Educación

La crisis ahoga a la escuela digital

Alumnos de un colegio en clase con ordenadores portátiles.

El desembarco informático en los centros educativos era un asunto capital hace sólo unos años para el Ministerio de Educación y las autonomías, que intentaban colocar el mensaje de que llevar la informática a las clases era la única forma de evitar una brecha digital entre la escuela y el resto del mundo. La digitalización de los centros educativos era un punto clave si se quería dar un impulso de calidad al sistema, repetían unos y otros. Pero para eso, además de proyectos sólidos e implicación de los docentes, hacía falta una fuerte inversión de dinero público. 

En 2009 el Ministerio de Educación, dirigido entonces por Ángel Gabilondo, puso en marcha a nivel estatal bajo el nombre Escuela 2.0 un proyecto que tenía como objetivo proporcionar ordenadores portátiles, pizarras digitales, proyectores y la infraestructura necesaria para acceder a Internet en las aulas desde 5º de primaria hasta 4º de ESO. Estaba cofinanciado al 50% por las comunidades y se nutría de ejemplos como los de Aragón, Cataluña o País Vasco, donde llevaban años experimentando con proyectos de digitalización de las aulas. Se invirtieron alrededor de 600 millones de euros –de los que 268 salieron de las arcas del ministerio y, el resto, de las autonomías– con el objetivo de distribuir más de 634.000 equipos y llevar conexión a Internet y pizarras digitales a miles de aulas en todo el país. Pero la implantación del proyecto duró apenas tres años. 

En 2012, cuatro meses después de tomar posesión, el ministro José Ignacio Wert liquidó el programa tal y como se conocía hasta la fecha. Lo hizo desaparecer del proyecto de presupuestos de su departamento y reservó una partida de 41,5 millones de euros para Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) con un programa que no implicara el reparto de ordenadores. En los años siguientes, 2013 y 2014, la apuesta por la informatización de las aulas quedó excluida de la financiación del ministerio según se deduce de sendos análisis presupuestarios difundidos por FETE-UGT. De hecho, las TIC dejaron de contar con un programa específico en el proyecto de presupuestos de ese departamento y se incluyó en el capítulo de "otras enseñanzas y actividades educativas". 

Al tiempo, todas las autonomías –Madrid, Valencia y Murcia nunca pusieron en marcha el proyecto en el sentido marcado por Educación– redujeron o directamente aparcaron la cofinanciación. Era el fin de la apuesta por uno de esos proyectos que buscaban dar la punta de calidad que le faltaba al sistema. La consigna pasó a ser la de que ante la necesidad de reducir el gasto, el objetivo era centrarse en los programas para reducir el fracaso y el abandono escolar. 

Ningún portavoz del Ministerio de Educación ha accedido a participar en este reportaje para explicar qué está haciendo este gabinete para promover el uso de las TIC, práctica que, por cierto, aparece como "objetivo general" en su proyecto de cuentas públicas para este año. En 2012, cuando anunció que suprimía el proyecto Escuela 2.0, la número dos de Educación, Montserrat Gomendio, justificó la falta de continuidad del programa en su "escasa eficacia". Dijo que la "masiva compra de ordenadores" se hizo de manera "no coordinada", sin un plan pedagógico claro y unificado, sin formación previa del profesorado, con un "valor educativo cuestionable" y con rendimiento inapreciable, según "estudios" que el ministerio nunca ha difundido. 

Ismail Alí Gago fue una de las cabezas que impulsó el programa Escuela 2.0 a través del Área de Formación en Red de Profesorado del Instituto de Tecnologías Educativas (ITE), organismo dependiente del Ministerio de Educación. De vuelta a su centro y a las clases de Biología en el Instituto Cervantes de Madrid, Alí Gago rebate con su experiencia el argumentario de la número dos de Wert. "Además de la inversión en dispositivos, que es irregular según las autonomías, Escuela 2.0 fue un impulso a la generación de contenidos interactivos que pueden usarse como alternativa al libro de texto tradicional  [pueden consultarse en la web del proyecto Agrega] y a la puesta en marcha de redes de conectividad con banda ancha en las escuelas. En menor medida se invirtió también en formación del profesorado unificando el formato de los cursos en todo el país. Hay cosas que pudimos hacer mejor, pero es innegable que ha habido un cambio. Ya nadie se plantea en la escuela no usar las nuevas tecnologías, aunque sí falta la rutina de uso que se tiene con otros materiales. Hay mucho por hacer como, por ejemplo, apostar por el desarrollo de contenidos con licencias abiertas, pero no estamos como a final de los noventa", señala. 

