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Al menos en la literatura, madre hay más de una

Mafalda y su madre, Raquel, por el dibujante Quino.

"En literatura, las madres han sido escritas, no han escrito ellas mismas", sostiene Laura Freixas. De ahí el título de su último libro: El silencio de las madres (y otras reflexiones sobre las mujeres en la cultura). "A grandes rasgos puede decirse que las madres escritas por autores varones suelen caer (salvo honrosas excepciones) en una de estas dos categorías: madres angelicales (como la de El libro de mi madre, de Albert Cohen) o madres diabólicas (Doña Perfecta, de Galdós; Bernarda Alba de Lorca; Madame Lepic en Pelo de zanahoria, de Jules Renard...)".

Sin embargo, las madres "escritas por escritoras de Colette (Sido) o Simone de Beauvoir (Una muerte muy dulce) a Milena Busquets (Todo esto pasará), no suelen ser angelicales ni diabólicas, sino humanas. Pero las escritoras son casi siempre las hijas. Rara vez escuchamos en literatura el relato de la maternidad desde la voz de una madre".

Quizá por eso apunta Eugenia Rico que "todo el predicamento que tiene la figura de la madre en la cultura popular se vuelve ataque en la mayor parte de la literatura entendida como 'culta'. La madre no tiene quien la escriba". En ese sentido, constata la diferente suerte editorial que han corrido las cartas que los hijos (Kafka, Naipaul) han escrito a sus padres y las que las hijas remitieron a sus madres.

Madres e hijas y literatura

Es éste un asunto que ocupa a Freixas desde hace tiempo, no en vano es la antóloga de Madres e hijas, un recopilatorio publicado hace tiempo por Anagrama. Cuando salió a la luz, llamaron nuestra atención sobre el hecho de que una de las más tempranas obras debidas a una mujer sean las cartas de Madame de Sévigné (1626-1696) dirigidas a su hija. Pero, se añadía, es sólo en el siglo XX, a medida que las mujeres escritoras van dejando de ser una rareza, cuando el dúo madre-hija comienza a tener una presencia literaria notable. Ya entonces, Freixas traía a colación a las citadas Colette y Beauvoir, a las que considera fundadoras de un género, la evocación de la madre muertemadre muerte, que luego se multiplicará con la obra de Annie Ernaux, W. A. Mitgutsch, Susanna Tamaro, Amy Tan o, más recientemente, Delphine de Vigan con Nada se opone a la noche.

"Ahora que empieza a haber bastantes mujeres que escriben, ya hay algunos textos que nos hablan de la maternidad desde el punto de vista de una madre", se felicita Freixas quien, a la hora de elegir una madre literaria "en todos los sentidos de la palabra (como maestra, y como autora de textos sobre la maternidad en primera persona)" se inclina por Sylvia Plath, "que tiene poemas hermosos, tiernos, pero también angustiosos e inquietantes, sobre lo que es ser madre".

¿A quién quieres más?

Hemos preguntado a un grupo de escritoras a qué madre de libro quieren más. Difícil elección.

Eugenia Rico empieza asegurando que "no hay nada tan literario como la madre aunque no sea una madre como Medea". Su evocación nos permite sumar a nuestra lista a madres de la tiempos antiguos, como Yocasta, la reina de Tebas, madre de Edipo, de cuya vida tanto se ha escrito; o madres decimonónicas, como la Emma Bovary de Flaubert, madre de una niña a la que ignora, o la Anna Karenina de Tolstói, que sacrifica el fruto de su maternidad por un amor obsesivo.

A estas últimas quizá se las podría emparentar con la madre recuperada por Adriana Davidova de la pieza teatral de August Strindberg El Pelícano, mujer que encarna a aquellas que, pese a haber parido, "no registran en sus emociones ni pensamientos ningún tipo de instinto de entrega, de abnegación, de piedad… Alguien capaz incluso de sacar la comida de la boca de sus propios hijos en todos los sentidos, para nutrirse ella, para crecer ella, para garantizar su propia supervivencia". Con ella, el autor traza un "retrato de mujer-madre al que observar e intentar domar su sombra en cada una de nosotras a la hora de afrontar la maternidad".

¡Ah, la maternidad! Un hecho culminante en la vida de una mujer, "aunque ser madre sea tener el corazón fuera del cuerpo. Para siempre", asegura Rico. "Escritoras como Margaret Atwood dicen que al nacer su hija pensaron que habían perdido el don. La creación física se ha presentado a menudo en conflicto con la creación literaria".

