Muros sin Fronteras

FIFA, hasta la ilusión estaba podrida

Si Vladimir Putin es de los conspiranoicos, que lo parece, no vivirá sus días más tranquilos desde que empezó el lío de la corrupción en la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA). Su Mundial de fútbol, previsto en 2018, no está asegurado se pruebe o no la existencia de sobornos.

Según la prensa británica, muy combativa desde hace dos años contra el ahora dimisionario (en diferido) Sepp Blatter, varias federaciones europeas estudian la posibilidad de impulsar un Mundial alternativo y boicotear el ruso. Esta decisión formaría parte del paquete de sanciones impuestas contra Rusia por su participación en la guerra de Ucrania, la anexión de Crimea y la ocupación indirecta de una parte del país a través de lo que llamamos equivocadamente milicias prorrusas porque son rusos ucranianos.

Además de este asunto y de la situación de los derechos humanos en Rusia, lo que está realmente en duda es el siguiente, el Mundial de 2022 que debería celebrarse en Qatar. La UEFA y sus federaciones asociadas no lo quieren porque se jugaría en invierno, en medio de las competiciones nacionales y continentales, porque en verano es inviable debido al calor. El debate, por desgracia, se centra en un asunto de calendario y no en los derechos humanos. Miles de trabajadores extranjeros son explotados en condiciones inhumanas, mal pagados y tratados como esclavos a los que se retiene el pasaporte para impedir su marcha, como han denunciado Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Les recomiendo esta información del The Washington Post y el gráfico que incluye sobre accidentes laborales. Se titula “El coste humano de la corrupción de la FIFA”.

Más allá de las teorías de la conspiración, Sepp Blatter no parece trigo limpio. Su FIFA ha campado a su antojo fuera de cualquier control jurídico internacional. Se mueve más como una familia mafiosa que una organización democrática, como se asegura en el vídeo que encabeza este texto.

Esta impunidad en una organización cerrada, sin un atisbo de transparencia y que maneja miles de millones de dólares de los que da pocas explicaciones, ha generado el clima para que anide la corrupción. Sucede algo parecido, al menos en las condiciones que lo otro habrá que probarlo, en la llamada Real Federación Española de Fútbol.

El truco para la intocabilidad es sencillo. A millones de personas les importa más la suerte de su equipo o de su selección nacional que la honradez y capacidad de sus dirigentes políticos. El fútbol es el pan y circo contemporáneo que ayuda a distraer de problemas mayores. Es bueno que la ciudadanía (¿se puede escribir cabreada?) acuda en tropel a los estadios a mentarle la madre al árbitro, como si la madre y el trencilla fuesen émulos de los Rajoy, Hollande, Merkel, Cameron y compañía. O a mentársela al equipo rival como si se tratara de un partido político enemigo, un Podemos o algo así. En ese pasatiempo del insulto y el grito muchos hinchas encuentran el desahogo que salva la cabeza a sus Gobiernos para que puedan seguir recortando derechos sociales sin excesivos sobresaltos.

La FIFA es como el Vaticano, pero en balompié: tiene una capacidad de excomunión que parece haber llegado a su fin. Es por ello que amenaza con expulsar a los equipos y selecciones de los países que no cumplan sus normas y la principal de todas es la prohibición de acudir a los tribunales ordinarios de justicia.

En un mundo presuntamente democratizado, como el que existe en Europa, EEUU y en menor medida en América Latina, Asia y África, la FIFA se sitúa por encima de cualquier ley y de todo juez. Así ha funcionado y esa es la fuerza de Ángel María Villar en su pulso con el Gobierno.

El andamiaje se ha derrumbado con la irrupción del FBI y EEUU. ¿Qué pinta la justicia estadounidense en todo esto? La Fiscal General de EEUU, Loretta Lynch, argumenta que los delitos se cometieron en suelo americano, donde se pactaron las comisiones y sobornos.

La dimisión de Blatter después de haber sido reelegido el viernes para un quinto mandato y amenazar a sus críticos (yo olvido, pero no perdono) no se debe a una súbita reconversión, sino a que la investigación policial en marcha en Estados Unidos ya le incluye, además de a su vicepresidente Jerome Valcke, a quien vinculan los sobornos procedentes de Sudáfrica. Antes del FBI hay que dar crédito a un viejo periodista: Andrew Jennings.

Argentina, en el epicentro de las investigaciones por corrupción en la FIFA

Las investigaciones se centran en sobornos pagados durante años al menos a 14 directivos, pero se cree que son solo la punta del iceberg. Rusia se ha alineado desde el primer momento con Blatter. Putin sostiene que se trata de una maniobra de EEUU para dañar a Rusia, sin entrar en el fondo del asunto, que es la existencia probada o no de sobornos.

La UE pide reformas en el seno de la FIFA. Algunas federaciones que el viernes votaron a favor de Blatter, como la mexicana y la española, ahora dicen que su dimisión es una oportunidad. El candidato mejor situado para sucederle es el francés Michel Platini, presidente de la UEFA.

Blatter dimite en diferido, es decir, que se queda hasta que tenga un sucesor, una decisión que puede indicar su intención de pilotar el proceso si se lo permite el FBI. El Congreso de la presunta regeneración se celebrará, como muy pronto, en cuatro meses. Más que la FIFA parece que hablamos de España. Después de todo este tipo de asuntos quedan en casa, es decir, en Suiza. Como dice el genial Jon Stewart en el último vídeo qué malos deben ser los detenidos para que los detengan en Suiza, el paraíso de los invisibles.

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