Cultura

Siete recomendaciones literarias para un Sant Jordi en julio contra viento y marea

La Rambla de Barcelona, desierta, en el pasado día de Sant Jordi.

Libreros y editores habrían querido decir que a la segunda va la vencida... pero no ha podido ser. No del todo. En primavera, y en lo más duro del confinamiento, el Día del Libro tuvo que ser aplazado hasta el 23 de julio, una fecha que, por entonces, parecía segura. Pero esta nueva celebración ha pillado a Barcelona, capital del Sant Jordi, en un semiconfinamiento debido a los rebrotes, que este martes sumaban 590 nuevos casos en Cataluña. Después de haber organizado la instalación de puestos en el paseo de Gràcia, la Cambra del Llibre de Catalunya tuvo que suspender la actividad y trasladarla a las librerías. De nuevo, un Sant Jordi (de verano) sin Sant Jordi. 

Y no todo está resuelto en la ciudad catalana, porque la Generalitat pide a la población que "no salga de sus domicilios y se desplace solo para movimientos esenciales". Siguiendo esas recomendaciones, editoriales como Penguin Random House o Anagrama han suspendido sus firmas en Barcelona, y han hecho lo mismo librerías como Ona Llibres. Otros comercios de poblaciones como Reus y Figueres han tomado decisiones similares. En Cataluña, pues, el Día del Libro se desplaza de nuevo de las calles a las librerías (y floristerías), físicamente o por Internet. Algo similar pasa en Aragón, donde los rebrotes sumaron 187 nuevos casos el martes. (Ironías del covid-19: los rebrotes aquejan a las dos comunidades donde Sant Jordi se vive más intensamente). Pero aquí y allí, y tímidamente, algunos se muestran decididos a que 2020 tenga su celebración. 

En Cálamo, librería de Zaragoza, han tenido que cancelar sus firmas, pero la celebran en diferido: la librería se compromete a que, si el lector adquiere un libro de 15 escritores seleccionados (Irene Vallejo, Sergio del Molino y Julián Casanova entre ellos), el autor se lo firma de buena gana. (Otra iniciativa, no menos apetecible que la anterior: regalan una mata de borrajas con la compra). En Gandía, Tárrega e Ibiza sí se sale a la calle, con puestos y firmas de autores, mientras otras librerías han optado simplemente por aplicar el 10% de descuento que suele usarse en las ferias. En Plasencia, las librerías La Pecera y La Puerta de Tannhäuser sacan sus ejemplares a la calle; en Salamanca, Letras Corsarias ha editado un libro (de Sara Mesa con ilustraciones de Ana Juan) que regalará a sus lectores; en Cervantes y Compañía, en Madrid, firma ejemplares Rafael Reig; y, también en Madrid, las librerías vallecanas celebran su particular Día del Libro en la calle. Sirvan de ejemplo. 

Pero el Día del Libro suele ir sobre todo de, ejem, libros. Y, tras meses de crisis sanitaria, con el miedo a los rebrotes ya tan instalado como la mascarilla y una mirada (recelosa) en las vacaciones, recomendamos algunos títulos covid-freecovid-free. Para descansar aunque sea unas horas.   

Últimas tardes con Teresa, de Juan MarséÚltimas tardes con Teresa

Juan Marsé, que falta desde hace solo unos días, pudo colgarse el galón de haber sido uno de los autores que han definido los límites de Barcelona. Es la ciudad de posguerra, luminosa y oscura a ratos como entre nubes de tormenta, pero también la corte en la que trepa el arribista Pijoaparte, ciudadano ilustre, y la cuna de la Teresa del título, hija de la burguesía que se revuelve contra sus ataduras en la universidad y contra el franquismo. El pasado febrero, por su 60º aniversario, la editorial Lumen publicó una nueva edición de este clásico contemporáneo, ganador del Biblioteca Breve en 1965 y editado en 1965.

De él llegó a advertir la censura: "Todo el fondo y la forma de la novela puede considerarse inmoral, por lo que su publicación fue justificadamente denegada por el lectorado del Servicio de Orientación Bibliográfica". Pero, si el censor más estricto es el tiempo, Marsé, Pijoaparte y Teresa acabaron ganando. "Mis relaciones actuales con Teresa, después de estos años de convivencia, no sólo son buenas sino incluso más estimulantes de lo que yo había supuesto", llegó a decir el autor. "La novela ha pasado a ocupar el rincón menos sobresaltado de mi conciencia y allí fulgura suavemente, igual que un paisaje entrañable de la infancia". 

pequeñas mujeres rojas, de Marta Sanzpequeñas mujeres rojas

Pocos días antes de que se decretara el confinamiento, Marta Sanz había sacado a pasear pequeñas mujeres rojas(Anagrama), el último título de su serie en torno al detective Arturo Zarco, tras Black, black, black y Un buen detective no se casa jamás. Zarco, en realidad, es una sombra en esta novela protagonizada por Paula Quiñones, que llega al pueblo de Azafrán para trabajar desenterrando los restos de una fosa de la Guerra Civil. Pero ya se sabe: "El pasado nunca está muerto ni enterrado. De hecho, ni siquiera es pasado". Y el misterio de aquellos crímenes marca también los nuevos, que se ciernen sobre Azafrán. 

En su juego con el género negro, y también con lo que se considera novela política, Marta Sanz expande los límites de ambos hasta transformarlos en algo irreconocible. La escritora renuncia incluso al narrador y a la primera persona: aquí cuentan también quienes están bajo tierra, que hablan como un coro griego, con la sabiduría del que lo ha visto todo. 

