Editoriales de libros

La tentación de la edición

A pesar de todo, hay quien sigue editando libros.

EVA ORÚE

En un país donde la lectura es un placer desconocido para la mayoría, y el consumo mantiene su hemorrágica tendencia a la baja (la frase no es de quien firma este texto. Para saber más, sigan leyendo), hay quienes todavía lo intentan. Editar, digo.

¿Por qué, para qué fundar una editorial?

Estas son las razones de tres que nacen estos días, Malpaso en Barcelona y Ardicia y Palabras Aladas (esta última infantil) en Madrid, editoriales y que, al margen de formatos (papel, digital), se colocan del lado de la lectura. Son los botones que han de servirnos de muestra para entender qué espíritu les anima.

El hueco

Salen convencidas de que huecos los ha habido siempre, en todos los frentes y siempre los habrá. De que siempre hay una oportunidad para mejorar lo que ya está hecho, porque, como afirma Cristina Núñez Pereira, de Palabras Aladas, los seres humanos somos perfectibles, al menos tanto como lo que fabricamos.

También en la seguridad de que la detección de oportunidades sirve de poco si no va acompañada de acciones en mercadotecnia, en distribución y en control de gestión que asisten a las grandes corporaciones del gremio y que las pymes o bien no pueden permitirse o apenas cuentan con tiempo para siquiera tomarlas en consideración. Y, lamenta Julián Viñuales en nombre de Malpaso, son muy necesarias.

Incluso de que, como susurra Julio Guerrero, de la editorial Ardicia, aún hay muchísima literatura por (re)descubrir, infinidad de historias por contar.

¿Cómo se os ocurre? ¡Con la que está cayendo!

“Más que una 'ocurrencia', fue una necesidad: la necesidad de olvidarnos un poco de 'la que está cayendo' de modo global y de preguntarnos qué podríamos aportarle al pequeño mundo que nos rodea”, asegura Cristina.

Y de crisis saben un rato. “Nos conocimos cursando un máster en Edición durante un impasse como desempleados —explican desde Ardicia—. Aunque muy meditado, tuvo bastante de esos “ahora o nunca” que no atienden demasiado al parte meteorológico.”

En definitiva, no es tanto un a pesar de sino un por ello precisamente. “El propio nombre del sello es una invitación a seguir bregando contracorriente y a seguir también luchando por dar con el modo de sobrevivir entre tantos alumbrados congéneres; un acto de exorcización”, remata Viñuales.

Llegan, y lo saben, a un territorio saturado. Sepan que según datos de la Agencia del ISBN, en 2008 nacieron 289 editoriales; en 2009, 279; en 2010, 349; en 2011, 583; y en 2012, 535. Es el último año del que disponemos de cifras.

Esas fueron las creadas; ¿y las cerradas? “No es fácil saberlo ya que muchas no comunican su desaparición”, nos dicen desde la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE). Aún así, nos remiten a la Panorámica de la Edición española de libros 2011 que recoge el número de editoriales inactivas por año.

Ojo: que sean inactivas no quiere decir que hayan desaparecido, puede que no hayan tenido actividad un año pero la tengan en años venideros.

¡Brrrrr! ¡La crisis! ¡Y el cambio de paradigma!

Nuestros protagonistas se bautizan en un momento de crisis general y de crisis del sector editorial en particular. ¿Cuál os da más miedo y por qué?

“La económica, sin lugar a dudas —responde Viñuales. Y ahora, la frase del inicio—. En un país donde la lectura es un placer desconocido para la gran mayoría de la población y donde el consumo mantiene su hemorrágica tendencia a la baja, las estrecheces coyunturales de esta naturaleza ponen a toda la cadena de valor de la industria —agencias literarias, traductores, papeleras, imprentas, editoriales, las propias librerías, etc.— poco menos que al borde del abismo. Con todo, no es menos cierto que la industria necesita grandes y muy profundos cambios.”

Hay tanto por hacer, concluye, como razones para seguir en tan concurrido gremio. El verbo “seguir” no es un capricho: él viene de otras aventuras editoriales.

En definitiva, es un desafío, algo parecido a nadar contra corriente, más en un tiempo, en el que (dicen en Ardicia) “el progresivo desmantelamiento por parte de las instituciones de todos los derechos fundamentales, en favor de intereses privados, tiene su trasunto en la creación e injerencia, con propósitos descarnadamente mercantilistas de grandes corporaciones en el panorama editorial. En ambos casos, ni la ciudadanía ni el libro, son tenidos en cuenta en absoluto. Y eso es lo que asusta”.

¿Susto o miedo? “La crisis en sí no nos da miedo Las crisis son oportunidades para cambiar —asegura Núñez Pereira—, para que nos replanteemos la manera de hacer las cosas, para preguntarnos por lo esencial y, a partir de allí, atrevernos a dar vida a lo que antes solo era una idea.”

Y en eso están, en concretar sus sueños.

En confianza…

… hemos sugerido a nuestros interlocutores que se imaginen una noche de copas con el responsable de la cosa editorial en el Ministerio de Cultura. ¿Estamos ya en situación Pues entonces, en ese momento de las confidencias, ¿qué le dirían, o le pedirían?

“Que sea egoísta —dice Cristina—. Que vele por su bienestar y el de su familia. Es decir, que apoye incondicionalmente al sector editorial. Sus seres queridos estarán rodeados de mejores personas.”

“Que el sofocamiento programático al que están sometiendo a las editoriales, las bibliotecas y a los profesionales del libro en general, es una puerta abierta a la desertización cultural de la sociedad —responden los de Ardicia. Y añaden—: Aunque creemos que lo saben perfectamente.”

Acabamos con Viñuales, que es un veterano de mil batallas y sabe mucho de quejas y deseos. “Copa en mano, el muy gastado, pero no por ello menos vigente, mantra que debería entonar al unísono la industria en pleno: rogar para que el peso y la infiltración de la gomina en el riego cerebral de la casta ministerial reinante, así como los aparentes problemas de circulación en el sistema nervioso de tan acorbatados sujetos, no les impidan comprender que invertir en cultura y en educación es una apuesta estratégica muy necesaria para la economía de todo el país —y no sólo para la de los grandes grupos y adláteres que obtienen sus jugosas prebendas de tan putrefacta partitocracia—. Más aún para liberarnos y desprendernos del hediondo y aún muy caciquil estado en el que se encuentra una industria sometida, todavía, a los caprichos, usos y costumbres, consagrados por la sacrosanta transición, de quienes, desde las postrimerías del antiguo régimen, siguen imponiendo sus intereses a los que realmente dinamizan y transforman el sector.”

Y no tenemos nada más que añadir.

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