Muros sin Fronteras

Edward Snowden, ¿vivo o muerto?

Edward Snowden.

Ser Edward Snowden empieza a ser un problema para él y para algunos líderes que no destacan en la lista de amigos de la Casa Blanca, como es el caso de Evo Morales. Dos países democráticos -Francia y Portugal- no permitieron que al avión presidencial boliviano cruzara su espacio aéreo ante la sospecha de que en el aparato podría viajar escondido Snowden. Es algo insólito.

Lo ocurrido con Morales tiene algo de racismo, de xenofobia política. Marca claramente el territorio: países de primera y de segunda. Siempre lo supimos, pero esta vez nadie se encarga de disimular.

Tras el escándalo organizado en las redes sociales, en los medios de comunicación y en América Latina, que se vive como una ofensa neocolonial, ambos países desmintieron haber denegado nada. Es decir: el avión de Morales aterrizó en Viena sin motivo, por puro capricho y allí se quedó 17 horas sin poder despegar. El vicepresidente de Bolivia, Álvaro García, calificó lo ocurrido de "secuestro".

El asunto parece desarrollarse según un guión de Hollywood.

En política vales lo que pesas; y EEUU pesa mucho en política internacional, tiene pegada. Washington ha desplegado toda su capacidad de disuasión, que es mucha, para cerrar la puerta de escape al analista que reveló la existencia de una red de espionaje masivo de las comunicaciones. La Casa Blanca quiere forzar su entrega, exhibir el castigo .

Solo falta el Wanted del Oeste; el vivo o muerto y una recompensa.

Snowden aún permanece, en teoría, en la zona de tránsito del Terminal E del aeropuerto moscovita de Sheremetyevo  en espera de una solución cada vez más complicada. Sería un golpe de efecto verlo bajar del avión de Morales.

Hace no tanto, aviones de la CIA sobrevolaron el espacio aéreo europeo cargados de prisioneros a los que se llamó 'combatientes enemigos'. Incluso aterrizaron en algunos aeropuertos. Los sospechosos fueron trasladados de una cárcel secreta a otra para poder ser torturados sin problemas. Nada de abogados, nada de jueces. Nada de luz y taquígrafos. Nadie preguntó qué había dentro de los aviones. España, tampoco. Nadie preguntó porque todos lo sabían. Era un secreto a voces.

En inglés se llama a esta figura de preso sin derechos 'extraordinary rendition'. No se trata de detenidos, de prisioneros de guerra con derechos a los que se debe aplicar la Convención de Ginebra; son personas que desaparecen, se esfuman, dejan de existir. Pasan de la detención, a veces arbitraria, a los agujeros negros de la justicia.

Desde el 11-S se han sustituido los valores sobre los que se sustentaba la democracia por eufemismos, excusas, excepciones. Todo en nombre de la seguridad.

Como el espionaje telefónico denunciado por Snowden. El presidente Barack Obama lo justificó. Dijo que gracias a ese rastreo se habían evitado atentados, salvado vidas. Sus subalternos se apresuraron a ofrecer cifras: dos, seis, diez, doce atentados. Hablar es gratis, la prensa lo reproduce. Nadie aportó datos que justificaran las afirmaciones. También apuntó Obama que las escuchas se hacían bajo control judicial. Otra vez palabras, ninguna certeza.

El espionaje que servía para luchar contra Al Qaeda en EEUU también ha servido para espiar a la UE, sus instituciones, los correos electrónicos particulares, a los países amigos. Alemania, el que más. Obama dijo esta vez que era normal que todas las agencias espíen. Lo que no explicó es si estas escuchas incluyen empresas europeas punteras, sus investigaciones y proyectos, como el consorcio Airbus que tanto preocupa a la norteamericana Boeing, y si las informaciones obtenidas se han pasado a empresas punteras estadounidenses, todo, claro, en el sentido más amplio de la llamada libre competencia

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Lo ocurrido con el avión de Evo Morales vuelve a dejar al descubierto el vasallaje de la UE, la discrepancia entre lo que se dice que se defiende en público y lo que se hace en privado. Los cables de Wikileaks  sirvieron para sonrojar a más de uno, por ejemplo al Gobierno de Zapatero en el caso de José Couso .

EEUU no amenaza ni critica a Pekín, que permitió la salida de Snowden de Hong Kong. Con ellos extrema el tacto. China es una superpotencia en ciernes, el rival económico y político en el siglo XXI. Vladimir Putin casi siempre bravo en sus cosas de macho alfa se ha plegado esta vez al condicionar el asilo político del analista a que deje de filtrar papeles.

La era de la información es, después de todo, la era de la gran manipulación, una cortina de humo permanente.

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