Plaza Pública

Carta abierta a García-Page: devolver la radio y televisión a los ciudadanos

Querido paisano:

Tras el cese de Ignacio Villa en la dirección general de la radio y televisión regional, y nombrada para el cargo con carácter transitorio (según han afirmado varios miembros del PSOE y el Gobierno) una persona que conoce la empresa (lo que garantizaría el funcionamiento del ente público), llega la ocasión de repensar un futuro que impida caer en anteriores errores. Hay tiempo para ello, si se tiene la voluntad firme de hacer de RTV Castilla-La Mancha un medio de auténtico servicio a los ciudadanos.

El último debate en sede parlamentaria sobre el medio público dedicó buena parte de su tiempo a la exposición de acusaciones cruzadas entre los portavoces de PP y PSOE, que no ahorraron detalles de las presuntas malas prácticas realizadas durante las direcciones nombradas por su oponente político.

Nada de lo dicho merece, a mi juicio, ser rebatido; es, simplemente, pasado. Un pasado que poco aporta a los trabajadores de RTV Castilla-La Mancha y, sobre todo, a los ciudadanos de la región, desentendidos desde hace tiempo de una radio y televisión en la que no se sienten fielmente reflejados, ni ellos, ni sus preocupaciones reales. Quizás, recordando al noventayochista Joaquín Costa, sea el momento de “echar doble llave al sepulcro del Cid” y mirar al futuro.

En el debate mencionado, el vicepresidente de su Gobierno citó como posible modelo la RTVE de la etapa Zapatero. Cierto que, comparado con la actual, fue el periodo de libertad y pluralismo más amplio que se recuerda en los medios públicos de comunicación.

No obstante, me permito reseñar que se debió a un empeño personal de aquel presidente, no compartido –y hasta combatido– por buena parte de su partido, y que salió adelante gracias al tesón de un equipo de profesionales encabezado por Fran Llorente, que se demostró capaz de resistir a las presiones –que las hubo, y muy fuertes– de las distintas formaciones políticas, incluido, ya digo, el propio partido del hombre que instaló el consenso político como requisito para nombrar a los responsables.

Pero, por desgracia, fue sólo un oasis en una historia de supeditación de los medios públicos al Gobierno de turno, como bien demostró Rajoy en cuanto tuvo mayoría parlamentaria suficiente para revertir lo pactado y adueñarse de la radio y televisión estatal.

Sujetos a una suerte de nocivo panteismo, por mor de un elitista desarrollo de la Constitución del 78, todo queda supeditado a la política (y lo que es peor, a los políticos). Así, obtenida mayoría parlamentaria, se deciden a dedo los componentes del órgano de gobierno de los jueces, se nombra a las cúpulas de los organismos de control y se designa a los responsables de dirigir los medios públicos, fuentes de información prioritaria para la población durante décadas, y que han perdido ese carácter por demostrado servilismo gubernamental.

Es la hora de los ciudadanos

Demostrado el vampirismo político, creo que ha llegado la hora de poner las radios y televisiones públicas en manos de los ciudadanos. Puede y debe hacerse por exigencia democrática. La elección de un nuevo Consejo de Administración ha de significar la primera etapa. Con los resultados electorales en la mano, podrían elegirse seis miembros por PSOE y PP y uno más en representación de Podemos; la izquierda política tendría la mayoría y designaría a los responsables ejecutivos... y caería en los mismos errores denunciados. Pero también podría no hacerlo así.

Podría ser audaz y que Castilla-La Mancha fuera la primera institución en limitar la siempre lícita presencia política a un número testimonial y minoritario; podría dar entrada a un representante elegido entre los trabajadores; otro más designado por las organizaciones profesionales de periodistas; un cuarto proveniente del mundo académico y universitario, una presencia de las asociaciones vecinales y ciudadanas y otra de las organizaciones sin ánimo de lucro...

Un Consejo de Administración que incorporara la pluralidad de la sociedad y fuera elegido para un periodo no coincidente con el de la legislatura parlamentaria podría designar con garantía a la dirección operativa de la empresa. Junto a ello, sería imprescindible la creación de un Consejo de lo Audiovisual que incorporara la experiencia de los ya existentes en otras comunidades y gozara de un poder de control real sobre los medios públicos.

De orden interno, es imprescindible –tal y como han demandado reiteradamente los profesionales de RTV Castilla-La Mancha– la creación de un Consejo de Informativos, integrado por representantes de todos los trabajadores de ese área y dotado de poder de veto sobre el nombramiento del director de Informativos.

Cierto que todos esos cambios no garantizan en si mismos la solución a todos los males que aquejan a la radiotelevisión pública de la comunidad. Estoy seguro que hay personas en esa nuestra tierra que podrían aportar más ideas y mejorar las expuestas. Pero en Castilla-la Mancha se ha abierto la ocasión de regenerar su radio y televisión y ponerla en manos de sus legítimos propietarios.

Usted, señor García-Page, tiene aquí y ahora la llave de un futuro verdaderamente democrático para ese medio. Aléjese del peor Sancho y mire adelante con la misma osadía que Don Quijote. Sea pionero en devolver a la sociedad los medios públicos, que sólo a ella pertenecen. Los ciudadanos de Castilla-La Mancha se lo premiarán.

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