La asfixia financiera 

Sin embargo, la realidad es que tras dos años de asfixia financiera la sensación más o menos generalizada es que todo quedó un poco a medias. Y que la falta de fondos puede provocar que parte de la inversión acabe quedando en saco roto. Es algo en lo que coinciden la decena de profesionales del sector consultados para la realización de este reportaje. La compra de dispositivos era sólo una de las patas de programa Escuela 2.0 –la más costosa en términos económicos y la que más inversión sostenida necesita–, junto a la digitalización de las aulas y la formación de profesorado.

Ya sean los pioneros tablet PC que se repartieron en Aragón a los alumnos de 5º y 6º de Primaria, los ultraportátiles que se distribuyeron en Galicia o Andalucía o los ordenadores que tuvieron que comprar las familias catalanas –fue la única autonomía en la que el programa se implantó con copago–, son dispositivos que caducan de forma rápida y ni el ministerio ni las autonomías ponen fondos para renovarlos. La reposición de una batería, por ejemplo, puede costar hasta 200 euros. Si no llega, el ordenador se guarda en un armario. Lo cuenta José Ramón Olalla, docente que trabaja en el Centro de Formación del Profesorado de Calatayud (Zaragoza) y que participó activamente en la implantación de Escuela 2.0 en Aragón. "Aunque se intenta reciclar, hacer intercambios... Es cierto que en algunos centros los dispositivos se están quedando obsoletos", señala. 

A su juicio, una de las posibles soluciones a este problema está en cambiar el sistema operativo de los dispositivos y apostar por el software libre, menos pesado y también menos dependiente de los vaivenes presupuestarios. "En aquella época [los primeros tablet PC llegaron a las escuelas aragonesas en 2004] Windows era el único sistema que funcionaba con este tipo de aparatos", señala. José Luis Murillo es maestro de la escuela unitaria de Sahún, un pequeño pueblo del valle de Benasque, en pleno pirineo oscense. Imparte clase a una docena de niños de entre 3 y diez años. No usa libros de texto y es un apasionado de las TIC en la educación y el software libre, recursos que utiliza de forma habitual en sus clases. Y tiene también una visión crítica de cómo se abordó la llegada de las nuevas tecnologías a las aulas aragonesas. 

"La situación actual es la de sálvase quien pueda, la del paisaje después de la batalla. MI conclusión es que la tecnología no produce nada por sí misma, es sólo una herramienta. Mientras no haya cambios metodológicos no cambiará nada", señala. A su juicio, el modo en que se implantó el programas como Escuela 2.0 en Aragón –se repartieron miles de ordenadores de las marcas HP y Toshiba que funcionaban con Windows como sistema operativo– convirtió los centros educativos "en un territorio de las multinacionales y el negocio tecnológico". "Lo que se introdujeron fueron productos. Las empresas convencieron a la Administración y a las familias de que con esos productos los niños iban a ser muy listos cuando lo que hace falta es más motivación más externa", asevera. 

Una visión diferente ofrece Xavier Kirchner, ingeniero industrial e impulsor del programa de digitalización EduCAT1x1 en Cataluña a través de la Fundació Catalana per a la Recerca i la Innovació. "En Cataluña negociamos a cara de perro con Microsoft para que bajara el precio de las licencias. Que el software libre es realmente libre es una quimera, no quiere decir que no le cueste nada a la Administración. Vivimos en un mundo que cambia mientras hablamos, meterse a hacer bandera de cosas que están dentro del mercado de consumo es inútil. No creo que sea malo que estas empresas se ganen la vida con lo que saben hacer siempre que no se hagan ricos a costa de alumnos", señala. 

