Defensores de la libertad de expresión... pero en Francia, no en sus países

Numerosos dirigentes mundiales se han desplazado este domingo a París, entre ellos Mariano Rajoy.

INFOLIBRE

Numerosos dirigentes mundiales se han desplazado este domingo a París para participar en la llamada Marcha republicana por la libertad de expresión tras los atentados ocurridos en la capital francesa esta semana, que se han saldado con 20 muertos, incluidos tres terroristas. Mariano Rajoy, presidente español, es sin ir más lejos uno de los ilustres participantes en la manifestación desde la plaza de La República a Nation, donde se han congregado centenares de miles de personas. Junto a él han recorrido las calles mandatarios como los primeros ministros turco y húngaro, Ahmet Davutoglu y Viktor Orban respectivamente, el presidente gabonés Ali Bongo, los reyes de Jordania, Abdalá II y Rania, el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, el ministro de Exteriores egipcio Sameh Shoukry o el ministro de Economía israelí Naftali Bennett.

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Al igual que Rajoy -promotor de la reprobable Ley de Seguridad Ciudadana- ha visto en entredicho su buena voluntad a la hora de defender la libertad de expresión tras la imputación este mismo jueves de un colaborador de La Tuerka (programa televisivo de Pablo Iglesias) por un sketch en el que parodiaba la desarticulación del Partido Popular, la presencia de los otros dirigentes tampoco goza de excesiva credibilidad. En Turquía, como bien explica el diario francés Le Monde, basándose en datos de Reporteros Sin Fronteras, se producían en este pasado mes de diciembre una serie de detenciones masivas a más de una veintena periodistas de medios de la oposición, mientras que se han emitido órdenes de arresto a otros 32. En Hungría, el partido de gobierno, ultraconservador, votó en 2010 una ley que restringe el control que los propios medios tienen sobre sus informaciones, que pasó así a manos del poder político.

Más controvertida podría ser incluso la participación de Israel, cuyo ministro de Economía se ha llegado a vanagloriar de haber matado “a muchos árabes”. Esto no ha impedido que los máximos representantes palestino e israelí, Mahmoud Abbas y Benjamin Netanyahu, hayan acudido ambos a la marcha. Llegados desde la vecina Jordania, los monarcas Abdalá y Rania están detrás del cierre de una cadena de televisión y las detenciones de periodistas iraquíes establecidos en Ammán. ¿Su delito? Haber criticado al primer ministro, Nuri Al-Maliki. En Egipto, hace más de un año que están encarcelados tres periodistas de la televisión Al Yazira, condenados a penas de entre siete y diez años por, supuestamente, haber prestado apoyo a los Hermanos Musulmanes. Como ellos, 46 periodistas han sido arrestados en los últimos tiempos por similares razones.

En Rusia, a pesar del reconocimiento oficial de la libertad de prensa, Putin controla con mano de hierro todo lo que se dice en los medios. Tanto que el servicio de seguridad del Kremlin reforzó la vigilancia constante de Internet para acallar las voces de blogueros críticos que pudieran arruinarle los pasados Juegos de Sochi. El internauta y opositor Alexei Navalny, de hecho, acaba de ser condenado a tres años y medio de prisión. En Gabón, por su parte, la falta de libertad de expresión se traduce en forma de secuestros de publicaciones: dos de estas, contrarias al régimen de Bongo, dejaron de trabajar temporalmente este septiembre debido a que fueron hackeadas, de acuerdo con ellas por el propio gobierno, extremo que este negó. No obstante, hace solo unos días, un periodistas gabonés denunció haber sido secuestrado y haber recibido amenazas en su propio despacho por un representante gubernamental.

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