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Cultura

Cuando haces ‘pop’ ya no hay ‘stop’

Cuando haces 'pop' ya no hay 'stop'

Dice Gema Hernández Carralón, comisaria de la exposición Antes del pop-up: libros móviles antiguos en la Biblioteca Nacional, que todo esto es fruto de la casualidad. "A mí esta exposición me surge en modo pop-up, viendo un libro de anatomía del siglo XVI. Me pareció una cosa curiosísima, que no conocía, y empecé a rastrear y a pensar en esos libros como grupo". 

Libros de la era pre pop-up, libros animados, vivos, tridimensionales, mecánicos… No hay un solo término que los agrupe, lo cual dificultó la labor de encontrarlos en catálogo, y no sabía si serían seis o seiscientos. Al final, "no había muchos, son algo un poco raro, pero con la colección que tenemos en la Nacional daba para construir una historia". Una genealogía, puesto que la idea "es mostrar que esto no surge de la nada", que aunque hoy en día el concepto pop-up está asociado al libro infantil, "viene de antes de la imprenta, estamos sacando manuscritos que no son antiquísimos, los más antiguos son del XV, pero seguramente en el XIII se estaba haciendo así, porque hay documentos en el British".

Los que ahora se exhiben son libros de todo pelaje, en unos "domina un tema científico, educativo, de auxilio de la memoria pero otros tienen una parte de juego, de sorpresa", elaborados con sólo dos técnicas: la solapa

... y el disco giratorio

Y como el disco giratorio no es un "desplegable", Hernández Carralón emplea el término "libro móvil, que es el que mejor recoge todo lo que estamos contando", aunque en la denominación de la muestra se cuela esa expresión, pop-up, que "está de moda y tiene esa parte onomatopéyica simpática", y cuyo origen encontramos en el año 1932: la utilizó la editora Blue Ribbon para definir este Pinocchio de Harold LentzPinocchio que mostramos junto a estas líneas, un libro que abres y se despliegua, surge, brota.

Exposición A saltar do livro. Livros Pop-Up, de la Biblioteca Nacional de Portugal 

Ingenieros de papel

Aquí toca una confidencia. Cuando trabajaba en este texto pensé que los tuiteros podían ayudarme a encontrar a artistas del pop up, y lancé un S.O.S. En un visto y no visto, @Zaraphiston_ y @Marta_Serrano me sugirieron hablar con @minicarbonara; @AAlonsoOro me remitió a @desescribir y @fabulatorio; ‏@arquitectamos me presentó a @Gemari1, y ‏@arquitecturach me habló de @EASDSegovia. Tanto entusiasmo adulto por una disciplina de apariencia infantil aumentó mi curiosidad…

El hombre detrás del robot es @minicarbonara: Yeray Pérez, ingeniero de papel, quien de entrada justificó el frenesí detectado. "Son libros para que los mayores se los enseñen a los niños. Últimamente el pop-up se ha volcado mucho hacia el libro objeto para regalo, pero si se los regalas a niños chicos corres el riesgo de que te duren 30 segundos porque son frágiles: aunque están construidos con un cartoncillo bastante recio para que levantes las piezas, si les pegas un guantazo o se te caen abiertos al sueño, ya te puedes olvidar de esa escena".

Es un artificio delicadísimo de ida y vuelta. A diferencia de lo que ocurre cuanto "sólo" ilustras un libro, dentro del marco de las dos páginas, aquí hay un componente más estructural. "Hay que pensar en tres dimensiones, lo bocetas a lápiz e intentas utilizar los mecanismos de desplegables que hay, que realmente son cuatro o cinco combinados una y otra vez. Preparas un diseño, lo conviertes todo en planos digitalizados en ordenador y cuando tienes algo que te interesa y un montón de escenas, lo mandas a China". 

Lo que empezó como un viaje de la imaginación acaba recorriendo miles de kilómetros. Al otro lado del mundo, analizan la maqueta y los planos, comprueban cuántos puntos de cola ("son la unidad para medir la complejidad de un desplegable, cuantas más piezas hay que tienes que pegar entre sí, más puntos de cola"), el número de piezas, evalúan la complejidad para producirlo y te dicen lo que cuesta. Si hay luz verde, se les mandan los planos completos y en la planta de montaje los imprimen y cortan a máquina, antes de montarlos ¡a mano!

"Piensa en los miles y miles de pedidos que hay distribuidos por el mundo: todos y cada uno de ellos están montados a mano en plantas de montaje, donde hay mesas larguísimas en las que un operario está plegando siempre la misma pieza o las mismas tres piezas en la misma escena de cada libro, como una cadena de montaje".

