Cine

Walesa frente a Leviatán

Un fotograma de 'Leviatán'.

Francisco Chacón

"Yo no era tan antipático ni engreído", comenta Lech Walesa cuando le preguntan por la biografía que firma el patriarca del cine polaco, Andrzej Wajda. Una de las películas más sobresalientes entre los estrenos de este 1 de enero, junto con la solvencia de Andrei Zviagintsev y su demoledora Leviatán.

Walesa, la esperanza de un pueblo rezuma honestidad ante el mito del ex líder sindical y político, hoy un orgulloso abuelo de 71 años. Pero, eso sí, no se libra de ciertos detalles hagiográficos, comprensibles tratándose de una figura capital en la historia de un país castigado por la Historia.

Robert Wieckiewicz

otorga credibilidad al papel protagonista, el humilde obrero de los astilleros de Gdansk fiel a sus principios y consciente del poder de su oratoria. Un líder nato que logró revolucionar las protestas de 1970 y liderar el movimiento Solidaridad, clave para comprender la caída del Muro de Berlín y culpable de hacer tambalearse a la Unión Soviética.

Desfilan en la gran pantalla los momentos de formación de la leyenda, las detenciones, sus arengas públicas, el sustento emocional de su esposa, la convicción de sus planteamientos, el júbilo al serle concedido el Nobel de la Paz en 1983... Todo un maremágnum de acontecimientos y misiones que arranca respondiendo un aguerrido Lech a las preguntas de Oriana Fallaci (interpretada de forma verosímil por Maria Rosaria Omaggio), la "periodista más famosa de Occidente", como a él mismo se le oye decir.

Wajda se remonta al pulso de sus mejores largometrajes, caso de La tierra de la gran promesa, El hombre de hierro, Katyn o Las señoritas de Wilco. Y traza una epopeya con tintes documentalistas que despuntó en la pasada Mostra de Venecia.

Los polacos se aferran al faro de Walesa mientras observan con inquietud la delicada situación en Ucrania, enzarzada en una pugna desigual contra el gigante ruso encarnado por Vladimir Putin. Ahí es donde, precisamente, pone el dedo en la llaga el excepcional Andrei Zviagintsev, un cineasta sin tapujos que combate al régimen antidemocrático de Moscú con un estilo sólido y contundente.

Leviatán, que compite por el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, sigue la estela que fraguó en El regreso, sin intención de dulcificar la cruda realidad que sufren unos ciudadanos casi resignados ante los abusos de unas instituciones que no son más que títeres en manos de los políticos de turno.

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La naturaleza hostil presagia malos augurios y el microcosmos asfixiante se desarrolla en una espiral in crescendo que no conduce sino a la frustración.

Los silencios toman cuerpo y Zviagintsev demuestra que la huella de Tarkovski (Stálker, Nostalgia, Sacrificio) continúa presente en su incómodo cine.

Como en las gélidas fotografías de su compatriota Tim Parchikov (brillante fichaje de Juana de Aizpuru), la desolación se alía con una atmósfera inquietante que no nos da tregua.

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