Mundo paralelo

Fernando Pérez Martínez

En el mundo actual, en el planeta que habitamos, hay más de siete mil millones de seres humanos a los que poder llamar contemporáneos pero sólo debido a razones cronológicas. La diversidad de grados de desarrollo técnico y cultural de los pobladores de los ámbitos en que moran, en los que se reparte la convivencia, es muy heterogéneo y a menudo incompatible.

Hay civilizaciones contemporáneas en este año de 2015, que apenas están superando el neolítico mientras que otras contemplan desde el mismo año el oscurantismo medieval lejos todavía del renacimiento, en tanto que las áreas geográficas convencionalmente más desarrolladas se preocupan de compatibilizar desarrollo y ecología, tras las revoluciones industrial, atómica y cibernética, pretendiendo un ideal de desarrollo planetario sostenible. Ignorándose mutuamente o aniquilándose si se tercia.

La población de cada una de estas zonas habitadas por neolíticos, medievales, etc., sostienen mayoritariamente unas creencias acordes con su grado de desarrollo que son la punta de lanza que les mueve en sus respectivos ámbitos geográficos, esperando que les proporcione la felicidad concebible desde las nociones filosóficas concordantes con las creencias mayoritarias y las posibilidades técnicas reales.

Independientemente de que en las mismas áreas convivan minorías “adelantadas para su tiempo” que periódicamente son masacradas u obligadas al exilio para salvar la vida. Las relaciones que se establecen entre las distintas áreas, se producen mediante contactos institucionales entre los gobiernos de las organizaciones nacionales y políticas coherentes con el grado de desarrollo de sus respectivas zonas de influencia. Son contactos puntuales de carácter instrumental y económico, que se limitan al intercambio de productos elaborados y materias primas, ayudas al desarrollo, o políticas humanitarias o militares y que tienen lugar entre élites que controlan férreamente las respectivas sociedades.

En cada una de estas áreas de influencia marcadas por un nivel diferente de adelanto social se impone una lógica política, filosófica, imperante que lideran los grupos que detentan el poder y utilizan en pro de los ideales colectivos y en beneficio de las élites dirigentes. Así nos lo muestra el devenir de la historia de la humanidad reflejado en nuestra propia historia. Siendo corriente para explicar un fenómeno político o económico que se produce en un país determinado exponerlo en términos comparativos con lo sucedido en un momento del pasado en otro país. De manera que para justificar las políticas de Syriza en Grecia o Podemos en España respecto a la reestructuración de la deuda externa se acude a la Alemania de posguerra gravada con deudas impagables por daños de guerra que hacían imposible la supervivencia del país y el pago a las naciones acreedoras.

En estos momentos la torpeza demostrada por las políticas de nuestras élites en la dirección de sus relaciones con los países surgidos de los antiguos imperios coloniales ha propiciado toda una serie de consecuencias que se concretan en naciones inviables basadas en intereses de oligopolios comerciales o industriales, intereses espurios de carácter político o estratégico, juegos de alianzas para propiciar o proteger equilibrios militares o económicos que hacen imposible el tránsito del derecho de los pueblos hacia su natural y justa aspiración a un futuro en paz y desarrollo equilibrado, que pasaría por reescribir el estatus quo internacional.

Hacer responsables de la explosión de barbarie producida en París, en este comienzo de 2015, con el asesinato perpetrado en la redacción del periódico satírico Charlie Hebdo, a un descerebrado megalomaníaco que no pudiendo prosperar como estrella del rap vio el cielo abierto como mártir de Alá, no explica un estado de cosas que ya resulta insostenible y continúa causando víctimas sin atisbarse una solución válida dentro del actual cuadro internacional, propicio a toda suerte de manipulaciones emocionales sobre las masas de aquí (ascenso de partidos xenófobos, intransigentes y criminales) y de allí (consolidación de gobiernos teocráticos y asesinos), cimentados en la confrontación de modelos medievales de motivación mesiánica y metafísica contra los de nuestro ámbito tendentes a la racionalidad, pero con fuertes componentes de inspiración religiosa.

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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