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Vivir en Gaza

NICOLE MUCHNIK

Es un mal momento para abordar el tema de Palestina. El horror del asesinato de los tres jovenes israelíes y la lluvia de cohetes en territorio israelí no pueden ser soslayados. Tampoco la brutal represión tan evidentemente previsible que no ayuda a tomar la medida exacta de lo que sucede en este Oriente Próximo martirizado, que parece haber elegido cualquier solución salvo la paz. Es hora, sin embargo, de atenerse a los hechos y de hablar de la situación real, con o sin guerra, en la Franja de Gaza controlada por Hamás.

Hamás, que no reconoce el Estado de Israel, gobierna Gaza desde que arrebatara con una pequeña guerra civil este territorio a Al Fatá en 2007. Desde que Hamás se hizo con el control de la zona, Israel ha impuesto en esta un atroz embargo económico, pues considera a Hamás una organización terrorista empeñada en destruir el Estado de Israel .

Sin embargo, después de la ofensiva de Israel contra Hamás en 2012, con su coste en civiles muertos, centenares de heridos y destrucciones, hubo un alto el fuego negociado entre las dos partes gracias a Egipto en 2012 y, por fin, las Naciones Unidas tomaron en serio la candidatura de Palestina como Estado no miembro de la organización.

Hamás parecía haberse consolidado, ser más maleable y ganado una cierta respetabilidad tanto dentro como fuera del país. Gaza logró un ligero alivio del bloqueo que tanto el presidente Abás como Estados Unidos y la Unión Europea habían sido incapaces de obtener.

Todo parecía ir mejor, en particular en junio de 2014, cuando Hamás entregó dos ministerios del Ejecutivo de Gaza al nuevo Gobierno de unidad, lo que se consideró un paso más en la reconciliación entre este grupo islamista y Al Fatá, la formación del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás.

Pero dos años después de la admisión de Palestina en la ONU y un año después de la caída del presidente egipcio Mohamed Morsi, la situación en la Franja de Gaza, llamada “la mayor cárcel del mundo a cielo abierto”, es peor que nunca. 

Nada se hizo para proporcionar a los 1.700.000 palestinos de Gaza las condiciones mínimas para una vida normal. Primero, desde 2007, Israel no ha dado respuesta alguna a las demandas palestinas de reconocimiento de sus derechos nacionales, derechos reconocidos por la ONU, y las promesas israelíes de facilitar los movimientos de personas y de bienes dentro y fuera de Gaza no se cumplieron. No pueden salir por la frontera israelí ni siquiera en los casos de máxima urgencia. No pueden recibir a nadie: el ministro de Asuntos Exteriores [francés], Laurent Fabius, pudo circular en Palestina pero no en la Franja de Gaza.

Segundo, en julio de 2013 el nuevo poder militar egipcio se jactó de haber destruido el 95% de los túneles indispensables para el abastecimiento de alimentación y petróleo.

Los gazatíes carecen de todo. De los más de 5.000 camiones comerciales de exportaciones que salían y entraban antes del bloqueo israelí, sólo 254 salieron de media en 2012 y 111 en 2013. Actualmente, de 130 a 180 camiones entran en Gaza cada día pero la mitad de ellos pertenecen a organizaciones internacionales cuando, según las estimaciones, el abastecimiento de esta población en crecimiento requeriría unos 750 camiones/día. Sólo 90 productos están autorizados, comprendidos alimentos y medicinas. Falta dramáticamente el petróleo y la electricidad y la única central eléctrica –cerrada muy frecuentemente por falta de combustible– afecta tanto a la vida cotidiana como la construcción o reconstrucción.

En los hospitales, mueren los pacientes dependientes de aparatos eléctricos, y las intervenciones quirúrgicas se hacen a menudo con la luz de teléfonos móviles. Como los centros de tratamientos de aguas usadas están fuera de servicio, el agua de las cloacas sube a la superficie provocando muchas enfermedades. Dos de cada tres habitantes reciben agua potable una vez cada dos o tres días.

En el segundo semestre de 2013 se calculaba un 65% de paro, que llegaba al 75% entre los jóvenes. Y un 45% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Las Naciones Unidas afirman que, por este camino, Gaza será inhabitable en 2020. Es un castigo colectivo que Israel inflige a todo un pueblo carente de las condiciones mínimas de vida.

Esta ristra de pérdida de derechos fundamentales, de privaciones y humillaciones, no parece tener fin y se podría analizar sector por sector los daños físicos y morales del embargo. Da vergüenza por su obviedad subrayar que esta situación afecta particularmente a las mujeres y a los niños. En enero de 2014 las mujeres palestinas de Gaza intentaron sensibilizar al mundo con un basta ya, una llamada a la solidaridad de todas las mujeres del mundo, reclamando su derecho a la libertad de movimiento, a una educación correcta en las universidades palestinas, a un mínimo de seguridad económica. ¡Además de un poco más de electricidad y de agua limpia!

¿Habrá un día un Estado Palestino?

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Nicole Muchnik

 es periodista, escritora y pintora.

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