Entrevista

Jean-François Gayraud: “Vivimos una guerra financiera aunque no la llamemos así”

Scotte Atran: “La desaparición inmediata de Daesh es una ilusión”

Pregunta: En sus últimos libros, se ha dedicado a denunciar los sistemas de fraudes masivos, de mafias y sobre todo a los delincuentes de cuello blanco que han podido prosperar al abrigo del sistema bancario y financiero. Ahora vuelve a ponerse de actualidad con la reciente aparición, en Francia, de su libro L'Art de la guerre financière [El arte de la guerra financiera]. ¿Por qué presenta el sistema financiero en términos militares? ¿Por qué habla de guerra?L'Art de la guerre financière

Respuesta: Porque se trata de una verdadera guerra, aunque no la denominemos así. Es invisible, pero no por ello provoca menos víctimas que las que causan las bombas en el campo de batalla, aunque nunca se hablen de ellas. Con la crisis de 2008, asistimos a la destrucción de barrios, de ciudades enteras, como Detroit o Baltimore, en Estados Unidos, que quedaron completamente devastadas por las expropiaciones y los saqueos masivos, que fueron abandonadas por la población y después por el cierre de las fábricas. Las subprimes funcionaron como bombas de neutrones, se expulsó a los habitantes, se vaciaron los espacios, pero las casas permanecieron intactas y las recuperaron los bancos carroñeros. No se habla de los millones de parados y de trabajadores que se empobrecieron de un día para otro, ni de las vidas destrozadas, de la población a la que se empujó al suicidio. Son todas víctimas anónimas. Todo esto es fruto de un sistema financiero anómico.

El nuevo sistema financiero que surgió en los 90 aúna una potencia y una complejidad tales que hace que deba analizarse bajo un nuevo prisma. La economía clásica no quiere ni puede pensar en las finanzas desde un punto de vista delictivo, por positivismo estrecho. La sociología, que en sus orígenes fue capaz de estudiar los delitos, se echó a perder en los intrincados caminos de la deconstrucción.

Por lo tanto hay que tratar de refundar una reflexión con otros puntos de vista. Con la criminología y la geopolítica, como hice en obras anteriores, y ahora con la polemología. Los ángulos de comprensión, “de ataque”, deben ser múltiples, porque las facetas de las altas finanzas tóxicas son muchas. La guerra no puede ser un monopolio de los militares. La hostilidad siempre ha tenido múltiples rostros, político, económico, cultural y, finalmente, financiero. En el caso de las altas finanzas, nos encontramos ante un sistema cond estrategias propias, con intereses desconectados de los de los Estados y los pueblos. Los mercados –quizás menos en sus intenciones que en las consecuencias de sus actos– actúan muy a menudo con hostilidad frente a la sociedad, sobre todo desde que las políticas de desregulación les han dado vía libre.

P: El mundo de las finanzas y de la economía no son necesariamente delictivos, según muchos economistas. ¿No tiene la impresión de exagerar, con el consiguiente riesgo para su análisis?

R: Mi punto de partida es el de la criminología por lo que, a la fuerza, existe un efecto lupa. ¿Le reprocharía a un médico que diagnostique enfermedades? El fraude, el delito no son consustanciales al mundo de las finanzas, pero es fundamental comprender que en el nuevo contexto del capitalismo desregulado en exceso, financiero y globalizado, el fraude ya no es un asunto periférico, al contrario de lo que se nos quiere hacer creer.

El capitalismo que emergió en los años 80 es tremendamente criminógeno, lo que significa que conlleva fuertes incitaciones y oportunidades para defraudar. Desde el siglo XIX –y sus barones ladrones– estas incitaciones y oportunidades nunca habían sido tan importantes. El origen de esta desregulación mortífera es conocida: la desregulación, que en un primer momento no era más que un conjunto de ideas, transformada en políticas públicas. Todo ello amplificado por las innovaciones tecnológicas. Se nos ha dicho que no hay escapatoria a la desregulación/financiarización de los mercados; conocemos el mantra de esta ideología: “No había otra opción”. Los liberales dogmáticos han impuesto la idea de que la competencia y no la hostilidad es la solución última. Dicho de otro modo, la doxa liberal trata de despolitizar los informes sociales e internacionales para conferir al mercado la función de árbitro supremo.

Cuando fraudes o delitos saltan en los mercados financieros, el relato dominante es como el de un suceso; se presenta una narración desde el ángulo de las derivas puntuales y no como análisis sistémico. Rechazamos ver lo que en el sistema los hace posibles, incluso los promueve. Permanecemos en la relativización o en la negación. El diagnóstico delictivo se ignora o es incompleto. Lo vimos así en la crisis de 2008, o en el caso de los bancos HSBC y Wachovia en Estados Unidos [acusados de blanquear miles de millones de narcotraficantes mejicanos], por ejemplo. Nos dimos cuenta entonces de que el fraude forma parte de algunos modelos de negocio financieros y que tiene efectos macroeconómicos.

No se ha extraído ninguna conclusión de estos delitos recurrentes y con efectos sistémicos. La prueba es que en Estados Unidos, epicentro de estos importantes fraudes, ha previsto transacciones prepenales para evitar los juicios. Esos sucedáneos de sanciones funcionan como simples impuestos al fraude, lo que permite, a falta de un proceso penal digno de dicho nombre, disimular las faltas personales. El resultado penal casi anima a reincidir. Esta falta de proceso público supone un auténtico problema, porque las faltas no se nombran y las responsabilidades son menores. De modo que la impunidad se convierte en la norma. ¿Cuántos banqueros han sido condenador tras la crisis de 2008? Ninguno, salvo dos excepciones de poca entidad. Sin embargo, la población ha sufrido por las malversaciones. La tragedia, delictiva en parte, norteamericana de 2008 se repite en Grecia desde 2010.

