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Entre el tú más y el yo más, y así vamos tirando

Sigue el espectáculo. No se detiene la rueda y en el circo patrio antes llamado ruedo ibérico no dejan de sonar redobles a diestro y siniestro de esos que anticipan un número aún más insólito que el anterior. El "más difícil todavía" nos asombra en horario de mañana y tarde con revelaciones nuevas o nuevas noticias sobre las conocidas, que nos van perfilando con trazo grueso un paisaje desalentador de la acción pública. De una forma constante, imparable, abrumadora.

Es tal el caudal de corrupción que nos inunda que ha hecho ya insalvable la distancia entre la política y los ciudadanos: entre quienes ante la avalancha se inmunizan, por interés o ignorancia, y los que han pillado una indigestión, hartos del mismo trágala.

El problema de la corrupción es ahora un problema de gobierno. En realidad un problema de Estado, porque afecta gravemente al ánimo del país y a la imagen exterior de España y eso tiene consecuencias políticas, sociales y económicas. Además, la carga principal, la mayor parte de la corrupción descubierta y enjuiciada, se sitúa en los territorios del PP gobernante con los Gürtel y Bárcenas o la pandilla basura de los Púnicos. Es su responsabilidad actuar con decisión y no la está ejerciendo.

Su insensibilidad y alejamiento de la ciudadanía es tal que hasta la mismísima vicepresidenta dio este viernes alas con su aplauso al contraataque de Monago en los términos del vídeo que acompaña estas líneas. Tiene Monago derecho a la presunción de inocencia, y hasta cabe comprensión desde la tolerancia con el galán enamorado, pero políticamente es difícil de vender lo de sus viajes porque parece extraño tanto hermanamiento institucional entre Canarias y Extremadura por mucho que en ambas se cultive tabaco. Insisto, no acuso; sólo muestro extrañeza y reclamo del gobierno algo más de prudencia.

La misma que cabe exigirle al PSOE ante la investigación abierta por el Supremo a Chaves y Griñán. No hay imputación, pero cuidado con poner manos en fuegos porque las quemaduras son irreversibles y lo de los ERE no es asunto pequeño.

Ambas exhibiciones de inmunidad ante lo propio no hacen sino engordar las filas de los cansados e indigestos, aumentar la distancia entre la ciudadanía y los partidos de esa élite que los virtuosos de internet recién llegados llaman la casta y prometen barrer.

Separación que se hace mayor cuando con el mismo entusiasmo con que defienden a los suyos, dan síntomas de hartazgo frente a las vergüenzas del contrario. Se pasan de un lado a otro sin haber entendido todavía que ese movimiento pendular interesado va haciendo crecer la indigestión de los ciudadanos de cuyo juicio dependen y cuyo apoyo han perdido. Una ciudadanía que, harta, empachada, rechaza ya todo lo que viene de la política, aunque no sea sucio, aunque lleve compromiso.

Pero ahí siguen, en el "Y tu más, y yo más..." Y así vamos tirando.

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