempo todas las conquistas del Estado del bienestar. Es verdad. La renta básica universal puesta en manos de un escuadrón de fanáticos hayekianos puede ser una carga explosiva de profundidad en los cimientos del aparato redistributivo.

Pareciera un raciocinio muy sensato que toma en cuenta los riesgos del peor escenario posible. Pero un análisis cabal de riesgos debe siempre considerar las alternativas. Si estoy en medio de una calle y se acerca hacia mí un coche a alta velocidad, sería insensato quedarme quieto por temor a que al llegar a la acera me caiga un piano encima. Si la izquierda no es capaz de impedir la llegada al poder de un escuadrón de fanáticos hayekianos, simplemente está perdida con o sin renta básica.

La pregunta que debe hacerse la izquierda en este caso no es si la renta básica en sí es buena o mala. Eso depende de quién la administre. Más bien la pregunta debe ser si la renta básica le permite a la izquierda mejorar su posición estratégica de largo plazo.

En este sentido, lo primero que hay que notar es que todos los cambios sociales duraderos que han ocurrido en el capitalismo moderno son producto de una mezcla un tanto desconcertante de conflicto y conciliación. Tomemos, por ejemplo, el sufragio universal o el Estado del bienestar, dos logros históricos de la izquierda. No hay ninguna duda de que en ambos casos fueron necesarias arduas luchas políticas de los movimientos de izquierda. Pero también es cierto que en ese proceso fue importante ganar el apoyo de sectores de derecha.

A finales del siglo XIX varios políticos tradicionales, especialmente en Francia, se declararon partidarios del sufragio universal como una medida para desactivar los bastiones revolucionarios radicales: votos sí, barricadas no. El sufragio universal, en sí mismo, no es ni de derechas ni de izquierdas. En Inglaterra fue el vehículo para que el Partido Laborista (el viejo, el de verdad) llegara al poder y pusiera en marcha enormes transformaciones. Pero durante el siglo XX Latinoamérica también tuvo sufragio universal (y en muchos casos elecciones regulares) y vean los resultados.

Algo similar ocurre con el Estado del bienestar. Los empresarios suecos le dieron la bienvenida a las medidas de compresión salarial, emanadas del vigoroso movimiento sindical socialdemócrata, que aunque encarecían la mano de obra no cualificada, abarataban la mano de obra profesional, facilitando así el cambio tecnológico. Aunque la creación de servicios universales de sanidad ha sido una vieja causa de la izquierda, en muchos países el empresariado termina por adoptarla ya que le permite repartir mejor los riesgos, reducir los costes y mitigar la competencia entre empresas por atraer mano de obra.

De modo que para la izquierda no debe sorprender ni despertar sospechas el hecho de que a algunos sectores de derecha les guste la renta básica. Eso ocurre con todo cambio social de envergadura. Más bien, lo que se debe hacer es aprovechar ese posible consenso para sacar adelante una reforma que una vez acometida puede cambiar los términos del debate.

Y es que resulta imperativo cambiar dichos términos. El músculo político de la izquierda, el movimiento obrero sindicalizado, ha venido perdiendo tono desde hace mucho tiempo, dejando a la izquierda a la defensiva. De ahí la cadena de derrotas políticas que hoy en día amenaza incluso los fundamentos del Estado del bienestar.

Pero aquel movimiento obrero de antaño no va a volver. Es importante generar músculo político de otra manera y en eso la renta básica es fundamental. En torno a la renta básica se pueden formar nuevas coaliciones de izquierda, coaliciones que unan a trabajadores del sector formal con aquellos que están por fuera, coaliciones que unan a desempleados con pequeños emprendedores a quienes la renta básica les puede dar acceso al mercado de capitales, en fin, coaliciones nuevas que puedan servir para las nuevas luchas de la izquierda.

La renta básica tiene riesgos. Pero también es un paso hacia una vieja aspiración del socialismo: la desmercantilización del trabajo. En sí misma no es el socialismo ni la solución a todos los problemas. Pero genera condiciones para que la izquierda avance algunas de sus causas más entrañables al tiempo que se prepara para nuevas luchas. ¿O es que la izquierda ahora quiere ser conservadora?

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Luis Fernando Medina es Investigador del Centro de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales del Instituto Juan March, realizó el doctorado en Economía en la Universidad de Stanford, ha sido profesor de ciencia política en las Universidades de Chicago y Virginia (EEUU) e investiga temas de economía política, teoría de juegos, acción colectiva y conflictos sociales. Es autor del libro A Unified Theory of Collective Action and Social Change (University of Michigan Press, 2007).

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