De Begoña Gómez a Brigitte Macron: radiografía del acoso misógino a las mujeres de los presidentes

La directora de la Cátedra Extraordinaria de Transformación Social Competitiva de la UCM, Begoña Gómez.

Pedro Sánchez denunciaba en su carta que los políticos nunca se habían enfrentado a un nivel tan alto de odio como el actual. Lo cierto es que, desde episodios tan vergonzosos como el acoso a las hijas de José Luis Rodríguez Zapatero siendo solo unas niñas o el asedio durante meses a la familia de Pablo Iglesias e Irene Montero en su casa de Galapagar, hemos cruzado cada vez más líneas rojas.

La admisión a trámite de la denuncia basada en algunas noticias falsas presentada por Manos Limpias a Begoña Gómez ha sido la gota que ha colmado la paciencia del presidente del Gobierno, después de una persecución que empezó en 2014 con el comisario Villarejo espiando los negocios de su suegro para “matarle políticamente”. El hostigamiento a su círculo más cercano ha provocado lo que nadie imaginaba, que el político más determinado y resistente se plantee dimitir.

“Nació hombre”: un bulo misógino y tránsfobo

“Mi mujer ha sufrido ataques injustos por irreales y desproporcionados (...) Lo único que puedo tener son palabras de agradecimiento a una persona que quiero y que ha sufrido de manera injusta ataques como decir que es transexual o cualquier otra barbaridad”, explicaba molesto en Salvados durante la campaña del 23J. Unas palabras en las que, desde la perspectiva actual, se aprecia el hartazgo del presidente.

Precisamente, esta teoría de la conspiración de que Begoña Gómez es transexual y el vergonzoso apodo de ‘Begoño’ que empezó en una tertulia de Distrito TV ―un canal de televisión de nicho que actúa como altavoz de la ultraderecha― se popularizó muy pronto en redes sociales. Es habitualmente trending topic e incluso fue un eslogan utilizado por los más radicales en las manifestaciones contra la amnistía en Ferraz.

Este bulo misógino y tránsfobo también lo han sufrido mujeres de líderes políticos en otros países en los que, como en España, es difundido por grupos conspiranoicos ligados a la ultraderecha. Su objetivo es minar la moral y desestabilizar la salud mental de unos presidentes del Gobierno que ven cómo sus mujeres son denigradas e insultadas injustamente y utilizadas como un saco de boxeo para atacarles políticamente a ellos.

Michelle, Brigitte o Jacinda: víctimas de la misma teoría de la conspiración

Aunque Michelle Obama fue una de las primeras en sufrir en sus propias carnes esta teoría de la conspiración tras la publicación de un vídeo del famoso gurú ultra Alex Jones, el ejemplo de Brigitte Macron es paradigmático por cómo le sigue afectando en la actualidad. Mentiras como que se gastaba 150.000 euros al año en maquillaje y peluquería o que había enchufado a su hija han circulado en redes sociales desde que su marido llegó a los Campos Elíseos. Pero el rumor de que era transexual impactó de lleno en la campaña de las elecciones presidenciales de hace dos años y todavía sigue presente hoy.

Hace un mes, durante el 8M, el propio Macron rompía su silencio sobre este tema delicado para su familia. “Lo peor es la información falsa y los escenarios inventados. La gente acaba creyéndoles y te molestan incluso en tu intimidad”, dijo sobre el caso por el que su mujer llegó a tomar acciones legales y que a él le sigue resultando doloroso.

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En este sentido, se produce un fenómeno curioso porque, fruto del machismo de la sociedad, cuando son ellas las que gobiernan no se ataca a sus maridos, sino que se recrudece el ataque personal contra ellas. Es lo que sucedió con el acoso a la ex primera ministra de Finlandia Sanna Marin o cuando el bulo de la transexualidad salpicó a la de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, que finalmente se vio obligada dimitir por los ataques y amenazas que sufrió a lo largo de su mandato.

A mediados del siglo pasado, el historiador estadounidense Richard Hofstadter estudió cómo las teorías de la conspiración se habían convertido en elementos centrales en la política. Con la fragmentación de las audiencias y la polarización, teorías descabelladas como la de ‘Begoño’ encuentran su hábitat natural en la lógica de las redes sociales, el clickbait y los ciclos de noticias de 24 horas, con el único objetivo de hacer daño, embarrar y empobrecer el debate público.

Entrar en la espiral de manipular, montar casos y atacar sin pruebas al entorno familiar de los políticos como arma electoral es altamente peligroso. Primero, porque son personas ajenas a la política, sin cargos de responsabilidad, que no se pueden defender. Pero, sobre todo, porque si seguimos sometiendo a este nivel de acoso, sobreexposición y fiscalización a los cargos públicos nadie querrá dedicarse a la política. El coste personal será demasiado alto y nunca, como se preguntaba Sánchez en su carta, les merecerá la pena.

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