Economía y Medio Ambiente

Desierto líquido, el mar se agota: banderas de conveniencia

Banderas de convivencia

Daniel Carrasco

El pescado es la principal fuente nutritiva de los senegaleses. No obstante, cada año este recurso se ve más amenazado. Durante décadas, la flota española estuvo explotando la zona, conocida como FAO34. Tras la ruptura de los acuerdos con Senegal en 2006, las empresas españolas buscaron otras fórmulas para continuar faenando en estos caladeros, un sistema de banderas de conveniencia.

Senegal huele a brisa de mar y pescado. Las playas están repletas de piraguas de vivos colores, pequeñas lonjas animadas y chozas donde se reúnen los pescadores. Pero no es una cuestión estética, por mucho que le pueda gustar a un tubab ―turista blanco―, sino social: Senegal vive de cara al mar.

Gaoussou Gueye, secretario general de la Caopa (Confederación Africana de Organizaciones de Pesca Artesanal), explica que "el 80% de los desembarques en Senegal son de pesca artesanal. Genera más de 600.000 puestos de trabajos directos y más de un millón y medio indirectos, en una población de 13 millones, además de ser un sector importantísimo para el PIB". Gaoussou añade que “no sólo es importante para el país, también para toda la zona del norte de África, especialmente para los países que no tienen costa”, ya que se exporta y supone un gran aporte alimenticio para la región.

En el caso de Senegal, la UE estuvo firmando acuerdos hasta 2006, de los cuales España fue uno de los principales beneficiarios. Pero el recurso empezó a disminuir drásticamente y los pescadores se manifestaron en contra de los barcos extranjeros. Incluso, hubo algunos episodios violentos contra buques industriales, durante los cuales los pescadores artesanales obligaron por la fuerza a algunos barcos a dejar de faenar. A partir de entonces, el Estado se sentó a dialogar y fue el inicio de la ruptura de acuerdos. Raoul Monsembula, responsable de campañas de pesca de Greenpeace África, relata que "por un lado, el sector artesanal no quería que los extranjeros siguieran pescando en sus aguas. Por el otro, al gobierno senegalés no le parecía suficiente la contrapartida económica a cambio de la explotación de sus recursos. Sin embargo, cuando Senegal paró el acuerdo con la UE, algunos barcos europeos encontraron la manera de venir a Senegal". A partir de entonces se desarrolló una relación puramente privada, las sociedades mixtas. Se trata de empresas con un 51% de capital supuestamente senegalés y un 49% extranjero. Aunque, los más de 20 expertos consultados aseguran que ese protocolo no se produce así. Incluso desde Gaipes (Armadores de Senegal) ―la asociación que agrupa a este tipo de empresarios― reconocen que “el capital local es simbólico, en realidad no hay fondos. La parte senegalesa sólo aporta la mano de obra, incluso es el socio europeo el que aporta el barco”. De esta forma, la empresa queda exenta de pagar los impuestos que debería aportar como empresa extranjera. “La compañía puede ser en un 99% española […], pero al no pagar impuestos es todavía peor para Senegal que cuando había los acuerdos con la UE, no hay beneficio”, considera Monsembula; quien añade que “incluso hay quien viene y se casa con una senegalesa y pone la compañía y el barco a nombre de su mujer”. Además del beneficio fiscal, financiero y económico, estas empresas también salen ganando respecto a las normativas, ya que estos países tienen leyes laborales y ambientales más laxas.

El clúster español es el que más se aprovecha de estas sociedades mixtas. Según Lamine Niasse, miembro del Colectivo Internacional de Apoyo a los Pescadores (ICSF), esto se debe a que "España tiene mucha industria de pesca y necesita deslocalizarla. Pero hay una gran opacidad que envuelve a estas sociedades". Estas empresas están obligadas a desembarcar una parte de la captura en el país, que genere un beneficio en la industria de transformación. Muchos pescadores entrevistados aseguran que estos barcos realizan transbordos en alta mar para exportar sin pasar los controles, una práctica prohibida internacionalmente. Lamine cuenta que incluso hay buques factoría que "llegan al puerto con el pescado ya procesado y embalado, se mete directamente en cargueros y se exporta".

En cuanto al desarrollo en el país, uno de los argumentos en defensa de las sociedades mixtas que esgrime Gaipes es que genera empleo. "Más del 90% de los trabajadores son senegaleses", asegura Fatu Niang, vicepresidenta de Gaipes y directora de Senevisa, filial senegalesa del grupo gallego Vieira, S.A. En una de nuestras visitas al puerto de Dakar, conseguimos una entrevista con ella y un recorrido por sus oficinas, así como permiso para ir a uno de sus barcos. Fuera de la mirada de la administradora, algunos pescadores nos comentan que las condiciones son pésimas. Unos meses antes, nos habíamos puesto en contacto con el Grupo Vieira, solicitando una entrevista. No obtuvimos respuesta. Incluso nos desplazamos a sus oficinas en Vigo para intentar localizar a Eduardo Vieira, pero había salido hacia Argentina, ya que habían sido retenidos varios de sus buques. El Grupo Vieira ha sido acusado en varias ocasiones por prácticas pesqueras ilegales.

El sector artesanal no sólo se queja del agotamiento de los caladeros y del escaso beneficio que supone para Senegal este tipo de flota, sino también de las técnicas utilizadas ―especialmente, el arrastre― y de las actividades ilegales que se llevan a bordo. "Por ejemplo, usan la técnica del 'calcetín'. Dentro de la red reglamentaria, introducen una malla muy fina, que permite atrapar todo […], después seleccionan lo que les interesa y el resto lo descartan", explica Lamine; quien añade que "los españoles lo usan mucho". Lamine, al igual que muchos pescadores, asegura que estos barcos descartan grandes cantidades de pescado al mar y nadie se entera, porque no hay observadores en el interior.

