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Sobre fango y crispación: un punto y aparte

Acusó el pasado domingo Feijóo al presidente del Gobierno de ejercer un autoritarismo que, y esto es literal, no habíamos visto desde Franco. El lunes después de conocer que, tras cinco días de reflexión, Sánchez continuaba al frente del Gobierno, dijo que lo que necesita España es un nuevo gobierno democrático, en el enésimo intento por deslegitimar a un Ejecutivo que resultó elegido en las urnas el pasado mes de julio. 

Un día después el líder popular acusaba a los ministros de insultar a los periodistas, de orquestar campañas contra ellos y de intentar acallar su voz. Enarbola Feijóo la bandera de la libertad de prensa cuando, siendo presidente de la Xunta, mantuvo durante trece años al frente de la radio y televisión públicas gallegas a un director elegido a dedo al que los trabajadores acusan de ejercer una férrea manipulación informativa. 

En otro claro ejercicio de cinismo político, la presidenta de la Comunidad de Madrid afirmó que Sánchez estaba usando todas las herramientas a su alcance para atacar a periodistas, adversarios políticos o jueces. Es el mundo al revés, sentenció. Obvió Díaz Ayuso en su intervención que fue su jefe de gabinete el que mandó mensajes amenazantes a periodistas –"os vamos a triturar" cuando comenzaron a publicar la información sobre los dos delitos de fraude fiscal que su pareja reconoció ante la Fiscalía. 

Hace tan sólo unas horas, era el alcalde de la capital el que se encargaba de difundir el bulo de que tras su comparecencia, Sánchez se había ido en el Falcon a descansar a Doñana. Una información falsa que algunas cuentas de ultraderecha ya habían propagado en redes sociales y que quedó desmentida cuando el presidente fue entrevistado esa misma noche en Televisión Española y a la mañana siguiente en la Cadena Ser. 

Llegados a este punto, una conclusión. Se podrá estar de acuerdo o no con las formas y tiempos de la decisión de Pedro Sánchez y su argumentación posterior, pero es innegable que la colección de respuestas de la derecha no hace sino dibujar esa máquina del fango que describió Umberto Eco y que el presidente del Gobierno denunció en su carta abierta a la ciudadanía.

Con esos cuatro folios –escritos, por cierto, sin que su esposa lo supiera, lo que merece una reflexión aparte– Sánchez puso en el centro del debate la necesidad de frenar y ponernos un espejo enfrente para analizar si este es el tipo de sociedad en el que queremos convertirnos. Para muchos, la respuesta es evidente. ¿Significa esto que lograremos acabar con la crispación? Vuelvan al principio de la columna. Parece complicado. Es la estrategia de la derecha cuando no gobierna: eleva tanto el ruido que es imposible atender a lo verdaderamente importante. 

Abierto el debate, bienvenidas sean las propuestas. Que esa ‘regeneración democrática’ que ahora ocupa páginas de periódicos y horas de tertulias no se quede en papel mojado. Que ese “punto y aparte” del que hablaba el presidente sea oportunidad y no una promesa vacía

Sirva, entonces, la decisión de Sánchez para colectivizar una reflexión profunda sobre esas cuestiones que intoxican nuestro día a día. Esos pseudomedios, financiados con dinero público que mienten sin descaro. ¿Por qué no legislar para que tengan que publicar de dónde procede el dinero que reciben? También sobre la guerra sucia judicial que destroza a políticos de izquierdas y tumba gobiernos de coalición, como el del Botànic. Lo saben bien Mònica Oltra, Irene Montero, Pablo Iglesias, Victoria Rosell o Ada Colau. Y sí, ocurría antes de que lo sufrieran el presidente y su esposa. O sobre la anomalía democrática que supone tener un CGPJ secuestrado desde hace cinco años por el PP, que ha llegado a poner hasta treinta excusas para oponerse a su renovación. 

Abierto el debate, bienvenidas sean las propuestas. Que esa ‘regeneración democrática’ que ahora ocupa páginas de periódicos y horas de tertulias no se quede en papel mojado. Que ese “punto y aparte” del que hablaba el presidente sea oportunidad y no una promesa vacía (aunque, de momento, no hay ni una sola iniciativa legislativa encima de la mesa).

Sin olvidar que esa regeneración democrática pasa por blindar el Estado del bienestar: que todas tengamos derecho a un salario digno, acceso a una vivienda, sin alquileres o hipotecas abusivas que nos asfixien a fin de mes o que la sanidad pública no nos tenga meses esperando la cita de un especialista. Que ese "punto y aparte" sirva también para recordar que no se puede construir la democracia sin la defensa de nuestros derechos sociales.

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