Es verdad que la economía necesita del mundo de las finanzas, pero hay que plantearse una pregunta fundamental: desregularizada y globalizada en exceso como está ¿sigue sirviendo al interés general? Las grandes finanzas deberían ser canalizadas y recuperar sus viejas funciones de depósito y de préstamo. Pero hemos renunciado a hacerlo desde hace mas de 40 años. Dicho de otro modo, las finanzas deberían ser un bien común, como el agua o el aire, pero se han convertido con mucha frecuencia en herramienta de especulación.

P: ¿Cómo puede ayudar la estrategia militar a comprender el poder de las finanzas?

R: Es verdad que el arte militar nos enseña a pensar en términos de hostilidad y de caracterización del enemigo, pero también en el poder, la potencia y la destrucción. La confrontación puede estar enmascarada pero es real. Este poderío financiero tiene consecuencias en la vida de todos: morimos de ello, sufrimos por ello. A día de hoy, ¿quién envidia a los griegos, estrangulados como están por las deudas, por las que no se les puede culpar al 100%? O antaño, en el caso de los afroamericanos y sobre todo de las clases medias, atrapados en préstamos depredadores?

No obstante, hay motivos para la esperanza. Existen salidas, aunque para ello conviene empezar por hacer el diagnóstico correcto de las cosas; saber salir de las explicaciones decorosas sabiendo discernir la parte importante delictiva existente en los desórdenes financieros contemporáneos. El pueblo soberano tiene derecho a saber y a comprender, por encima de diagnósticos preacordados. La segunda etapa es clara y los islandeses, de los que hablo en mi libro, han sido ejemplares en ese sentido: han sabido resistir, decir no por medios democráticos. En realidad, no hay nada complicado cuando el horizonte intelectual se clarifica mediante un diagnóstico justo y la sociedad puede decidir. El caso islandés es, desde ese punto de vista, más que un caso de estudio: es casi un cuento voltariano.

El sistema financiero dispone casi del monopolio de las informaciones pertinentes y de los relatos. Ahora bien, el monopolio del relato, tal y como se ha puesto de manifiesto en el caso griego de forma casi caricaturesca, permite todo tipo de manipulaciones. En su obra 1984, George Orwell se refirió a todo esto. La supuesta sociedad de la información es en realidad portadora de mucha opacidad. La mediaesfera crea su propia realidad que viene a superponerse al mundo real. Ahora lo que no emerge o no se percibe por la mediaesfera está condenada a no existir.

P: Sin embargo, la crisis parece haber abierto los ojos a muchas personas. Muchos han descubierto con ello un sistema o aspectos de un sistema que desconocían hasta la fecha. Candidatos políticos como la de Corbyn en Gran Bretaña, la de Sanders en Estados Unidos han aparecido de esta toma de conciencia...

R: Me alegra. La opinión pública toma consciencia del funcionamiento real del sistema financiero. Una parte de la nebulosa parece disiparse, revela prácticas fraudulentas y depredadoras, desconocidas por el gran público hasta la fecha. Pero en las explicaciones dominantes sobre la crisis, pese a todo, subyace un increíble conformismo. La prueba es que a fin de cuentas hemos padecido la impunidad penal de los banksters y la austeridad de la población. Y en la crisis de 2008, el diagnóstico sobre el carácter sistémico del fraude ha sido marginal.

Líderes políticos como Corbyn o Sanders son portadores de esa toma de conciencia porque son fundamentalmente keynesianos, lo que no puede hacerlos permeables a la variable criminal. Siguen las huellas de su ilustre predecesor, el presidente Franklin D. Roosevelt, que no dejó de fustigar en el periodo de entreguerras al “dinero organizado más peligroso que el crimen organizado”.

La nebulosa parece disiparse por momentos. Pero no seamos incautos, la experiencia indica que la nebulosa puede formarse enseguida. ¿Qué constatamos al analizar la arquitectura actual de las finanzas globalizadas? Desde 2008, pese a las declaraciones políticas atronadoras y las leyes llamadas de re-regulación, no ha cambiado nada esencial. Mucho ruido politico-mediático pero poco o muy poco, o para cambios más bien cosméticos.

P: Es imposible actuar solo frente al sistema financiero globalizado, dicen algunos. ¿Hemos perdido la batalla de antemano?

R: Por supuesto que es posible actuar solo. El ejemplo irlandés es la prueba. Se ha producido un levantamiento popular. El pueblo islandés ha dicho no a la rutina política de la migración de deudas hacia los contribuyentes, rompiendo con el axioma “socialización de pérdidas, privatización de beneficios”. Los islandeses nacionalizaron los bancos, establecieron un control de cambios, sentaron en el banquillo a los defraudadores y constituyeron comisiones de investigación, ayudaron a los hogares sobreendeudados y gravaron a los más ricos.

La mayoría de los responsables políticos occidentales están “de vacaciones”, por parafrasear la descripción que el historiador Hippolyte Taine hacía de los aristócratas del Antiguo Régimen en Les Origines de la France contemporaine [Los orígenes de la Francia contemporánea]. Se sabe dónde les ha conducido esta pasividad. La cuestión de la recuperación del control de las finanzas es un asunto decisivo para el futuro. No es un asunto técnico, sino profundamente político. Hay que comprender que existe hostilidad contra los pueblos en las prácticas de las altas finanzas actuales. Es hora de que nuestros responsables políticos admitan que estamos en un campo de batalla.

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Traducción: Mariola Moreno

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