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Muros sin Fronteras

Mosul, tierra quemada

Las guerras que duran demasiado tienden a la invisibilidad. Desde el olvido se mata mejor, y más, porque no hay testigos formulando preguntas incómodas. Una de esas batallas sin foco se libra desde el 17 de octubre de 2016 en Mosul, tercera ciudad de Irak. Se cumplen más de seis meses de lento avance para desalojar al Estado Islámico de Irak y Levante (ISIS o Daesh), que la convirtió a mediados de 2014 en la capital de su califato. Los periodistas van y vienen porque el negocio no está aún para dispendios. El peso informativo recae en los reporteros iraquíes y kurdos; ellos no entran y salen; ellos están dentro, es su guerra.

Mosul no es un paseo militar pese a que el Ejército iraquí cuenta con el apoyo aéreo de EEUU y de otros países europeos que mantienen un perfil algo más bajo, además de tener ayuda en el terreno de tropas especiales británicas, francesas y estadounidenses.

La lucha en Mosul es barrio por barrio, casa por casa, y esta vez no se trata de una exageración periodística. Los milicianos del ISIS defienden cada palmo. Para ellos se trata de una misión suicida, tienen cortadas las rutas de escape. Luchan por su lugar en el Paraíso. La oposición es formidable.

Esta recopilación del avance, publicada por la BBC, permite comprender la complejidad de la operación. Aunque los datos son de hace diez días apenas se han producido cambios significativos.

La novedad está en el aire, en un bombardeo que mató hace unos días a decenas de civiles  (entre 150 y 200, según fuentes locales). Ocurrió en Jadida, un barrio de Mosul. Sigue a otro ataque de EEUU en los alrededores de Raqqa, plaza fuerte del ISIS en Siria, que mató a otros 30 civiles. A las víctimas civiles se les denomina daños colaterales.

Lo ocurrido en Jadida ha llevado a algunos medios a culpar a Donald Trump, pero para ser justos con él, que ya tiene y tendrá lo suyo, es necesario recordar que en el último año de Barack Obama, EEUU lanzó 26.171 bombas (tres al día). La mayoría desde aviones no tripulados (drones) en el norte de Pakistán, Afganistán, Yemen o Somalia, ejemplos del cansancio sobre el que escribía en el primer párrafo. Son muertos invisibles. Los mismos radicales tienen una gran responsabilidad en el silencio global, pues no permiten el acceso de periodistas extranjeros, reducidos en bloque a la categoría de espías, como sucede en Siria, el país de los secuestros con permiso de México y Honduras, otro tipo de invisibilidades.

EEUU bombardeó tres edificios en Jadida a petición del mando iraquí, que solicitó apoyo aéreo para neutralizar (otro eufemismo) varios francotiradores del ISIS parapetados en las azoteas. El sótano de uno de esos edificios se encontraba repleto de civiles que buscaban seguridad en los combates. Fue una ratonera. Se trata del incidente más grave desde la invasión de 2003. Amnistía Internacional denuncia que no se está haciendo lo suficiente para evitar las bajas de civiles.

Esto es lo que encontró en el lugar del bombardeo Tim Arango, enviado a Mosul por The New York Times.

EEUU y sus aliados acusaron a finales de 2016 al presidente ruso, Vladimir Putin, de cometer crímenes de guerra y violaciones de los derechos humanos en Alepo (Siria). La aviación rusa y el régimen de Basar al Asad se emplearon con contundencia en la ofensiva final sobre las zonas controladas por los diversos grupos rebeldes (menos en el ISIS, que no estaba ahí). Murieron decenas de civiles. Así lo denunció también HRW.

La situación en Mosul es dramática. De los 355.000 desplazados (un tercio de la población), solo han regresado a las llamadas zonas liberadas unos 81.000. Miles de personas permanecen atrapadas en zonas de combate. Su situación es desesperada.

El 13 de febrero de 1991 dos bombas estadounidense guiadas por láser mataron a más de 400 civiles en un refugio en Al Amiriya, un barrio de Bagdad. El refugio fue construido durante la guerra entre Irak e Irán. Las autoridades estadounidenses (Dick Cheney era ministro de Defensa) justificaron el ataque: era un centro de mando. EEUU acusó al régimen de Sadam Husein de utilizar civiles como escudos. Irak lo negó y elevó el número de fallecidos a 800. Naseer Shamma, un virtuoso del laúd, representa lo ocurrido con música. Si no entienden la lengua árabe pueden avanzar hasta el minuto 5,10. Su música revive la tragedia.

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Igual que entonces, EEUU y el Ejercito iraquí acusan hoy al ISIS de utilizar a la población civil para camuflarse e incrementar las bajas. La mayoría de los habitantes de Mosul son suníes. La mayoría del Ejército iraquí es chií. Los aliados se han esforzado en incorporar a la lucha a unos 15.000 suníes, además de los peshmergas kurdos.

Una de las razones por las que el ISIS ha aguantado tanto en Mosul es porque contaban con el apoyo o la pasividad de la población, que les veía como un mal menor. El Gobierno chií de Nuri Al Maliki, ya fuera de la circulación, condujo una política sectaria que le granjeó el odio de los suníes, que representan el 20% de la población en Irak.

La derrota del ISIS es inevitable, sea a corto o medio plazo. El problema llegará cuando el Califato pierda el territorio, que es su principal atractivo para miles de fanáticos, y retorne a los cánones de un grupo terrorista más convencional, como Al Qaeda, o como eran ellos en 2003 y 2004. La consecuencia será un incremento de los atentados en Siria e Irak, y en Europa. Los 5.000 europeos que luchan con ellos tendrán que regresar a casa. ¿Lo llamaremos también efectos colaterales?

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