¿Práctica precursora o riesgo democrático? La incógnita detrás del voto electrónico en la India

Una mujer muestra el tinte morado de su dedo índice, indicador de la emisión de su voto, este 26 de abril en el desértico estado de Rajastán, en el norte de la India.

El pasado 19 de abril, las elecciones democráticas más largas del mundo dieron su pistoletazo de salida. La India, con 1.449 millones de habitantes a sus espaldas y unos 968 millones de personas con derecho a voto, afronta unos nuevos comicios marcados por ser los segundos más largos en la historia india —solo precedidos por los celebrados en el país tras su independencia del imperio británico en 1947— en los que el nacionalista Narendra Modi defenderá su tercer mandato consecutivo como primer ministro, que comenzó el 26 de mayo de 2014, con el partido conservador Bharatiya Janata Party (BJP). 

Además de la gigantesca densidad de población, las dificultades logísticas y las enormes distancias para recoger el voto en los más de un millón de centros electorales establecidos —como ocurre en algunas regiones como la estación de Tashigang, en el estado de Himachal Pradesh, con una altura de 4.650 metros, o la de Mukchari, que atiende a las islas dispersas del lago Dumboor— han llevado a la nación asiática a emplear 5,5 millones de máquinas de votación electrónica o EVMs, instaladas en los 28 estados y los nueve territorios de la India.

Este uso en la India de la urna electrónica comenzó en 1982 de manera experimental en algunas regiones. La experiencia se extendió hasta que en 2004 se convirtió en la forma de votación dominante, lo cual permitió que desapareciera el voto por papel. Las EVMs han sido el único medio de votación en las últimas cuatro elecciones generales, incluidos los últimos comicios de 2019, que contaron con el voto del 67% de la población, la mayor participación electoral en toda la historia del país.

¿Cómo funcionan?

Las máquinas se componen a partir del trabajo interconectado de dos unidades: la de control y la de votación. La primera es donde se almacenan las papeletas y se mantiene con el presidente de la mesa electoral, que habilita la segunda unidad cuando una persona entra dentro de la cabina para emitir su voto. En el caso de la segunda, con forma de tablet gigante, se muestran los diferentes nombres y símbolos de los candidatos, con dos botones, uno azul, con el que el votante escoge, y uno rojo, que funciona de aviso, acompañado de un pitido, para confirmar el envío del voto.

Desde 2009, las EVMs cuentan con el Recibo de Votación Verificable por el Votante (RVVV), una impresora adyacente que otorga, una vez emitido el voto, una boleta de papel con el número de serie, además del nombre y símbolo del candidato elegido. Este comprobante es visible durante 7 segundos en pantalla para que el votante verifique si todo está en orden, previo a su impresión. Antes de todo el procedimiento, los votantes deben marcar su dedo índice izquierdo con tinta morada indeleble para poder evitar la duplicación.

“Estas máquinas son independientes, van con baterías y no se conectan con Internet, estando también selladas contra teléfonos móviles y dispositivos bluetooth”, explica Ernesto Pascual, politólogo y profesor colaborador de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la UOC. “Los comprobantes se utilizan como un “as en la manga” para evitar conflictos por parte de la Comisión Electoral”, asegura. 

Avance en seguridad

Además de allanar tanto el registro como la contabilización de las papeletas, la introducción del voto electrónico en la nación india ha ayudado también a reducir los actos violentos en los días de votación. “La violencia mantenía a la gente alejada de las votaciones, sobre todo a las mujeres, y gracias a las máquinas eso se ha reducido”, comenta Pascual, que pone como ejemplo el fin del recurrente vandalismo del robo de urnas.

Por otra parte, gracias a la inversión tecnológica, la seguridad del voto se ha blindado de diferentes protocolos de protección, para poder asegurar así una votación justa. “Se ha completado el dispositivo con un sistema biométrico de reconocimiento facial para evitar que la gente vaya a votar disfrazada y falsifique la votación duplicando el uso de la papeleta”, afirma Pascual.

