MUY FAN DE...

Rosa Díez

Después de escuchar tu intervención del pasado martes en el Congreso de los Diputados, estoy dudando, Rosa, entre asomarme al balcón para cantarte una saeta con peineta y todo, o meterme en la cocina a hacer torrijas compulsivamente y darte un par -de torrijas, claro- para intentar dulcificarte el carácter. Qué genio te gastas, Rosa de España. Soy tan fan…

Aún con los restos en el aire de ese aroma a tregua que se respiraba en los días de los funerales por Suárez, con la resaca de la armonía transitoria y contagiosa que flotó durante aquellas horas en el ambiente- como si en lugar de incienso, alguien hubiera quemado una barrita de consenso-, llegó el debate sobre el futuro de Cataluña y allí apareciste tú con los decibelios apoyaos en la cadera y unas ganas de regañar, mari, que ni el sargento Hartman en “La Chaqueta metálica”. Te confieso que llegué a pensar que, de un momento a otro, dirías:“¡Gritad como si tuvierais huevos!” y algún diputado se levantaría acojonao’, contestando: “¡Señora, sí, señora”!

Claro, Rosa, la tarde estaba tan romántica, después de oír a la diputada Marta Rovira (ERC) aquello de: “si nos conociéramos más, nos apreciaríamos más”, tras repartir abrazos a diestra y siniestra, o las palabras que Rajoy pronunció con los ojitos de Ryan O’Neal en Love Story: “amo a Cataluña como algo propio” o a Rubalcaba proponiendo una reforma Constitucional para “seguir juntos”♪un día entre dos parece mucho más que un día♪…

Después de tanto amor en el hemiciclo, que yo ya no sabía si estaba viendo un debate político o una peli basada en algún éxito de Federico Moccia:Perdone señoría si le llamo amore,Perdone señoría si le llamo amore llegaste tú más encendida que mi madre cuando no conseguía despertarme a la mañana siguiente de un sabadete de gloria, y me cortaste en seco la ñoñería: “¡Ni diálogo ni diáloga, que me vais a matar a disgustos! ¡Y recoged España que la tenéis hecha una leonera!”

Oye, mi gato, que no es catalán, lleva erizado desde aquel día.

Yo ya era fan de ti por muchos otros motivos. Por ejemplo, por esa capacidad tuya para salirte de tu cuerpo en plan viaje astral y hablar de los políticos como si fueran Los otros de Amenábar.Los otros Como si te hubieras dedicado toda la vida al ballet clásico y jamás hubieras pertenecido a ese gremio ahora tan denostado. Tú feliz, haciendo plié con el tutú – valga la redundancia- y ellos cagándola. Me recordaste a mi madre que con ochenta años suele decir muy cabreada: “es que los mayores son un caso…”. Fan, fan.

También me gustó mucho tu apelación freudiana al inconsciente, que te llevó a decir: “Hay millones de españoles que son de UPyD y no lo saben”. Por un momento, visualicé a esos millones como celiacos ideológicos y a ti, en plan hacendada, con tu programa sin derecha, sin izquierda y sin gluten.

Pero no hay nada que me haga admirarte más que tu mal genio, es genial. Además, Rosa, que gritar desahoga mucho. Yo, a veces, estoy tan cabreada que me dan ganas de asomarme a un acantilado y pegar tres voces que se oigan hasta en la Fosa de las Marianas. Lo único malo es que quitando el gustirrinín de la descongestión emocional en sí misma, lo de vocear sirve para más bien poco. Yo he observado que la gente, cuando oye gritar, suele irse lejos, cerrar la puerta y subir la tele, o comprarse tapones en la farmacia más cercana. Incluso los que escuchan entre atentos y asustados la primera vez, al tercer alarido se acostumbran al volumen y acaban por no prestar atención. Y al final, hija, el que oye gritar, como el que oye llover, ni caso.

Es verdad que andamos todos un poco más irritados que de costumbre, España se ha convertido- si es que alguna vez dejó de serlo del todo- en el territorio ideal del chiste aquel:

-Oye tú.

-Pues anda que tú.

Pero quizás convendría ir frenando un pelín porque acabaremos recalando en un chiste más peligroso.

-¿Y para qué vamos a hablar si podemos arreglarlo a hostias?

A ver, que igual me he puesto blandita y mística por esto del recogimiento de la Semana Santa pero ¿Qué tal un “Ommmmmm” cada vez que pienses en Homs? ¿Qué tal si suavizas el gesto? que fruncir el ceño es malísimo para la piel… ¿Y qué tal si elevas el nivel de los argumentos en vez de subir el tono? En serio, no hay nada como hablar bajito para que el receptor se esfuerce por entender. Es que como sigas así, te acabarán dedicando el más breve de los poemas de Juan Ramón Jiménez: “No la toques más que así es la Rosa”.

Ah, se me ocurre también que quizás podrías volver a esa valeriana que tomabas cuándo dijiste, en 1999, en una entrevista en La Vanguardia: "Si la mayoría de vascos quisiera la independencia la democracia se adaptaría". Porque esa también eras tú ¿no?

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