Desde la tramoya

La Aznaridad, 2000-2014. Descanse en paz

Después de una larga convalecencia murió la Aznaridad en Madrid, en la calle Prim, 12, sede de la Audiencia Nacional, el pasado martes 21 de octubre, coincidiendo con la imputación de Angel Acebes, uno de sus hijos más admirados y queridos. La Aznaridad deja un padre desconsolado, José María, y una madre, Ana, desconcertada.

El desenlace final fue repentino, pero provocado tras una decadencia que se había acentuado desde 2009, cuando la enfermedad apareció y fue afectando progresivamente a sus órganos vitales: Gürtel, Bárcenas, Bankia... En los últimos días, con la caída en desgracia de sus prohombres más destacados, como Alberto Ruiz Gallardón, Rodrigo Rato o el propio Acebes, la Aznaridad había notado un empeoramiento acelerado de su estado de salud.

Nacida en 2000, fruto de una mayoría absoluta producida fortuitamente por un despiste largo y persistente del PSOE, la Aznaridad fue bautizada por Manuel Vázquez Montalbán. De forma muy precoz mostró su caracter carismático, expansivo y sumanente espontáneo. Arrogante, impulsiva, devota, fundamentalista, la Aznaridad vivió su cénit el día 5 de septiembre de 2002, en el escenario del imperial Monasterio del Escorial, cuando para asistir a una boda, desfilaron por el patio herreriano decenas de sonrientes y bronceados invitados, hoy encarcelados, dimitidos, vilipendiados u olvidados.

Rememoramos aquella época de estilo desacomplejado (literalmente: los especialistas en Aznaridad saben que su origen es un complejo de niño bajito que germinó en el colegio del Pilar de Madrid y que se liberó finalmente poniendo los pies sobre la mesa delante de Bush hijo y endureciendo el abdomen con un preparador físico). No olvidamos el desparpajo con que la Aznaridad configuró todo un estilo de vida a partir de las puertas giratorias, las tarjetas de crédito "black", el barco de Flavio Briatore y las conferencias bien pagadas dictadas en inglés sobrevenido o en español del barrio de Salamanca, sobre el "milagro" económico español.

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Fue toda su vida aguerrida y malencarada. La Aznaridad se consideraba legitimada para promover un capitalismo ciudadano que elevó el precio del suelo y la vivienda a cotas nunca conocidas y las expectativas de la buena gente a niveles jamás satisfechos, generando una burbuja de la que aún no salimos. Capaz incluso de encumbrar a supuestos maestros de la economía que luego resultaron ser meros megalómanos ventajistas, como Miguel Blesa, la Aznaridad se paseó por el mundo orgullosa y prepotente, hasta el punto de mezclar sin pudor alguno los restos de unos soldados muertos en accidente de avión, de meterse en una guerra en contra de la opinión del 90 por ciento de los españoles, o de enfrentarse sin piedad con la portavoz de las víctimas del peor atentado de la historia de España.

Borrados sus últimos símbolos y muerta la Aznaridad, queda en vida su hermano menor: el Rajoyismo, nacido en Valencia en 2008 y bautizado con ese nombre por Esteban González Pons y Jorge Moragas. Víctima siempre de los celos de la Aznaridad, el Rajoyismo ha sabido sin embargo sobrevivir más discretamente y beneficiarse en silencio de su herencia y sus enseñanzas, sin dejarse arrastrar por la vanidad exhibicionista del nuevo rico.

El celebrado biógrafo de la Aznaridad, el arriba citado Vázquez Montalbán, lo dejó escrito en certera profecía hace ya una década: "Gatuno es el señor Rajoy, pero evoca sobre todo al gato astuto de movimientos silenciosos que no tiene un miau malo para nadie. Incluso cuando Rajoy se pone agresivo, trata de no perder el sentido del humor, y, por tanto, preparémonos a que el show de este nuevo Dúo Dinámico, Aznar y Rajoy, asuma la dialéctica entre el bueno y el malo, el guapo y el feo, el listo y el tonto, clave en la historia de los mejores duetos".

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