En recíproca correspondencia

Javier C. Fernández Niño

Bajo este epígrafe, el Partido que Ud. dirige, y Ud. mismo, Sr. Feijóo, nos invitaba a todos los españoles y a todos los que residimos en este país —es demasiado corriente olvidarnos de los otros ciudadanos, sencillamente porque no tienen derecho a voto en las elecciones generales— a exponer los problemas reales que tenemos en nuestra, y no solo suya, España. Recojo el reto y permítame que le cite el principal problema que a todos nos afecta y del que, lógicamente, no quiere hablar. Ese problema es Ud., Sr. Feijóo.

Hay quien dice que la síntesis de Pedro Sánchez la encontramos en su Manual de Resistencia y puede que no les falte razón. Lo que nadie sabe es cuál es el manual que marca el desarrollo de su actividad pública. Quién sabe si un cuaderno de bitácora encontrado en algún camarote mientras surcaba las aguas de la ría de Arousa. Quién sabe si unas hojas inconexas y tiradas al descuido al lado de una chimenea destinadas a avivar el fuego de algún refugio de montaña de un país que es incapaz de recordar, aunque nos queda la tranquilidad de que, según sus propias manifestaciones, había nieve. No nos detalló la calidad de la misma: si polvo o dura.

Sea como fuere, lo cierto es que ese manual lo sigue Ud. a pies juntillas y que debe de tener como primera premisa la cita “miente cuanto quieras y donde quieras, pero que no se te note”. Me lo imagino a Ud. en su refugio gallego frente al espejo educando sus muecas al tiempo que de su boca se desliza una teoría sobre el terraplanismo o sobre las bondades de un dictador paisano suyo. Aunque esto no le costará tanto pues algo de cierto, pensará Ud., hay en ello. De fondo y en bucle, se puede escuchar a Lady Gaga y su póker face y le sube el ánimo hasta el infinito el estribillo, convenientemente traducido (aun su inglés es como el mío, Sr. Feijóo): “P-p-p-poker face,...”

Cuando la mentira impregna las bancadas es cuando empiezan a desencadenarse los problemas. Así, nos miente Ud. cuando nos insta a desgranar mediante misivas nuestros cotidianos problemas, cuando en realidad a Ud, Sr. Feijóo, le importan un bledo. Dígame, si es que puede, cuántas iniciativas ha impulsado al respecto en sede parlamentaria. Dígame, si puede, cuántas enmiendas ha presentado tendentes a mejorar las distintas proposiciones de ley o los varios proyectos de ley que se han presentado en el Congreso. No digo ya a apoyar alguno de ellos. Algo que ni en mis mayores delirios podré llegar a imaginar. Su no a toda mejora social es ya un insufrible desvarío: no a las subidas del SMI, no a la revalorización de las pensiones, no a esto, no a lo otro, no al “timo eléctrico” según su descripción... Y se atreve a calificar a los demás de ridículos internacionales.

O, por ir a lo más habitual, dígame, Sr. Feijóo, cuántas preguntas en las sesiones de Control al Gobierno han versado sobre nuestras cuitas, tanto por su parte como por la de sus distintos portavoces. Su oposición, en este sentido, es la nada absoluta. Menos “por España” y más “por los españoles y españolas”, Sr. Feijóo. O traducido al lenguaje de la calle, “menos samba e mais trabalhar”. Ud. dejaría de ser un problema si verdaderamente cumpliera con lo que dice, con defender el Estado de Derecho y las libertades públicas.

Por ejemplo, Ud. dejaría de ser un problema si se olvidara de denigrar a las instituciones que a todos nos afectan, cuando éstas no resuelven a su favor. Esto es, cuando la Oficina de Conflicto de Intereses archiva por dos veces su denuncia, cuando Ud. presupone que el Tribunal Constitucional es un tribunal que parte ante una hipotética resolución en contra de sus pretensiones sobre la conocida como ley de amnistía, o cuando roba la soberanía popular del Congreso para trasladarla a su reducto del Senado. Ud., como puede ver, es el que incumple deliberadamente la Constitución. No hablo ya de lo del CGPJ, que hasta el comisario Reynders, correligionario suyo por cierto, los ha dejado por imposibles.

Lo verdaderamente inquietante para la democracia es que ustedes saben que sin los votantes de Vox nunca alcanzarán el poder. Los acogerán amablemente en su seno diciéndoles que no canten muy en alto el nombre de Franco y no levanten mucho el brazo derecho. Ud. sabrá

Entraría Ud. a ser la solución de los problemas si defendiera que la doctrina y las sentencias del Tribunal Supremo son de obligado cumplimiento para los jueces y magistrados, y no alentara el disparate jurídico del juez Peinado, bajo la añagaza de “querella, sí; denuncia, que haga lo que quiera”. En este sentido, Ud. debería unirse a esa doctrina y defender que la instrucción prospectiva no cabe en nuestro sistema judicial y más si esta se basa únicamente en titulares de prensa sin más prueba documental o policial que la sustente.

Ud, Sr. Feijóo, empezaría a ser parte de la solución y no del problema si defendiera y desarrollara el artículo 20.1, apartado d) de nuestra Constitución. Literalmente dice: “Se reconocen y protegen los derechos... “A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión.” Veraz, Sr. Feijóo, veraz. 48 millones de españoles tienen derecho a una información veraz y no a simples bulos o invenciones tipografiadas a cinco columnas. Pero ya ve, Ud. está más por lo segundo (que además califica como “prensa independiente”), que de la veracidad, que mutatis mutandi, deberá entender que es prensa “dependiente”.

