Cine

¿Por qué ya no hay películas como las de los ochenta?

Patrick Swayze y Jennifer Grey en una escena de 'Dirty dancing' (Emile Ardolino, 1987).

De Dirty Dancing, la mayoría recuerda los movimientos de Patrick Swayze, las dudosas elecciones de vestuario, el estribillo de "(I've had) The time of my life" y el salto de Jennifer Grey en brazos del bailarín. Pero pocos tienen en la memoria uno de los puntos claves del guion: la trama del embarazo de Penny, que tiene que recurrir a un aborto ilegal —aunque la película se estrenara en 1987 estaba ambientada en los sesenta— que casi le cuesta la vida. Es cierto que es un nudo más de un guion construido en torno a la relación de Baby (Grey) y Johnny (Swayze), lo que explicaría que Dirty Dancing no suela recordarse como una película sobre el aborto. Pero la periodista de The Guardian Hadley Freeman, en su libro The time of my life (Blackie Books), se hace una pregunta: ¿por qué ya no hay películas de masas en las que se vean abortos? 

Su planteamiento se lanza directamente al "ya no hay películas como las de antes", y lo hace sin pudor. Freeman, una de las columnistas más conocidas (y comentadas) del periódico, es defensora declarada de un cine que la crítica consideró mucho menos refinado que el de la década anterior —"Hollywood de los setenta, qualité; Hollywood de los ochenta, el infierno de la cutrez", resume Freeman— y que hasta hace poco sobrevivía en el imaginario colectivo como una recopilación de estilismos horteras y fotografía kitsch.

Pero también resultaron tremendamente "formativas" para una generación que aún las recoge entre sus películas favoritas, y lo son porque "poseen ciertas cualidades y ofrecen lecciones particulares que no se encuentran en las películas de hoy en día". Algunas de ellas tan sorprendentes como que los adolescentes normales merecen atención (La chica de rosa, El club de los cinco) o que las mujeres son graciosas e interesantes (Cuando Harry encontró a Sally..., Magnolias de acero). Aunque Freeman es también especialmente crítica con los comentarios machistas, homófobos o racistas que proliferan en algunos de estos filmes y que hoy serían inadmisibles. 

Freeman explica este cambio por la transformación del sistema de estudios de Hollywood. Para eso, cita a John Landis, director de filmes como Granujas a todo ritmo o Entre pillos anda el juego: "Hay un millón de razones por las que hacer películas ahora es diferente pero una de las más importantes son las corporaciones. Entre Disney y Rupert Murdoch, solo cuatro o cinco empresas controlan los medios, lo controlan todo. Eso significa que la dirección es mucho más corporativa. Durante veinte años, yo decidí el montaje final, ahora no te dejan". "Hollywood existe para hacer dinero", lanza Freeman en su hotel del centro de Madrid, "y la forma de hacerlo ahora es hacerlo en China".

Que el mercado internacional suponga hoy un 80% de los beneficios, cuando antes era el 20%, no es una cuestión de negocios o marketing, sino de contenidos: las películas más fáciles de traducir a otro mercado son aquellas que despliegan un rango estrecho de emociones fácilmente reconocibles y pocas referencias locales. Dos requisitos que cumplen de sobra las ubicuas películas de superhéroes, estrellas de la taquilla mundial —aunque no necesariamente en Estados Unidos: la mayoría de los 31 taquillazos del verano de 2013 fracasaron en el mercado nacional— a las que Freeman tiene especial manía. 

Claro que la periodista, que confiesa haber visto el Batman de Tim Burton, El príncipe de Zamunda o Todo en un día muchas más veces de las recomendables, no es la primera en reivindicar la valía de las películas de entonces sobre las de ahora. De la celebración de la llegada del futuro de Regreso al futuro al remake de Cazafantasmas, pasando por la serie de Netflix Stranger Things, una ola de nostalgia inunda la cultura popular. "En parte, esto se debe a que los que hemos visto estas películas en nuestra infancia pasamos de los 30 y estamos escrbiendo en periódicos", admite Freeman, que ha sido entrevistada por varios colegas de generación. Pero no lo deja ahí: "Empezó siendo nostalgia, pero se ha convertido en otra cosa. En parte porque la mayoría de las películas que se hacen ahora son tan malas... ¡Nadie está emocionado por la nueva de Los Vengadores! Los VengadoresY mucho menos en el sentido en que la gente se emocionó cuando se estrenó Cazafantasmas".

Se lamenta de que ya no se hagan películas como la protagonizada por Bill Murray, "llenas de acción pero también de corazón". Por el mismo motivo, celebra el estreno de Stranger things, "la mejor forma de honrar las películas de los ochenta sin hacer remakes, que siempre acaban decepcionando". Aunque está encantada con el estreno de la versión de Cazafantasmas protagonizada solo por mujeres: "No hay mayor comedia de acción en la mente de la gente que Cazafantasmas, y Paul Feig estaba demostrando que las mujeres pueden con ello. Aunque no sé si la necesitábamos. ¿Por qué no hay más películas nuevas protagonizadas por mujeres poderosas y graciosas?".

De Feig, justamente, se le ocurren un par: La boda de mi mejor amiga y Cuerpos especiales. Si el lector se ha llevado las manos a la cabeza, es quizás por uno de los fenómenos detectados por Freeman: el progresivo desprestigio de las comedias románticas —y a partir de ahí, de las comedias protagonizadas por mujeres— como Cuando Harry encontró a Sally..., que sí es del gusto del público. "El 60% del público son mujeres", apunta la reportera, feminista convencida, "Y cuando se hacen películas con mujeres, son grandes éxitos. Pero los estudios nunca toman nota. La boda de mi mejor amiga ha sido la comedia más existosa de los últimos 20 añosLa boda de mi mejor amiga, ¿has visto otra comedia de ese tipo protagonizada por cinco mujeres? No".  

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El problema está, de nuevo, en los estudios, que aspiran a producir filmes para amplios sectores demográficos y consideran que las protagonizadas por mujeres llegarán solo a mujeres de cierta edad. Además, trasladar esas películas a mercados con referencias culturales tan distintas como China o Rusia es particularmente complejo. Como consecuencia, han invertido cada vez menos dinero y esfuerzos en las comedias románticas: "Ahora las comedias románticas son muy malas". De lo que no se puede deducir nada: "Las 10 películas menos exitosas de la historia de Hollywood están protagonizadas por hombres, pero nadie dice 'Ah, no deberíamos hacer más películas con hombres", dice Freeman con sorna.

Es cierto que en los últimos años ha habido una proliferación de filmes que llevaban a los cines mujeres fuertes y poderosas, como Mad Max: Fury Road, o el próximo estreno de Wonderwoman. Y, aunque Freeman las celebra, también muestra cierta preocupación. ¿Por qué todas estas películas muestran a mujeres están, de alguna manera, muy por encima de la media? Esto puede extenderse a las películas de adolescentes, un género muy cuidado por el Hollywood de los ochenta y que hoy cuenta con éxitos como la saga  Harry Potter o Los juegos del hambre. "Todas tienen poderes, o son especialmente fuertes, o valientes. Los chicos normales no son así, yo no soy así. Ellos son excepcionales".

¿Y por qué considera tan importante este matiz? Freeman toma aire y se queda en un raro silencio durante unos segundos, quizás pensando en aquella adolescente que no se despegaba del VHS: "Las películas de los ochenta, como La chica de rosa o Todo en un día, iban sobre chicos normales a los que se les decía que se merecían una película. Que no necesitaban ser especiales, que no tenían que ser modelos o, no sé, magos". The time of my life defiende que aprender eso en tu juventud te cambia la vida.    

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