Las niñas salvajes, de Ursula K. Le GuinLas niñas salvajes

Ursula K. Le Guin (1929-2018) es una autora doble: para quienes no sean aficionados a la ciencia ficción, puede resultar un nombre oscuro; para los lectores del género, es una de las autoras que han modelado lo que entendemos por literatura especulativa. Libros como La mano izquierda de la oscuridad o Los desposeídos beben de la tradición del género al tiempo que la cuestionan, y lo hacen además desde una determinada genealogía política, la libertaria, sin olvidarse del feminismo y el ecologismo.

La editorial Virus ha publicado Las niñas salvajes, una novela corta protagonizada por dos jóvenes nómadas, raptadas y esclavizadas por sus captores, que les ponen los nombres de Mal y Modh. El volumen está ilustrado por Adara Sánchez y cuenta con una introducción de Arwen Curry, el ensayo breve de la propia Le Guin "La conversación de los modestos" y un epílogo de Layla Martínez sobre la relación entre ciencia ficción y feminismo.

La sangre manda, de Stephen KingLa sangre manda

Si alguien necesita, más que nunca, un libro que le arranque del mundo y le aleje de la realidad, Stephen King podría ser una apuesta segura. Autor de más de 50 libros, King es conocido por novelas como Carrie, It o El resplandor, y en esta ocasión publica en español una colección de cuatro relatos, La sangre manda (Plaza y Janés), que da una idea de su versatilidad.

El volumen contiene el relato homónimo, centrado en la figura de un reportero que parece estar siempre allí donde suceden las tragedias. En "El teléfono del señor Harrigan", que relata la amistad entre un jubilado y el joven que va a su casa para leerle y ayudarle con ciertas tareas, una reflexión sobre nuestro uso de la tecnología. "La vida de Chuck" muestra el universo que contiene una sola existencia: "No creo que cuando muere un hombre o una mujer, arda solo una biblioteca; creo que queda en ruinas todo un mundo, el mundo que esa persona conocía", dice King. Por último, "La rata" es un relato "sobre los misterios de la imaginación y cómo se traduce eso en la página", en palabras del autor.

Hijos de la bonanza, de Rocío Acebal Hijos de la bonanza

Rocío Acebal, última ganadora del Premio Hiperión de poesía, nació en 1997. Es decir, que tenía 10 años cuando estalló la última crisis económica, ha pasado la adolescencia durante la llamada "década perdida", y vive en su primera juventud otra crisis quizás más incierta. Si se señalan están cuestiones generacionales es porque Hijos de la bonanza es un volumen voluntariamente generacional, desde el título, que se refiere a aquellos nacidos de la etapa de confianza económica de los noventa y del boom inmobiliario, que crecieron en la promesa del ascenso social asegurado y la seguridad laboral, un espejismo que no tardó en quebrarse.

Hay protesta en su obra, que se niega a aceptar estos condicionantes como el destino de una generación, y señala las políticas y los imaginarios culpables de la ilusión y de la quiebra. Pero también hay una intención profunda de comprender los efectos psicológicos y sociales del batacazo —con una perspectiva de clase y feminista— no solo para quienes perdieron, sino para quienes están convencidos de que nunca tendrán nada que perder.

Gente que busca su bandera, de Braulio Ortiz PooleGente que busca su bandera

Las banderas son símbolos de la patria. Pero esa patria no es siempre geográfica ni está siempre atada a una lengua, a una moneda y a un ejército. La patria que dibuja el poeta y periodista Braulio Ortiz Poole en Gente que busca su bandera (Maclein y Parker) es una patria que recorre el mundo y la historia como un río subterráneo, la patria de los hombres y las mujeres a los que podríamos llamar disidentes: aquellos y aquellas que defendieron su orientación sexual, su identidad, su ideología o sus principios frente a una sociedad que estaba poco dispuesta a darles un pedazo de tierra. "Escribe sus historias, / di sus nombres", escribe el autor.

Y son, entre otros, el jugador de ajedrez Viktor Korchnói, la actriz Frances Farmer o Leonard Matlovich, el primer soldado estadounidense que hizo pública su homosexualidad.  Braulio Ortiz Poole les trata más como parientes lejanos, antecesores cuyos rastros encuentra uno en un arcón, que como héroes míticos. Quizás porque la bandera que ellos sabían defender no existía, y venía de una concepción íntima que acabó revelándose como un compromiso ético y político. Y así, la patria que reclama el poeta es capaz de cuestionar la idea misma de patria, la idea de memoria y de historia común, ampliando unos límites siempre estrechos.

El desasosiego

El desasosiego

Deshabitar, de Lara MorenoDeshabitar

Lara Moreno define este libro como "crónica". Más que un ensayo sobre los problemas habitacionales que ha traído el boom del ladrillo, la crisis y la burbuja del alquiler, Deshabitar (Destino)es una materialización íntima (que no privada) de esos problemas. La escritora, autora de libros como Por si se va la luz, Piel de lobo o Tuve una jaula, relata su paso por 12 viviendas en los 15 años en los que ha residido en Madrid, desde los pisos alegremente compartidos o la marcha al campo cuando la ciudad se hizo invivible hasta el regreso a la ciudad buscando buenos equipamientos médicos para su hija, los hogares perdidos por rupturas o por la precariedad (o por ambas). 

No es una experiencia excepcional, y eso es lo que da valor al volumen: Lara Moreno sabe que tras su experiencia están unos movimientos invisibles, financieros, inmobiliarios, políticos, que condicionan sus mudanzas tanto o más que la cuenta en el banco o los afectos. Y también los dibuja en el retrato, de manera directa y accesible. 

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