Babacar Kourouma, secretario general del Sindicato de Observadores de Pesca de Senegal, se pregunta "¿Por qué hay merluza senegalesa en los mercados europeos? ―y responde― Porque se pesca de forma clandestina por las sociedades mixtas, sin control". Babacar asevera que “no es obligatorio llevar observadores porque Gaipes escribió al entonces ministro diciendo que no iban a aceptarlos a bordo, y el ministro lo acató”. Posteriormente, tuvimos acceso a esa carta y, efectivamente, reza que los barcos con bandera de conveniencia "no llevarán observadores a bordo, ya que ocupan la plaza de un marinero". Fatu Niang, unas semanas más tarde, nos confirmó que no están dispuestos a que les controlen y que "ellos ya tienen sus propios sistemas de control, como la baliza Argos ―un sistema de detección satelital―". Babacar replica que "cuando quieren desconectan la baliza y dicen que se ha estropeado. Así que un europeo que no quiera aceptar un observador puede venir, pasar por 'la mafia', cuelga una bandera senegalesa y ya está". Babacar añade que "todo este sistema mafioso de sociedades pantalla, ficticias, sirve a los criminales financieros para blanquear dinero. Y comenten muchas infracciones que quedan impunes. Con darle algo de dinero a un funcionario…". Días más tarde, accedemos a los documentos sobre barcos amonestados, no sin dificultades, y corroboramos lo que Babacar nos había contado. El 96% de las infracciones estaban cometidas por barcos senegalizados de Gaipes; entre ellas: pesca prohibida, técnicas sin licencia, pesca en zonas de exclusión, falta de documentación, y un largo etcétera. En la mayoría de infracciones la guardia se limitó a una amonestación verbal o, en el mejor de los casos, a multas que no llegaron a pagarse.

Nos acercamos a uno de esos puntos de radar, que controla más de 40 kilómetros de costa. Se trata de una pequeña garita de madera. En la puerta, un hombre sentado, con las piernas por encima del muro. Es el jefe de control, que se presta orgulloso a enseñarnos las instalaciones. El polvo y las telarañas delatan la regularidad de uso del equipo de radar, que está arrinconado en una mesa, para dejar espacio en la garita a una cama ¿…? El radar no está enchufado a la corriente. Pero nos confiesa que, aunque lo estuviera, necesitaría cobertura para funcionar y para eso necesita una instalación. No obstante, insiste en que es un buen equipo y que funciona ―más bien recuerda a un sistema de radioaficionados amateur―. "Los radares no funcionan y estos barcos hacen lo que quieren, sin control", dice Karim Sall, pescador y secretario de la Asociación de Jóvenes Pescadores de Joal-Fadiouth. Karim cuenta que se ha encontrado muchas veces a estos barcos que "entran en las zonas de pesca reservadas al sector artesanal, provocan accidentes, rompen los aparejos de los pescadores artesanales,… Esta situación sólo nos deja dos opciones, defendernos aunque nos llamen piratas o emigrar". En ocasiones, se producen graves accidentes que provocan heridos, incluso muertos. Muchos pescadores relatan casos en los que barcos industriales han chocado, especialmente por la noche, hundiendo las piraguas. Karim describe que ha tenido que hacer innumerables batidas marítimas para localizar los cuerpos desaparecidos de vecinos que han muerto por esos choques; y asegura que "te sientes desesperado cuando ves que un barco de estos ha arrasado tu material de pesca". Desde la ONG gallega Ecodesarrollo Gaia, quienes han trabajado con infinidad de inmigrantes senegaleses, comparten que “muchos de estos pescadores han perdido familiares debido a los accidentes que se producen con esos buques”.

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A medida que estos pescadores se fueron quedando sin recursos, tenían que hacer mareas más largas y pasar varios días en el mar para conseguir una captura decente. Muchos de estos pescadores optaban por subir a Mauritania o bajar a Guinea a faenar, lo que provocaba tensiones con los pescadores de los países vecinos. Según Raoul Monsembula, “ha habido muertos y heridos, terrible. Ha habido tiroteos entre países por el recurso. Si esto continúa, con los años puede explotar la zona. La situación de la pesca puede hacer explotar a los Estados”.

Karim Sall, cree que “en Senegal, hace 30 años, había mucho pescado y se pensó que los recursos eran inagotables […]. Y 20 años más tarde se dieron cuenta que empezaban a desaparecer y que los barcos extranjeros habían comenzado a transformar nuestras aguas en desierto líquido”. Karim añade que “las consecuencias pueden llegar desde el plano de la seguridad alimentaria. Incluso, si no hubiera inmigración, si toda esa gente que va a España se quedara en Senegal, con la situación que estos barcos españoles provocan en nuestras aguas, sería una catástrofe a nivel de Senegal. Se podría incluso llegar a una guerra civil”.

Afortunadamente, la disminución del recurso no ha provocado grandes conflictos que hayan llegado hasta los medios de comunicación españoles. Desgraciadamente, lo que sí ha llegado es un sinfín de pateras cargadas de eco-refugiados que vienen buscando un mejor futuro, huyendo de la escasez de sus recursos. Seguro que existen fórmulas para saciar la sed de pescado, española y europea, sin necesidad de aumentar el hambre en África.

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