Y a eso volvemos, a criaturas literarias. "Mi madre preferida y seguramente compartida con muchos es La madre Coraje y sus hijosLa madre Corajey sus hijosde Bertold Brecht, recuerdo una madrecita terrible en Almas muertas de Gogol y por supuesto, La madre, de Máximo GorkiLa madre". 

Dirijo la misma pregunta a Imma Turbau. "Siempre pienso en El libro de mi madre, de Albert Cohen". Lo leyó por vez primera hace al menos 20 años. "Y me impactó, no estoy segura de que fuera tanto por el texto en sí como por la magnitud del homenaje, por lo mucho que amó Cohen a su madre, tanto como para dedicarle un libro entero".

Son muchos los literatos que, como él aunque no siempre por las mismas razones (a veces por agradecimiento, otras para calmar el remordimiento), han publicado su tributo. Dos ejemplos entre tantos: Tahar Ben Jelloun escribió Mi madre porque la mujer que le dio la vida sufría alzhéimer; Richard Ford escribió Mi madre como "un acto de amor".

Pero volvamos a la ficción. Charo Ruano elige estas tres: "Úrsula de Cien años de soledad: la matriarca, el puntal, la mujer fuerte, ni el miedo puede con ella, vive y vive y cuida. María, de El testamento de María de Colm Tóibín, una madre llena de dolor y desconcierto, que no entiende nada, que sólo sabe que el hijo se equivocó y eso le costó la vida y que ella está pagando su error. Y Amalia, de Una madre, de Alejandro Palomas, maravillosa figura que es la que mantiene a la familia unida. Tan madre, tan tierna, tan moderna, tan despistada a veces, pero todo gira a su alrededor".

Tan diferente de otras madres en las que me hace pensar Marina F. Bielsa cuando en Twitter menciona a la Eva Khatchadourian de Tenemos que hablar de Kevin, "un tratado políticamente incorrecto (y brutalmente sincero) sobre la maternidad –me dice–. Nadie te prepara para un hijo psicópata". Entonces me viene a las mente la madre de Norman Bates, que antes de ser filmada fue escrita por Robert Bloch. Y, por asociación de ideas, la madre de Lolita, Charlotte Haze, a la que Nabokov imaginó y que quedó luego atrapada en el cuerpo cinematográfico de Shelley Winters.

Las madres de la literatura infantil

Tratándose de madres, no podrían faltar las leídas por los niños. He pedido a Begoña Oro que piense en su ámbito, y confiesa que no da abasto porque está lleno de libros que tratan sobre madres e hijos y, sobre todo cuando pensamos en clásicos de literatura infantil, "de madres... ausentes, y de madrastras. Supongo que las mejores aventuras siempre suceden a espaldas de las madres y muchas historias comienzan precisamente con esa separación. Lo que uno vive junto a una madre rara vez es una aventura".

La escucho y pienso en la madrastra de Blancanieves, y en la de Hansel y Gretel, o en la madre y la Otra Madre de Coraline, y en que Manolismo me ha piado que su madre favorita es "sin duda, la mamá de Marco", y en que, vía Facebook, la ilustradora Ana Salguero me ha revelado la suya: la señora March, madre de Mujercitas.

Pero vuelvo a Begoña y la pongo delante de sus responsabilidades.

"Elijo a la madre de Madrechillona, de la fantástica Jutta Bauer, porque la combinación literatura infantil + madre es territorio abonado para las moñadas, y hay muchas. En Madrechillona aparece una madre (pingüina) que da unos gritos que se funde el misterio, que es cosa muy de madre también. El libro empieza así: 'Esta mañana, mi madre me chilló de tal forma que salí volando en pedazos'. Literalmente: la cabeza del hijo pingüino sale por un lado, el cuerpo por otro, las alas, el pico... Ni que decir tiene que [alerta spoiler] la madre al final recoge los pedazos y los cose, y hasta pide perdón. Me gusta que salgan madres así, especialmente en la literatura infantil, madres que de entrada chillan y de salida piden perdón... hasta el siguiente grito."

Primer domingo de mayo

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Sí, hoy es el Día de la Madre. Me acuerdo de Mafalda escribiendo su cartilla escolar: "Mi mamá me mima. Amo a mi mamá". Y de pronto, levanta la nariz y olfatea el aire: ¡sopa! Y grita: "¡Mamá, o vos dejás de preparar sopa, o yo dejo de escribir hipocresías!". Raquel, su madre se llama Raquel, y como todas, se desempeña a tiempo completo.

"Desde que soy madre no me da la vida para publicar, apenas para escribir a ratos perdidos", de dice Inma Turbau, y aunque se queja no suena a lamento. "Ojalá el Día de la Madre regalen muchos libros a las madres y, sobre todo, unas cuantas horas para poder leerlos".

Ojalá.

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