Respecto al nombre de su profesión… "Ingeniería de papel es el nombre oficial, el trabajo de desarrollo de desplegables y de mecanismos es papel se llama así".

El hemisferio derecho

Al poco descubrí que @desescribir y @fabulatorio eran Cibrán Rico y Suso Vázquez del Estudio Desescribir o de la editorial Fabulatorio, "como prefieras".

Al hablar con ellos descubrí que lo suyo no son los libros pop-up sino los "libros 'curiosos'", hechos con gran atención al detalle y mucho cuidado en la selección del papel y los materiales. No obstante lo cual, quise conocer su punto de vista, digamos, fronterizo.

"Los libros pop-up son como el hemisferio derecho del 'cerebro editorial': la parte del mundo de los libros en dónde más acentuado está el ingenio, la capacidad de sorpresa, lo lúdico y la emoción —me dijeron—. Con todo, como en las buenas historias o como en la poesía, hay detrás un gran desarrollo 'técnico' y lógico para que todo funcione: todo un trabajo intenso que debe quedar oculto, que en el mejor de los casos no se hace notar, que está al servicio de la experiencia narrativa y de la historia. Luego, también existen los libros pop-up 'virtuosos', al servicio de la destreza técnica de sus autores, que como en todos los casos de virtuosismo, funcionan en la medida del alcance de esa virtud". 

Son, remataron su argumento, como los buenos profesores, consiguen llegar a esa parte de la memoria en dónde se quedan almacenadas las buenas historias, las experiencias que se recuerdan.

Aunque ésa no fuera su intención, la alusión docente enlaza con la experiencia @Gemari1, denominación tuitera bajo la que se esconde la segunda Gema Hernández de este reportaje, la ilustradora y directora artística del grupo Arte Zaguán.

"Además de hacer libros para ser impresos, nosotros hacemos libros escénicos, libros pop-up grandes que nos sirven como hilo conductor para presentar espectáculos teatrales. Esto nos sirve para percibir de primera mano la recepción del público, cosa que no pasa con nuestros lectores, que reaccionan a nuestros libros lejos de nuestra mirada. La emoción principal, factor común entre nuestros seguidores, es la sorpresa y la expectativa por conocer lo que se viene. La permanente curiosidad por descubrir de qué rincón de las páginas va a saltar una ventana, un personaje o incluso un sonido. Sentimos que el libro como objeto cobra nuevas dimensiones ante los ojos de los espectadores".

Y no lo dice: lo hace.  

El vídeo recoge el espectáculo Fermín y el libro saltarín, que ha sido tomado como iniciativa modelo por el Plan Nacional de Lectura chileno, como ejemplo para promover el libro y el goce por la lectura. "Millares de niños y jóvenes se han visto cautivados por libro como objeto y tenemos la esperanza de que esto los haya llevado a aproximarse a ellos", dice Gema, quien defiende firmemente que "los libros pop-up, los álbumes ilustrados, los libros de artista, entre otros, invitan a una experiencia irreproducible en cualquier otro formato".

El libro pop-up salvará al libro en papel

Aunque no estará solo en la tarea, sino acompañado por todos aquellos formatos "que no puedes trasponer a una tableta, a un elemento virtual", entre los que Gema Hernández Carralón cita "el libro fetiche, el libro objeto, el libro juguete...".

El triunfo del increíble HUL

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2Un libro desplegable no se puede digitalizar, está en la frontera entre el libro y el juguete", apostilla Yeray Pérez, que considera «intransferibles» el elemento físico ("no puedes sustituir un libro desplegable por un elemento digital porque juega con que lo manipules, con que lo abras, con que veas cómo cambia de tamaño") y el factor sorpresa ("te esperas algo pero no sabes qué, ni a qué escala va a estar, no puedes anticiparlo").

Libros como los que publican Cibrán y Suso quienes, no obstante, niegan la mayor: en su opinión, aunque es probable que desaparezca un parte del sector editorial, los libros en papel no necesitan ser salvados. Y si lo necesitan, la única manera de hacerlo es "leer, dejarse estimular por la lectura. Leer salvará a los libros en papel, incluso leer en libros digitales".

El que apuntan es un camino en el que prefiero no adentrarme, al menos no ahora. Para terminar, les dejo este enlace que me proporcionó @bicaride, lleno de sugerencias. Porque el título de este artículo no es un capricho: cuando haces pop, ya no hay stop.

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