Esta preocupación por vigilar la lealtad democrática de los comicios indios responde al contexto de caos en el que se encontraba el país entre los años 70 y 80. “Durante los años posteriores al 5º Lok Sabha (la Cámara Baja del Parlamento Indio), la manipulación había comenzado a hacerse muy extensa, especialmente en las zonas rurales del país”, señala Ángel Marrades, analista de Descifrando la Guerra (DLG) y colaborador de la Fundación Alternativas.

“Tras la aparente mejora organizativa con la puesta a prueba de las máquinas, el Tribunal Supremo, en el decisivo caso Jayalalithaa de 2002 y otros contra la Comisión Electoral de la India, dejó constancia de que el uso de los EVMs en las elecciones era constitucionalmente válido para los posteriores años”, explica Marrades, aunque puntualizando que “se tuvieron que realizar algunas reformas judiciales para que fuera legal su implementación”.

Demandas judiciales y alusión antidemocrática

Sin embargo, la aceptación del uso de las EVMs no va de la mano de la unanimidad, sino más bien de la polémica. Existen diversos frentes críticos abiertos que presentan un denominador común: la imposibilidad democrática de llevar a cabo unos comicios fidedignos empleando el voto electrónico.

"Para asegurar el proceso democrático, se tienen que confirmar tres cosas: la transparencia, la verificabilidad y el secreto de voto. El problema es que esos tres ejes no están asegurados con el voto electrónico", apunta Marrades, que afirma que a pesar de la incorporación del RVVV, la posibilidad de fallo no desaparece y "uno no está plenamente seguro ni puede comprobar que lo que haya depositado sea lo mismo que expresado la máquina", en una demanda que centra la atención también en el escaso tiempo de verificación del comprobante, sobre todo para aquellas personas con alguna discapacidad o dificultad.

Sobre la verosimilitud de estas máquinas se ha discutido largo y tendido en la Corte Suprema India. El organismo judicial ha atendido a diferentes peticiones durante los días previos a estas elecciones. Una de ellas, emitida el 19 de abril, solicitaba una verificación cruzada del 100% de los votos emitidos en las EVM con comprobantes de papel generados a través del sistema RVVV para, así, realizar una comparativa final entre ambas a modo de supervisión y localizar las posibles divergencias.

La demanda fue desestimada, al igual que las dos alegaciones emitidas en marzo de este año: una de espectro general, en la que se hacía hincapié en instituir un equilibrio de métodos, es decir, el uso paralelo del voto manual y el voto automático; y otra de carácter concreto, en la que se aludía a la "desaparición" de 1.900.000 EVMs de la custodia de la Comisión Electoral durante el periodo entre 2016 y 2019 que podrían ahora utilizarse para manipular los resultados de estas elecciones.

Los magistrados indios se han mostrado firmes en su defensa del voto electrónico de cara a enfrentar las diferentes demandas, con una actitud mucho más afianzada entre los jueces del Tribunal Supremo Indio desde que se comenzaron a perfeccionar las máquinas. “Las debilidades humanas, incluidos los prejuicios, pueden generar un problema. Las máquinas sin intervención humana darían resultados absolutamente precisos”, observó el juez Sanjiv Khanna en una audiencia convocada en vísperas de la primera ronda de votación de las elecciones actuales. El abogado Prashant Bhushan defendió, en esta misma vista, que si bien el gobierno había gastado casi 5.000 millones de rupias para comprar casi 2 millones de RVVV, solo se pudieron verificar los recibos de aproximadamente 20.000 RVVV , y sugirió tres opciones: volver a las boletas de papel, entregar papeletas de RVVV a los votantes para que las coloquen en las urnas en un sistema mixto de doble verificación y, finalmente, hacer que las pantallas de RVVV sean de vidrio transparente en lugar de opacas, como lo eran ahora.

