Música

El agua no pudo con el rock

El agua que no pudo con el rock

Los más pesimistas llevaban avisando días antes: la lluvia podía arruinar la vigésimo primera edición de Viña Rock. El temporal de la semana anterior, sumado a las predicciones de lluvia durante los días en lo que se celebraba el festival, no eran buenos augurios. Pero el clima vivido desde principios de semana en Villarrobledo (Albacete) daba para pensar que las previsiones eran erróneas.

No fue así: tras dos jornadas –miércoles y jueves– con apenas nubes, el viernes llegó con todo el agua de golpe. El festival está más que preparado para que los conciertos puedan sucederse con normalidad cuando llueve, pero el público se encontró la acampada y parte del recinto embarrados y su ropa y pertenencias empapadas.

A pesar de todo, la lluvia, prácticamente ininterrumpida desde mediodía hasta la madrugada, no impidió que la afluencia fuera la habitual, con un público que aumentaba según avanzaba la tarde con los conciertos de, entre otros, Aspencat, Desakato, Reincidentes, Hamlet, Def Con Dos, La Gran Pegatina o Talco, estos dos últimos, platos fuertes de la noche.

El resto de días la protagonista fue, como no podía ser de otra forma, la música. El Viña Rock acogió en sus diez escenarios –ocho dentro del recinto, dos en la acampada– un total de 141 conciertos en los que pudieron escuchar géneros de los más dispares, de los originarios del festival, como el punk o el rock, hasta reggae o rap. Además, este año había nueva apuesta: ViñaDub, un escenario con el que disfrutar de una combinación de estos dos géneros en formato sound system.

Viña Rock es un festival sin cabezas de cartel nombrados por la organización, pero algunos grupos se ganaron a pulso ese reconocimiento. Fue el caso de La Gran Pegatina y La Raíz, cuyas actuaciones atrajeron el público más numeroso del festival: no cabía un alfiler. Con afluencia más ligera, pero nada desdeñable, también destacaron (además de los mencionados) grupos como Berri Txarrak, Boikot, Angelus Apatrida, Sfdk, Sho-Hai, Lendakaris Muertos, Hora Zulú o Los Chikos del Maíz.

La organización ha mejorado este año las infraestructuras, haciendo caso a algunas de las reclamaciones de los asistentes, como la limpieza y cantidad de lavabos portátiles, pero sigue habiendo algunos aspectos muy mejorables. El principal, un sonido que no se corresponde con la importancia del festival, no estando a la altura en la mayoría de los conciertos –el caso más flagrante fue el de los argentinos A.N.I.M.A.L.–, donde hubo lidiar con acoples, volumen de instrumentos desnivelado, cantantes a los que era casi imposible entender cuando cantaban… Una serie de problemas fácilmente solucionables y que, a más de uno, dejaron un sabor agridulce.

Una ciudad de tiendas de campaña

Que el espíritu de Viña Rock va más allá del de un simple festival no es ningún secreto. Lo pueden corroborar las cerca de 200.000 personas que, según la organización, han pasado por Villarrobledo. De hecho, se trata del tercer festival más multitudinario de España, sólo por detrás de Arenal Sound y Rototom, aunque estos se celebran en verano, con una duración de seis y ocho días, respectivamente.

El festival Viña Rock emite una treintena de conciertos en ‘streaming’

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Esta pequeña localidad de 25.000 habitantes ve cada año cómo su población se multiplica a finales de abril, quedando engullida por una acampada que, más que un lugar en el que alojarse durante el festival, parece una ciudad improvisada, construida a base de telas, palos, cuerdas y lonas.

Esto, claro está, también tiene su contraparte para Villarrobledo: el impacto económico de Viña Rock ha sido este año de 15 millones de euros y ha generado cerca de 1.400 puestos de trabajo, directos e indirectos. Muchos de ellos a través de imnprovisados negocios familiares, conocidos por todo aquel que haya acudido al festival y casi necesarios para sobrevivir a él.

Las casas de los vecinos de Villarrobledo se convierten en tiendas y bares que ofrecen todo tipo de servicios: desde bocadillos o platos caseros hasta duchas, pasando por lavado de ropa o carga de móviles. Todo lo susceptible de ser consumido.

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