Teatro

Una trilogía en rojo, amarillo y morado

Una escena de 'Granos de uva en el paladar'.

La función Granos de uva en el paladar, escrita y dirigida por Susana Hornos y Zaida Rico, se estrenó en febrero de 2012 en el circuito off de Buenos Aires, donde desde entonces ha colgado regularmente el cartel de entradas agotadas. Este mes de diciembre ha aterrizado en Madrid, donde permanecerá en la Sala Mirador hasta el domingo 21, para después salir de gira por Granollers, Alicante y Valencia. Lo primero que se viene la cabeza al verla es una duda: ¿qué comprendería el público argentino del mensaje que transmite?

Articulada por tres historias diferentes pero relacionadas, la obra salta al fangoso terreno de la memoria a través de personajes anónimos, esos hombres y mujeres que acabaron siendo engullidos por la misma historia que ellos construyeron. Desde la República a la guerra civil y la dictadura españolas, las protagonistas viven y sufren el machismo, la represión, la violencia, el olvido. Y decimos las protagonistas porque, aunque se representan diferentes personajes masculinos y femeninos, todos cobran vida en el cuerpo de cinco actrices: además de las propias Hornos y Rico, Maray Méndez, Ana Noguera y Lorena Carrizo, todas españolas y la última, chilena.

 

“Desde que la obra nació, teníamos la idea de que en Argentina no iba a interesar”, explica Hornos que, como Rico, llevaba ya varios años residiendo en el país latinoamericano. “Pero la obra es tan universal, que eso queda atrás”. El dolor y el recuerdo se digieren igual en todo el mundo, esa es la respuesta al interrogante, pero a ellas la distancia se les quedaba cada vez más grande. “Estábamos contando nuestra historia a 10.000 kilómetros, y necesitábamos estar aquí. Había algo que estaba ocurriendo en nuestro país y nos faltaba venir”.

Ese algo es más bien todo: la crisis y su contrapunto, el 15M, la corrupción y su contrario, la justicia, la decadencia y su opuesto, la ilusión. “A nosotras nos entusiasma utilizar el término de trinchera teatral para definir lo que hacemos”, apunta Rico. “Significa que para nosotras el teatro no es solo una necesidad, sino también una forma de estar presentes en la distancia”.

Trilogía en rojo, amarillo y morado

A partir de los textos escritos por Hornos en forma de cuentos, Rico sugirió trasladarlos al formato teatral. Una vez tomada la decisión, “sabíamos que tenía que ocurrir aunque no tuviéramos dinero”, dice Rico, que confiesa que también andaban algo “enojadas” por el nivel de “despilfarro” que veían por entonces en algunas obras, con opulentas escenografías que quedaban inservibles al acabar los montajes.

Por eso el suyo se concibió al desnudo: el decorado se reduce a prácticamente el mínimo absoluto, y las ideas y conceptos se transmiten fundamentalmente a través de la palabra y el cuerpo en movimiento, ayudado por unas telas que, a cada rato, van adquiriendo la forma de fusiles, de horcas, de toquillas, de uniformes de presidiarios... “Es volver al teatro casi como un juego, como cuando éramos niños e imaginábamos que un palo era la espada de Yoda”.

El único elemento reconocible es un enorme paño rojo sobre el que se mueven las actrices. El color se corresponde con la primera franja de la bandera republicana, que han tomado como símbolo de la trilogía que abre esta función, y que se complementa con otras dos dedicadas a la lucha y el exilio, respectivamente. “La segunda parte, Pinedas tejen lirios, la estrenamos en Buenos Aires a principios de este año”, dice Rico, “y recoge la idea de lucha a través del personaje de Mariana Pineda, de lo que significó su figura”.

Una historia personal

La voluntad de contar una historia sobre lo que no se quiere contar, les llegó “como a tanta otra gente, porque teníamos un vínculo”. “Son historias que siempre te rondan por temas familiares”, afirma Hornos. Y de escribirlas para sí misma, como algo íntimo, pasaron a adquirir una dimensión pública con su puesta en escena, en la que invirtieron un año de ensayos. “Empezamos a investigar mucho sobre el franquismo, pero también sobre la dictadura de Videla, y nos dimos cuenta de que cuánto compartíamos entre los diferentes países a nivel de la represión”.

Este pequeño “homenaje” que han querido rendir a los hijos del olvido, es también para Rico una manera de diálogo constructivo. “Hablar es la memoria del mundo: el mundo gira porque las personas hablan y caminan”. En el caso de Hornos, duda si la potencial concienciación que emane de su obra será capaz de provocar una transformación. “¿Este surge por nuestra obra o por la propia iniciativa de las personas?”, se pregunta. “Porque si las personas no tienen ese tipo de conciencia, no sé si la obra puede hacerlos cambiar”.

Hay un Garzón en mi obra

Teatro tricolor para recuperar la memoria

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Antes de estrenar la función en Buenos Aires, ambas artistas organizaron en la capital argentina una semana de actividades culturales que llamaron España en el corazón, y en la que programaron proyecciones, ponencias y charlas con invitados de ambos lados del charco. En una jornada que dedicaron a la memoria y los derechos humanos contaron con la participación del exjuez Baltasar Garzón, con quien a partir de ahí forjaron una amistad.

El día 21, coincidiendo con la última función en Madrid, el jurista participará en una charla tras la representación, una actividad que se suma a otra programada para el día 18, en la que las cinco actrices conversarán con el público sobre el proceso de creación y de ensayos de Granos de uva... 

“Aquello fue su primera aparición pública después de que le cortaran la cabeza”, recuerdan en referencia a la inhabilitación profesional de Garzón por un delito de prevaricación relacionado con el caso Gürtel. “Y en el auditorio, en el que habría unas 500 personas, todo el mundo se puso de pie, aplaudiéndole”. Desde entonces, “se creó una hermosa relación: él vino al estreno de la segunda parte de nuestra trilogía y a veces organizamos cenas o comidas ricas. Por eso pensamos: ¿qué mejor manera de cerrar en Madrid que con una charla con él?”

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