La realidad, no obstante, es que estas acusaciones siempre suelen derivar de los partidos políticos que se encuentran en la oposición, lo que deja entrever los probables intereses políticos detrás de muchas de las propuestas de cambio electoral. "Siempre se habla, por ejemplo, de la posibilidad de hackeo de las máquinas por parte, sobre todo, de los partidos perdedores", comenta Pascual. "En ese sentido influyen mucho las posiciones políticas. El BJP al comienzo fue muy crítico con estas máquinas electrónicas y, ahora que está en el poder, ya no lo es" apunta Marrades.

A pesar de todo, Marrades destaca que, a pesar de haber al principio una mayor satisfacción con el voto electrónico, la opinión pública ha ido variando. Esta desconfianza social deriva de dos factores fundamentales. En primer lugar, las dos sentencias de tribunales constitucionales en materia de voto electrónico: por una parte, la del 3 de marzo de 2009 del Tribunal Federal Constitucional alemán y por otro, el fallo del 13 de diciembre de 2011 de la Corte Constitucional austriaca. Ambos pronunciamientos establecen la inconstitucionalidad e ilegalidad del voto electrónico. "Los críticos indios aseveran, en base a dicha decisión, que no se cumplen los requisitos mínimos en el proceso de voto. La sensación que hay ahora mismo es que puede ser un sistema que al final cree un fraude más amplio", dice Marrades. "La clave de la sentencia alemana sobre el voto electrónico se basaba en el hecho de que un sistema electoral no puede ser sospechoso de fraude, porque eso en sí mismo ya constituye un problema democrático", concluye el colaborador de Alternativas. El otro de los factores es la cuestión del software de las EVMs, y es que, como cuenta Marrades, "el software de la máquina depende del propio proveedor, y eso depende del propio contrato público y no esta auditado exactamente".

La "oscuridad" respecto a este proceso de contratación, la alusión antidemocrática europea en relación al voto electrónico y las quejas presentadas a las entidades judiciales, han abonado un debate público encima de la mesa por parte de ciertos sectores de la India. Sin embargo, como alude Ernesto Pascual, "todo depende de una cuestión de confianza" y la postura de las instituciones respecto a las EVMs es por ahora inamovible.

Dos ópticas diferentes y una problemática que va más allá

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Dentro de la problemática de la fiabilidad del voto en la India, las inferencias y perspectivas que se pueden sacar son cuanto menos contrapuestas. "El problema es más de fondo que de forma", señala Ángel Marrades. "Se utilice un método u otro, va a haber fraude tanto en cuanto no se consiga implementar una cultura no diferenciada, y eso viene en buena medida porque en la India aún existen muchas diferencias económicas, con un empobrecimiento de un amplio sector de la población, y por lo tanto eso crea unas desigualdades que precisamente facilitan ese fin".

Para Ernesto Pascual, sin embargo, "la sociedad india ha aprovechado bien la baza tecnológica" y "va camino de hacer historia". "La paranoia occidental es el hackeo de las máquinas y la protección de estas para evitar el falseo de contaje. Ese problema de mentalidad, basada en un miedo a la amenaza, ya sea por la injerencia de países como Rusia o China, asusta a la hora de emplear este sistema", apunta Pascual.  

La realidad es que el sistema de voto electrónico genera ambivalencias políticas y sociales, lo que crea un ambiente de inestabilidad democrática en la India que no favorece la participación electoral y, por tanto, la pluralidad del voto. El recuento de votos está fijado para el 4 de junio, cuando se conocerá la distribución de los 543 escaños del Lok Sabha que definirá qué alianza o partido gobernará el país y con ello el nombre del próximo primer ministro del gigante asiático. Unas elecciones que, según el Centro de Estudios de Medios de Comunicación,presentarán inmensos gastos millonarios, con un desembolso de 14.400 millones de dólares.

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