Librepensadores
La disolución de la convivencia
Cuando nace una teoría, entendida como forma ideal de estructurar una tarea, un proceso, una organización… ésta desemboca en un modelo, una manera de trasladar a la práctica la esencia misma de dicha teoría.
Por supuesto no podemos ignorar que dicho proceso desde la concepción teórica hasta la traslación práctica en modelo no está libre de aspectos implícitos y explícitos de condicionamiento. Pondré un ejemplo: cuando la teoría del taylorismo comenzó a llevarse a la práctica en la organización de la fábricas aún no eran visibles los aspectos implícitos que conllevaría dicha aplicación, pero sí, y por eso se consideró racionalmente favorable su aplicación, se apreciaban las posibles mejoras en el aumento de la producción. Pero hasta que no fue adaptado a la realidad no fue posible ir percibiendo los aspectos implícitos que este modelo acarreaba en las personas. Tales como la deshumanización de la tarea realizada por el trabajador, el aislamiento individual de cada trabajador que se ocupa de una parte concreta y específica del proceso de producción, y la carga añadida de una tarea excesivamente monótona y repetitiva.
Pasado el tiempo estos aspectos quedaron más evidentes y dieron así la posibilidad de su corrección o supresión.
De la misma manera existen determinadas teorías y modelos concebidos para desarrollar las sociedades a partir de un crecimiento económico como eje central de toda construcción social. La búsqueda del beneficio individual apoyada en una actitud competitiva que haga de motor para el desarrollo económico y el progreso de las sociedades. Es evidente a día de hoy que estos enfoques han traído progreso y altísimos niveles de desarrollo para la sociedad en general y para los individuos en particular, pero la falta de autocrítica de otros aspectos de importante repercusión han sido omitidos u obviados agravando aún más los aspectos implícitos que albergaban estas teorías económicas.
Colocar al individuo por delante del grupo ha supuesto anteponer la verdad de cada uno, la verdad individual, frente a la verdad colectiva construida por el consenso. Esto pone en dificultades acceder a una verdad objetiva y universal, pilar fundamental de una sociedad. Las opiniones personales se imponen como verdades absolutas que no permiten contra-argumentación sin ser calificado de intolerante. Esta sobrevaloración de las opiniones individuales rompe los mecanismos del lenguaje, cuya naturaleza es conducirnos hacia la verdad demostrable, dado que no hay una verdad sino tantas como individuos. Y este círculo se cierra con una crisis del sujeto, se produce un repliegue del sujeto al no haber elementos comunes, verdades objetivas. Deriva en una ruptura del individuo con los otros y una disolución de la propia responsabilidad frente a los demás.
Todo esto debería requerir de una reconstrucción de la convivencia, basada en el reconocimiento de los demás a partir de puntos en común.
No se me ocurre nada mejor que la educación para comenzar a construir una sociedad basada en la convivencia y el espíritu de comunidad. ______________
Eduardo Oneca Cervero es socio de infoLibre