Muros sin Fronteras

Las lecciones de Alemania

Un Gobierno responsable no incendia; un Gobierno responsable mantiene la calma, informa, no especula, no difunde bulos ni desata fobias contra razas, religiones o países. En esto, el Ejecutivo alemán ha sido ejemplar en el manejo de la situación creada por el atropello masivo en el centro de Berlín. Esperó varias horas antes de confirmar que lo ocurrido en el mercadillo de Navidad de la Breitscheidplatz era un acto de terrorismo. Solo cuando las investigaciones policiales avalaron la tesis del atentado, la canciller federal, Angela Merkel, compareció para confirmarlo, mostrar su consternación y para decir que lo ocurrido no afectaría a la política de refugiados. Solo erró en el presunto autor.

Pero afectará, quizá no en el corto plazo. En algún momento entre agosto y octubre de 2017, Alemania celebrará elecciones generales. El partido Alternativa para Alemania (AfD), xenófobo y de extrema derecha, liderado por Frauke Petry, alcanzó el 24% de los votos en las últimas elecciones regionales y podría ser una amenaza para la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de Merkel. El actual gobierno es de Gran Coalición con el Partido Socialdemócrata (SPD), pero un mal resultado forzaría la dimisión de Merkel.

La posibilidad de que el conductor del camión sea un solicitante de asilo alimenta el discurso de Petry y su AfD, y de otros partidos de extrema derecha europea que se alimentan del miedo al extranjero y de la manipulación. Que sea verdad o no da igual, el daño está hecho.

Ya salió a la palestra el insufrible Nigel Farage, alma máter del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), clave en el éxito del Brexit. Responsabilizó a Merkel de los muertos. Este personaje fue uno de los primeros políticos europeos en reunirse con Donald Trump tras las elecciones de EEUU. También pueden beneficiarse del clima de odio y miedo el Partido de la Libertad del xenófobo Geert Wilders, en Holanda (elecciones en marzo de 2017), y Marie Le Pen, lideresa del Frente Nacional, que aspira a ganar la primera vuelta de las elecciones presidenciales (abril).

El año empezó mal en Alemania, cuando una turba de hombres, extranjeros y según los testigos de aspecto árabe, acosaron y manosearon a decenas de mujeres en el centro de Colonia en la fiesta de Nochevieja. En algún caso se llegó a la violación. Fue un escándalo que obligó a Merkel a dar un giro a su política de puertas abiertas con los refugiados. Desde entonces está en dificultades en los sondeos.

Los medios de comunicación deberían ser más serios que el Gobierno más serio. Una de sus funciones, además de informar sobre hechos, es vigilar de cerca la actuación de los gobiernos. En la era de las redes sociales e Internet, de la competencia feroz y de la velocidad, no cambian las normas esenciales; la principal exige verificación.

En estos casos recuerdo siempre una frase de Gabriel García Márquez: “Primicia es el primero que lo cuenta bien”. Trabajamos con hechos comprobados, no con deseos ni opiniones. Las opiniones y los análisis llegan después de los hechos. El orden de los factores diferencia el buen periodismo del periodismo tóxico y malintencionado.

Frente a la responsabilidad alemana en el manejo informativo de lo ocurrido, está la irresponsabilidad del presidente electo de EEUU, Donald Trump. Sin esperar a que lo confirmara la policía alemana, aunque fuera por cortesía diplomática, dijo:

“Nuestros corazones y oraciones están con los seres queridos de las víctimas del terrorífico ataque terrorista de hoy en Berlín. Inocentes civiles fueron asesinados en las calles mientras se preparaban para celebrar las fiestas navideñas. Isis y otros terroristas islámicos matan continuamente a los cristianos en sus comunidades y lugares de culto como parte de su yihad global. Estos terroristas y sus redes regionales y mundiales deben ser erradicados de la faz de la Tierra, una misión que llevaremos a cabo con todos los socios amantes de la libertad”.

La reacción de Trump es consecuente con el personaje, con lo dicho tras la matanza del club gay Pulse en Orlando (Florida). En ese momento era candidato; ahora es el presidente electo, confirmado por el Colegio Electoral.