También Ud. sería parte de la solución, si reconociera de una vez que quien causa crispación, división y odio es Ud. Si reprendiera públicamente, por ejemplo, a la Presidenta de la Comunidad de Madrid por sus tristemente célebres eslóganes, en vez de recoger un gran cesto de frutas. O si reconociera que sí, efectivamente, sí hay malos y buenos. No pueden ser buenos quienes acosan las sedes del PSOE, vandalizándolas —léase el artículo 6 de la Constitución, por favor, y a ver qué le sugiere— ni quienes agreden en plena calle a concejales, alcaldes o candidatos, ni quienes ahorcan y apalean un muñeco con la ilusión de que éste fuera el presidente del Gobierno. Por cierto, y a este respecto, también estaría bien que mostrara su extrañeza de que no se entre a juzgar si hay delito en este suceso, cuando por hechos idénticos se solicitaron 4 años de prisión a los autores del colgamiento del muñeco de Vinicius. Ahora me cuenta lo de la igualdad de todos ante la ley.

También contribuiría a mitigar esa crispación que no convocara Ud. reuniones de “la mayoría de españoles”. Recordemos que sus postulados, según los resultados electorales, no son mayoría, a no ser que les retire la nacionalidad a muchos, muchos, muchos electores, mientras que califica de secuaces a los que libremente se manifestaron en Ferraz la semana pasada. Me dirá Ud., y con razón, que sus manifestaciones son pacíficas. Lo que me obliga a plantearle que me explique cuál es su nivel de tolerancia con la violencia. Por lo que veo, para Ud. es violencia aquello de “de ganador a ganador”, mientras que el coro que mentaba a la madre del Sr. Sánchez en sus “pacíficas” concentraciones contra la amnistía era una mera manifestación del libre ejercicio de la libertad de expresión.

Y contribuiría, y mucho, que Ud. también erigiera un muro frente a la ultraderecha de Vox. Finge Ud. un inexistente dolor de boca al reiterar que no tiene nada que ver con ellos, pero sus actos le desmienten. Lo peligroso no es que gobiernen en comandita allá donde los números se lo permiten. Lo verdaderamente inquietante para la democracia es que ustedes saben que sin los votantes de Vox nunca alcanzarán el poder. Los acogerán amablemente en su seno diciéndoles que no canten muy en alto el nombre de Franco y no levanten mucho el brazo derecho. Ud. sabrá. Creo que sería más sano para todos que se desmarcaran definitivamente de esos elementos, aun a costa de no poder gobernar en un tiempo. La honradez tiene un precio, y ése, no lo dude, es el suyo. Mientras no lo pague, estará en deuda con la historia y con la democracia.

Porque Ud., Sr. Feijóo, equipara dictadura y democracia. Ud. permanece impasible ante la promulgación de las mal llamadas leyes de Concordia, que no sé muy bien a quiénes denomina “víctimas” de la violencia en la II República. No sé si entre esas víctimas se van a incluir a los represaliados en Asturias en 1934 bajo las órdenes de un tal general Franco. En cualquier caso, repugna la idea de equiparar los sucesos violentos que pudieron producirse en 1931 a raíz de la proclamación de la república tras las elecciones municipales que ganaron, en número de concejales, paradójicamente, los partidos monárquicos. Aunque en la gran mayoría de las ciudades las diversas fuerzas republicanas lograran la victoria —no es nuevo lo de que quien gana no gobierna necesariamente—, sucesos, decía, a los que el gobierno resultante trató de oponerse desde la legalidad, con un régimen que tenía por objeto la aniquilación del disidente a sus principios.

Me surge la duda de si, en verdad y por las alianzas surgidas desde entonces, la caída de Pablo Casado fue causada por sus denuncias de hipotética corrupción dentro de su propio partido o si más tuvo que ver su frase de “hasta aquí hemos llegado, Sr. Abascal”. Como verá, Sr. Feijóo, el problema real para la democracia es Ud.

Permítame terminar con una reflexión al hilo de su esperpéntica declaración de “no permitiría que mi mujer contratara con la Administración”. Su mujer, no. Pero el hermano, el primo y demás familia, sí. Ni hablar de que la pareja de alguien, reconociendo su culpabilidad en delitos contra la Hacienda Pública y admitiendo pena de cárcel y multa, sea un caso que, en su opinión, no cabe en el debate político, y, en caso de incluirse, derivaríamos en un país bolivariano. Pero volvamos al principio, al “no permitiría”. ¿Por qué no lo permitiría? ¿Por ser su mujer? Incido en las dos palabras: “su” y “mujer”. La mitad de la población seguro que está muy feliz de que “su” marido les diga lo que les permitirá y lo que no. Lo que pueden hacer y lo que les está prohibido. No tienen suficiente conocimiento, a lo que se ve, para discernir lo que es legal, ético o conveniente. La mujer debe estar a lo que “su” marido, esposo, novio o pareja tenga a bien mandarle.

Hoy, la mujer. ¿Y mañana? ¿Lo ve, Sr. Feijóo? Ud. es el problema.

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Javier C. Fernández Niño es socio de infoLibre.

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