Enfermedades

Un año de ébola en diez historias

Un año de ébola en diez historias

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El 23 de marzo de 2014 la Organización Mundial de la Salud (OMS) daba a conocer la existencia de un brote de ébola en Guinea, pero no fue hasta el 8 de agosto, cuando declaró que la epidemia constituía una "emergencia de salud pública de importancia internacional", que la comunidad internacional pareció darse cuenta de la gravedad de la situación ocasionada por este virus hemorrágico.

Según los últimos datos publicados por la OMS el 20 de marzo, en el último año se registraron 24.753 casos, principalmente en Guinea, Sierra Leona y Liberia, los tres países más afectados por la epidemia, de los que 10.236 han acabado en muerte, siendo Liberia el país con más víctimas mortales (4.283), seguido por Sierra Leona (3.712) y Guinea (2.241).

En estos meses, se ha hablado mucho de la crudeza de esta enfermedad, con un índice de mortalidad muy elevado, del estigma que sufren quienes la padecen y logran sobrevivir, de los cambios en los hábitos y costumbres que ha sido necesario introducir para frenar su propagación principalmente funerales y el contacto interpersonal, y del trabajo dedicado que han hecho numerosos voluntarios, trabajadores sanitarios y humanitarios.

Estas son diez de esas historias de lucha, superación, solidaridad y entrega que nos ha dejado el ébola:

Historias de lucha infantil

Mamadee, 11 años, Liberia. Para sorpresa del personal del centro de Médicos Sin Fronteras (MSF) de Foya, los análisis dieron positivos y tenía ébola. Pronto el niño se convirtió en el centro de atención de todas las miradas por un motivo: bailaba a todas horas Azonto, alegrando a todos.

Pese a su buen humor y a que nunca se quejó de su situación, Mamadee fue testigo de situaciones terribles. "Este lugar está lleno de gente que muere. El ébola es una enfermedad que te hace vomitar y sangrar por la nariz y acaba con tu vida", contaba Mamadee. "Así se lo contaré a mis amigos cuando vuelva a casa". Y lo hizo, tras algo más de dos semanas internado.

Momodu, 10 años, Liberia. Llegó muy enfermo al centro de MSF en Monrovia pero logró sobrevivir a la enfermedad. Para sobrellevar su convalecencia, una enfermera le dio papel y lápices de colores. Cada día hacía un dibujo que el personal decidió colgar en una pared para que todos pudieran admirarlos.

Una vez recuperado, no pudo llevárselos consigo, porque de las zonas de riesgo no puede salir ningún material, pero le hicieron copias para que las tuviera de recuerdo. "Hoy Momodu es como cualquier niño normal de 10 años: sonríe, camina, habla y pinta los dibujos más bonitos. Es un día muy feliz para todos", aseguró uno de los médicos que le trató el día que le dieron el alta.

Sanfa, 14 años, Sierra Leona. A su madre le dijeron que había muerto de ébola. Pero Sanfa había sobrevivido y gracias a la ayuda de UNICEF pudo regresar a su casa y terminar su recuperación. Además, ahora ayuda en las labores de concienciación de su comunidad, ya que él mismo es el vivo ejemplo de que el ébola, atajado a tiempo, no tiene por qué ser mortal.

"Las personas en el centro de tratamiento contra el ébola me daban comida y bebida, y me animaban", cuenta en un acto de concienciación. "Sabía que me iba a poner mejor", añade. "Cuando sintáis los primeros síntomas, id al hospital", aconseja.

James Kamara, 13 años, Sierra Leona. Perdió a su padre, su tío y tres hermanos por el ébola y ha tenido que pasar la cuarentena en un centro especializado de UNICEF. "El ébola ha afectado las vidas de los niños en mi comunidad, especialmente en mi hogar", reconoce James. "Hemos perdido a nuestros familiares y no podíamos jugar libremente más. Nos sentíamos discriminados porque otras personas no nos permitían acercarnos a ellos. Incluso se negaban a ayudarnos a traer agua", añade.

Los supervivientes

Adama Kargbo tiene 18 años, vive en Sierra Leona y contrajo el ébola estando embarazada. Aunque tenía las estadísticas en contra –se estima una mortalidad del 95 por ciento en estos casos–, logró superar la enfermedad en el centro de tratamiento habilitado por Médicos Sin Fronteras (MSF) en Kissy, a las afueras de Freetown.

Pese a que perdió a su hijo, dado que las probabilidades de supervivencia para los bebés son prácticamente nulas, ella no ha perdido la esperanza. "Cuando esté mejor, quiero ir a la universidad, estudiar contabilidad y trabajar en un banco", relata Adama.

Zayzay Mulba venció al ébola y ayuda prestando apoyo psicosocial en el centro de MSF en Monrovia. Según relata, el día que le dijeron que tenía ébola lloró "abundantemente" porque hasta ese momento había "dudado de la existencia" de este virus. "Las personas afectadas por la enfermedad tienen una oportunidad de sobrevivir si buscan atención en un centro de tratamiento". Por eso, "comparto mi historia para transmitir que tener ébola no es una sentencia de muerte".

Salomé Karwah también ganó la batalla al virus, aunque perdió a sus padres. Asegura que se siente "feliz de estar viva" y cree que Dios le salvó para que pudiera ayudar a otros en el centro de atención de MSF en Monrovia, donde ella misma se recuperó.

"Me gusta ayudar a la gente y eso es lo que me trajo aquí. Mis esfuerzos aquí podrían ayudar a otros a sobrevivir", subraya. Ahora, les recuerda a los pacientes la importancia de comer y beber "aunque no tengan apetito" y les explica que ella ha "pasado por lo mismo". "Estoy feliz con mi nuevo papel", los supervivientes de ébola "podemos ayudar a otras personas a recuperarse", subraya.

Personal sanitario y humanitario

Teresa González es médico de familia y lleva años cooperando con Médicos del Mundo. Convencida de que la labor del personal sanitario es "curar", decidió viajar a Sierra Leona, donde pasó dos meses el pasado otoño y donde volvería a ir porque el ébola "es una emergencia sanitaria de primera clase y allí es donde hay que estar".

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Alison Criado-Pérez, enfermera de MSF. "Todo el mundo dice que es natural tener un poco de miedo o sentir al menos algo de aprensión. Así que sí, estoy asustada, pero convencida y preparada para empezar a trabajar", contaba antes de viajar a Sierra Leona para sumarse a la labor que realiza allí la ONG.

Convencida de que había recibido la preparación necesaria y preparada para el "reto", lo que más le preocupaba era si iba a ser capaz de enfrentarse psicológicamente a la crudeza de esta enfermedad. "¿Cómo voy a hacer frente a todas esas tragedias que no podremos evitar, al hecho de ver a niños quedarse huérfanos, a las espantosas muertes de jóvenes y adultos pasando los últimos días de sus vidas sin ver a su familia?".

Laurent Duvillier, un portavoz del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), experimentó en persona en Liberia cómo es vivir "en un contexto donde nadie se toca", donde hace falta "inventar nuevas formas de saludar" como "abrazos virtuales" a distancia. "Para la seguridad de todos" es necesario guardar las distancias, pero Duvillier ha tenido que "reaprender" comportamientos "tan normales como dar la mano o dar un abrazo" de vuelta a su hogar con su familia.

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