Lo dicho por Trump se parece a lo dicho por AfD y por Andrea Levy en España, quien vinculó en Hora 25 lo ocurrido a un ataque a la civilización occidental. Declaración que fue tuiteada por el Partido Popular, se supone que orgulloso de su contenido, y borrada poco después. Levy no es una doña nadie, es la vicesecretaria de Estudios y Programas del PP. Unos sobre reaccionan por cálculo electoral o por pulsión ideológica; otros, por ignorancia. Trump, presidente de la primera superpotencia mundial suma ambas opciones. Nos esperan cuatro años peligrosos.

Toda sociedad responsable guarda bajo siete candados un baúl repleto de afrentas históricas, odios más o menos dormidos y pasiones que no se debe abrir bajo ningún concepto. La historia demuestra que cuando se abre el baúl corre la sangre, hay guerras y desgracias que cuesta años volver a meter en el lugar del que no debieron salir jamás. Trump y una parte de los republicanos ha basado su éxito en abrir ese baúl. Lo ocurrido en los Balcanes en la década de los 90 demuestra lo fácil que es agitar ese odio, lanzar un pueblo contra otro. En los Balcanes fallaron los medios y los intelectuales, también Alemania y Francia, y en menor medida, el Reino Unido. Y falló EEUU que dejó el asunto en manos europeas.

Lo ocurrido en Berlín recuerda al atentado de Niza en julio. Entonces se le regalaron al ISIS los titulares que le adjudicaban lo ocurrido. Sucedió lo mismo en Orlando. No hay pruebas de que el ISIS estuviera detrás de ambos ataques. Más que una orden, es el clima de odio y fanatismo creado lo que activa a los atacantes.

En el primer caso, el atacante, Mohamed Lahouaiej-Bouhlel, de origen tunecino pero nacido en Francia, tenía un historial de malos tratos, comportamiento violento y de problemas psiquiátricos. Al parecer actuó más por inspiración que por órdenes del ISIS. Un tercio de los muertos en Niza eran musulmanes. Lo recuerdo para que Levy y compañía ajusten su discurso a la realidad. Desde 2000, más del 80% de los muertos por terrorismo yihadista son musulmanes. El último en Jordania. No hay choque de civilizaciones, solo hay asesinos, una minoría dentro del mundo islámico.

Berlín nos recuerda que tenemos un problema. Que el sospechoso del ataque pudiera ser un solicitante de asilo no ayuda al discurso de refugies welcome sino que refuerza el contrario, el de la devolución de la mayoría de los refugiados a Turquía. No son buenos tiempos para los derechos humanos cuando lo que prima es la seguridad y la manipulación. Un solicitante de asilo delincuente no sería la prueba de  que todos los refugiados lo sean. El problema es la incapacidad de saber quién entra, en qué condiciones se encuentra, establecer si tiene derecho legal al asilo, y separar el trigo de la paja. Las víctimas son las que deben ser bienvenidas, no los verdugos. Canadá hizo ese proceso de investigación para 20.000 personas en cuatro meses.

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Estos casos siguen siendo excepcionales. Es más grave la desconexión con su país de nacimiento de la segunda y tercera generación de inmigrantes llegados del norte de África o de Asia. Las banlieue francesas o el barrio de Molenbeek en Bruselas son una prueba. Se ha abandonado a miles de jóvenes sin presente ni futuro. Ellos son carne de cañón, víctimas propicias ante el discurso de grupos como el ISIS.

Es urgente una estrecha cooperación policial en la UE y de los servicios de espionaje, disponer de normas e instrumentos de prevención y lucha comunes. Pero debemos saber que por mucho que se invierta en seguridad, ataques como el de Berlín son muy difíciles de parar. Y más si se trata de lobos solitarios. El trabajo es a largo plazo: formar imanes europeos en los valores de respeto y libertad y educar.

Es una tragedia para miles de civiles en Siria, que lo ocurrido el lunes en Berlín vaya a tapar su situación. Las víctimas de la Breitscheidplatz han desplazado a las víctimas de Alepo. Sus historias apenas han durado 24 horas en los informativos y en los diarios escritos. Prima la cercanía, el color, la nacionalidad, el nosotros. Y a partir del 20 de enero, todo este coctel estará en manos de un pirómano llamado Donald Trump. No es la era de la posverdad, es la era de la posdemocracia y de sus valores. Sin ellos será difícil diferenciar los buenos de los malos. Entonces, la derrota será total.

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