La coartada de la necesidad

Manuel Jiménez Friaza

Los clichés lingüísticos ayudan a entender las ideas-fuerza, las inercias políticas o sociales de una época. He dedicado muchos de mis textos públicos a analizarlos. En 2010, por ejemplo, en mi antiguo blog en La Opinión de Málaga, llamaba la atención sobre la costumbre del expresidente Zapatero de responder a la pregunta -cada vez más habitual en los periodistas y cada vez más impertinente para él- sobre cuánto tiempo permanecerían aún nuestro soldados en Afganistán, así: "Mientras sea necesario". Cuatro años después, en otra legislatura, con otro presidente de Gobierno, nuestros soldados siguen allí y aún no ha sido respondida la pregunta.

"Mientras sea necesario" elude el plazo temporal y escamotea cualquier explicación; su vigencia es incondicional y atemporal pues depende del arcano secreto de la razón de estado, que es un secreto encriptado, inaccesible al conocimiento público.

Esa respuesta, u otra muy parecida, daba también el expresidente norteamericano G. W. Bush en referencia a Irak, en tesitura semejante. Pero es que la he oído muchas veces más, repetida como un mantra. Con las medidas que los dos últimos gobiernos han tomado contra la crisis; por ejemplo, de este tenor : "Tomaremos las medidas que sean necesarias". Pero también en muchísimas series de ficción de aventuras policiales o militares. Cosas como "utilizaremos la fuerza que sea necesaria", o, en una encomienda del jefe a algún agente intrépido y lanzado: "haz lo que sea necesario".

No puede ser casual ese aire de familia lingüístico que aúna a presidentes de estado o de gobierno con entes de ficción cinematográfica educativa. ¡Qué camino va desde la vieja disputa filosófica entre necesidad y libertad a este enunciado performativo tan conminatorio y provocador!

"Mientras sea necesario" remite a un mundo lingüístico en el que no hay apelación ni matiz posible, pues el grado o la secuencia de tiempo de esa situación de necesidad inexplicada queda recluida en la subjetividad del presidente o político o mando militar que la enuncia. Implica, además, el rechazo implícito a la repetición de la pregunta, es decir el rechazo a informar. Es una situación parecida a la del hermano o amigo abusón que ha ocultado algo al más pequeño o débil y que, cuando es reclamado por éste, le responde: "Te lo diré cuando me dé la gana".

Aznar apelaba a lo que "era necesario" mediante un acto de fe: "créanme", gustaba de decir -con su gesto adusto y agrio, mirando a la cámara- cuando ya se derrumbaban las mentiras sobre las armas de destrucción masiva de Irak.

Rajoy encontró, desde los primeros días al frente del gobierno, su particular reino de la necesidad en el "fatum" o destino, que le impedía cumplir en absoluto el programa electoral que le aupó al poder. "Tomaré las medidas necesarias...".

La libertad del gobernante para intervenir la realidad mediante la voluntad política queda anulada en nombre de la realidad, la necesidad o el destino. ¿Cuántas veces no hemos oído la fatigosa excusa, en la voz engolada de unos y otros?

Una variante de estos días, que denuncia en esta misma publicación Jesús Maraña como una herencia de la cultura política de la Transición, es el cliché del sentido o razón de Estado. La escenificación de un renovado pacto social, al que acuden sumisamente los representantes sindicales, es justificado (pero no explicado), una vez más, en nombre del arcano: por sentido de Estado, porque es necesario. Del mismo modo, en fin, que parece forjarse en las sombras un gran pacto bipartidista que ponga coto a la ingobernabilidad de España.

"Con la patria, con razón o sin ella", repetía Rafael Vera cuando era enjuiciado por el uso indebido de fondos reservados y por su implicación en la trama sombría de los GAL. Así que nos encontramos con usos lingüísticos en los que, lejos del antiguo y noble sentido filosófico de la palabra "necesidad", se nos remite más bien al de la real gana o voluntad y, a la vez, al del rechazo del derecho a la información, que choca constantemente en el muro de lo secreto y críptico custodiado por un poder difuso.

La confluencia de estas respuestas con su ausencia total en las ruedas de prensa, tan frecuentes, en que no se concede turno de preguntas, o con las intervenciones grabadas, nos lleva una vez más a lo que es ya una certeza que, por desgracia, no termina de calar en nuestras sociedades: que en la época en la que más medios para la información y la comunicación hay, menos y más tópica y confusa, o ninguna, información tenemos.

Y otra certeza aún, la que más desasosiego debería producirnos: que el reino de la necesidad, en la filosofía política de estos tiempos bobos, es, en realidad, el de la más soberana, cínica y arbitraria voluntad del príncipe.

Manuel Jiménez Friaza es socio de infoLibre

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