Muros sin Fronteras

Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques

He visto un gran película durante mi estancia en Nueva York: Truth, aún no estrenada en España, que invita a reflexionar sobre el estado de la profesión. Antes, para situarnos sobre el contenido de este texto, una cita de George Orwell, un referente ético: “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas” .

En España hemos extraviado, y más en la crisis, el punto de vista; olvidamos que una gran cantidad de la información que produce el poder es propaganda, autobombo, falsas verdades o simples mentiras. La alternativa es la información propia, la investigación independiente. La película a la que hago referencia trata de un caso ocurrido en 2004. El programa de investigación más prestigioso de la CBS, 60 minutes, emitió un trabajo sobre los antecedentes militares de George W. Bush y sus presuntas maniobras para evitar ir a Vietnam. El contenido parecía impecable.

Eran tiempos electorales en los que los republicanos atacaban a John Kerry por su campaña contra la guerra de Vietnam (después de luchar allí). Mary Mapes, la productora de Dan Rather, una institución en la historia reciente del periodismo televisivo en EEUU, recibió unos documentos que acreditaban que George W. Bush se había servido de influencias para ingresar en la Guardia Nacional y escapar así de Vietnam. Todos los testimonios que Mapes y su equipo de investigadores lograron reunir confirman la veracidad del contenido de los documentos.

El problema es que estos eran copias. No lograron obtener los originales para cotejarlas porque fueron destruidos para esconder pruebas. Ese error en la credibilidad irrefutable de los documentos permitió el contraataque de la Casa Blanca y el desvío de la atención del problema esencial. Ya no se discutía si el presidente, el comandante en jefe, había conspirado para no servir a su país en tiempos de guerra, sino el tipo de letra, la posibilidad de que las copias fueran una reelaboración posterior.

La CBS organizó una investigación interna que tenía como objetivo salvar a la cadena. Dan Rather tuvo que dimitir y todo el equipo que participó en el reportaje fue despedido. Mary Mapes nunca volvió a trabajar en los informativos en una televisión estadounidense. George Bush ganó las elecciones.

El alegato final ante el comité investigador de Mapes, que interpreta en la película Cate Blanchett, es muy bueno. Contiene numerosos elementos que ayudan a explicar la actual debilidad de los medios de comunicación ante el poder (aún relativo en EEUU y apabullante en España).

El principal es que la mayoría de las televisiones han pasado de la información al entretenimiento, o a esa mezcla infernal llamada infoentretenimiento que sube los ratings, permite ganar dinero a espuertas, pero no inquieta a los corruptos ni al poder en cualquiera de sus formas. Este tipo de televisiones han dejado de ser una suerte de contrapoder para ser parte del poder, es decir, parte del problema.

La prensa escrita lucha desesperadamente desde hace tiempo, años por salvarse. Culpamos a internet y al gratis total como rivales, pero los periodistas hemos cometido graves errores, sobre todo los periodistas-gerentes. El creador de las series The Wire y Treme, David Simon, lo explicaba con claridad en esta entrevista a Pedro Alzaga: "La gente que lleva los periódicos ya no respeta su propio producto", y en su comparecencia ante el Congreso de EEUU.

¿Qué es más importante, las acciones del medio de comunicación, es decir su interés económico en medio de otros intereses económicos, o las noticias? O la verdad, para regresar al título de la película. Dan Rather, interpretado por Robert Redford, mantiene una conversación en un avión con un joven periodista de su equipo, a quien explica la importancia de no dejar de preguntar.

Preguntar no es intentar agradar a un presidente que cuando miente se le disparan los tics, o que tiene un sólido historial de faltar a la verdad y a sus promesas; preguntar es representar al ciudadano, exigir respuestas precisas y ciertas, respaldados por una ciudadanía que no tolera la mentira. En España la mentira no descuenta votos. No solo los periodistas, en general, porque hay excepciones, tenemos la culpa, también falla una parte mayoritaria de la sociedad civil, esa que el poder confunde con mayoría silenciosa, es decir, obediente.

Estamos en tiempos de cambio radical, tiempos apasionantes en los que surgen nuevas plataformas periodísticas, como infoLibre. Y otras, y de medios tecnológicos para hacer llegar al lector la información. Cambia el medio, tal vez el mensaje y el modo, pero no la esencia, el compromiso con la información veraz, como la frase de Orwell.

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Esa búsqueda insobornable de la verdad, como si fuera una misión ética irrenunciable, que lo es, permite un mejor funcionamiento de la democracia. La libertad de cada medio depende de sus lectores y anunciantes. Si los lectores no quieren pagar lo que cuesta un café por un tipo de información que exige paciencia, conocimiento y fuentes, entonces es que la batalla está perdida. Quedaríamos en manos de los creadores de las preferentes, los saqueadores de lo público, los esquilmadores de la Sanidad y la Educación.

El avance de la globalización impulsada por la crisis ha creado un poder superior a los Estados: los mercados, los grandes inversores, los ludópatas de los productos financieros tóxicos. Quizá siempre fue así, más o menos, pero ahora se ha perdido el pudor de ocultarlo. En este hundimiento de los recursos democráticos, del control político, del valor de las urnas, también se ha producido una regresión del poder de los medios, muchos de ellos en manos de bancos y grandes corporaciones internacionales.

Solo queda una línea de defensa, además de miles de locos solitarios como Dan Rather y Mary Mapes: los ciudadanos.

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