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La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

Qué ven mis ojos

Dices cultura y sacan la pistola

“Todos los libros cuentan la misma historia: la de quienes no los han leído” .

El papel sale de la madera y un periódico es como un árbol, en sus páginas se reúnen toda clase de noticias igual que en una rama se posan lo mismo una paloma que un buitre. Miras una página y ves que el viudo de la Duquesa de Alba será indemnizado con casi tres millones de euros en metálico por los herederos de la aristócrata y recibirá de ellos una asignación vitalicia de 3.000 euros al mes, cantidades a las que hay que añadir su pensión como funcionario; y el autor de la crónica afirma que aunque sus abogados pedían tres veces más, él es un hombre discreto y con lo que le han dado podrá vivir de manera digna; lees la siguiente página y ves que el ministerio de Empleo y Seguridad Social persigue y multa a varios escritores, entre ellos algún premio Cervantes, por cobrar su retiro y haber generado derechos de autor, dado que considera incompatible recibir la jubilación cuando sus ingresos por ventas de libros, conferencias o artículos superan el salario mínimo interprofesional, 9.000 euros al año, 750 al mes. Para dar ejemplo, la titular de esa cartera, Fátima Báñez, se ha pasado toda la legislatura cobrando cada día uno, junto con su sueldo, una dieta de alojamiento de casi dos mil euros, a pesar de tener casa en Madrid. Cuando hablamos del daño que le ha hecho a España el cemento, nos referimos tanto a la construcción como a la cara de algunos políticos y sus compinches.

Sin embargo, lo peor de Báñez como cargo público, aparte de ella, es que no se diferencia de muchos otros en su forma de actuar: vista gorda para lo suyo y los suyos y de lince para el enemigo. Uso esa palabra con asombro y costándome creer lo que acabo de decir, pero es que eso, el adversario, da la impresión que es la cultura para el Partido Popular de Mariano Rajoy, que aunque resulte increíble fue ministro de Educación y Cultura, alguien le debió hacer no se sabe qué y se lleva vengando de ése y del resto desde 1999. Aquí, quien no se haya dado cuenta de la persecución a la que este Gobierno ayer implacable y hoy implorante ha sometido a la música, el cine, el teatro, la literatura o el arte, entre otras muchas cosas, será porque se le haya metido el carnet en los ojos. Con el IVA al 21% y los recortes ya habíamos tenido más que suficiente, pero el neoliberalismo nunca se sacia, siempre ve posible otra vuelta de tuerca, y para comprobarlo no hay más que oír a sus apóstoles en Europa advirtiendo a los partidos que pelean por llegar al palacio de la Moncloa que obligarán al que se lleve el gato al agua a subir los impuestos, reducir el gasto e incrementar las privatizaciones. Todo ello para mantener la tendencia que se marcó a sangre y fuego desde el inicio de la crisis en 2008 y que ha conseguido, según el último informe de Oxfam Intermon, que la desigualdad se multiplique en el mundo hasta niveles de vergüenza. Dos datos bastan para explicar lo que pasa: el primero, que las 62 mayores fortunas del mundo han crecido en estos años un 44% y acumulan el mismo dinero que 3.600 millones de personas; el segundo, que el capital que tienen escondido los poderosos en paraísos fiscales ronda los ocho billones, con "b" de Bárcenas. Ahí lo dejo, por no añadir que los dos países donde más se ha agrandado la brecha entre ricos y pobres son Chipre y España. Después de la guerra de las Malvinas, en Buenos Aires contaban un chiste: "Fijate qué grandes somos que para una vez que fuimos a la guerra quedamos subcampeones". Pues nosotros igual pero sin gracia.

El Gobierno empuja a los escritores veteranos a abandonar la literatura

El Gobierno empuja a los escritores veteranos a abandonar la literatura

El ministerio de Empleo y Seguridad Social considera defraudadores a los poetas o novelistas que cobran derechos de autor por sus obras al tiempo que perciben su pensión, aunque en más de un 90% de los casos ésta proviene de trabajos distintos a la literatura: cualquiera sabe que en España son muy pocos los que pueden vivir de lo que escriben; que Juan Marsé se ganó la vida como joyero; Jaime Gil de Biedma era empleado de la Compañía de Tabacos de Filipinas y Carlos Barral, editor; José Ángel Valente estaba en la Unesco; Ángel González y Juan García Hortelano eran funcionarios... Eso por quedarnos en la generación del 50. Ahora, Rajoy, Báñez y sus huestes les habrían dado a elegir: o ganan algo con sus obras o renuncian a lo que les corresponde a cambio de los impuestos que pagaron cuando estaban en activo haciendo otra cosa. Eso no se llama aplicar la ley sino robar a la gente, por lo menos a la que no tiene una montaña de dinero en Suiza, Hong Kong o las Islas Caimán.

Cuando los autores reciben la llamada de la autoridad, se les reclaman cuatro años de su paga y se les amenaza con una multa ejemplificadora, y parece que algunos, como el narrador Eduardo Mendoza, ya la han pagado. El mensaje está claro: a partir de los sesenta y cinco años, tienes que dejar de escribir, como ya ha dicho que hará Antonio Gamoneda. Miguel de Cervantes tenía cincuenta y ocho cuando publicó la primera parte del Quijote y diez más cuando salió la segunda. Con gente de esta catadura al mando, es muy posible que nos hubiéramos quedado sin ella.

Gobiernan con mano de hierro y látigos de siete puntas. Se reparten cargos y sobres. Son los mismos que roban fortunas, prevarican, defraudan, blanquean y pagan en negro, o son los que están al lado del que lo hace y miran para otra parte. Y a cambio, exigen sacrificios, obediencia y silencio. El poeta Jesús Munárriz acaba de publicar una antología titulada Materia del asombro en la que para celebrar sus setenta y cinco años reúne otros tantos poemas, seleccionados por Francisco Javier Irazoki. Uno de ellos cuenta con estos versos:  "Si nunca la denuncias, la injusticia / te lo agradecerá, y tal vez premie / tu cómplice prudencia / o te tolere al menos, o te ignore. / Aunque no es de fiar… / Sólo contigo deberás echar cuentas / y ni debe el peligro disculpar tu inacción / ni espolearte a pelear el premio". Cualquiera opta a ganar uno, a su edad, porque si se lo diesen debería elegir entre aceptarlo o cobrar la pensión que se ha ganado después de trabajar más de cuarenta años en la editorial Hiperión y en la librería del mismo nombre. Estamos a menudo en manos de gente que no ha abierto un libro en su vida, pero está deseando cerrarlos todos.

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