Kirchner, que ahora intenta implantar en los Emiratos Árabes un proyecto similar al EduCAT1x1, defiende con ahínco las bondades de la implantación catalana del sistema de integración de las TIC. Cataluña fue la única autonomía en la que las familias tuvieron que pagar por los dispositivos. "Fue un acierto que las familias pagaran los ordenadores. Los dispositivos costaban 300 euros, aunque el 80% de las familias tenían una subvención del 50%. Pero duraban al menos cuatro años, así que a la larga era una inversión equivalente o incluso menor a la que suponían los libros de texto. El dinero del ministerio lo usamos para crear buenas redes WIFI en las escuelas que aguantaran toda la densidad de ordenadores. Si esto no se hace bien, las cosas no van. La tecnología nos fue dando lo que necesitábamos en cada momento. Y, como había dinero, se pudo pagar", subraya. 

Víctor Bermejo fue responsable del programa de TIC del Gobierno vasco durante catorce años, responsabilidad que dejó en noviembre de 2013. Como en todas las autonomías, Bermejo constata que en el País Vasco también ha habido un parón –"político, no real", subraya– a los programas de integración de nuevas tecnologías que surgieron incluso antes de Escuela 2.0. "Es una tendencia más leve quizá que en otras comunidades pero sí existe", señala. A su juicio, que toda esta inversión pública no se tire por la borda es, en buena parte, una cuestión de voluntad. "No hace falta más tecnología, hay que usar lo que tenemos. Quizá la mayor tarea pendiente es la de la conectividad. Las conexiones múltiples y los filtros que se ponen para que los alumnos no entren a determinadas páginas o para que la red no la pueda usar cualquiera reducen el ancho de banda y eso ralentiza la forma de trabajar. No obstante, hay que tener en cuenta que lo importante es la metodología, no la tecnología. Ha habido gente que no lo ha hecho bien. La tecnología mal usada es horrorosa", sentencia. 

La implicación del profesorado 

Aunque existe el convencimiento general de que las nuevas tecnologías deben estar presentes en las aulas, sí existe el debate sobre cómo debe hacerse. Y sobre todo, si las estrategias que se han llevado hasta ahora son las más efectivas. La integración de las TIC en el proceso de aprendizaje depende, en último momento, de cada profesor. Que haya medios no garantiza que quienes han de usarlos crean en ellos, sean conscientes de sus beneficios o sepan cómo sacarles el mayor partido.

Este viernes y sábado 30 y 31 de mayo Zaragoza acogió el segundo Encuentro Edutopía, un foro abierto a los docentes y realizado por docentes con el objetivo de fomentar el intercambio de experiencias innovadoras realizadas en el aula de cualquier nivel educativo. Sus asistentes son una minoría dentro del panorama educativo, pero también representan esa parte del sector menos visible en los medios de comunicación. Miriam Leirós es profesora de un colegio público de O Porriño (Pontevedra). Acudió a la capital aragonesa a presentar el proyecto con el que trabaja con sus alumnos de 5º de Primaria. Se trata de PlasticOff, una iniciativa medioambiental que consiste en que los alumnos recogen y clasifican, cada día, los envases plásticos de los alimentos que llevan para comer en el recreo en diferentes cubos. El objetivo es concienciarles sobre el daño ambiental o la necesidad de reciclar a través de una iniciativa que se trabaja de manera transversal en varias asignaturas. 

Leirós critica que la formación del profesorado quede supeditada a la voluntad de cada docente. "La formación se la tiene que buscar cada uno, no hay apoyo institucional para eso. A mí, por ejemplo, no me cuentan la asistencia a este encuentro como horas de formación", lamenta. José Luis Murillo, el maestro de la escuela unitaria de Sahún, también tiene una visión crítica sobre este asunto. "La integración de las nuevas tecnologías se hizo de espaldas al profesorado. A todos los centros se mandó la misma máquina sin tener en cuenta la especificidad de cada uno. El objetivo era cuadrar la estadística", censura. 

La realidad es que la forma en que se encaró la formación del profesorado a calor del programa Escuela 2.0 no fue igual en todas las autonomías. En el País Vasco se hizo en los propios centros, en horario de trabajo y se impartía por un profesor del claustro que había sido formado previamente. Además, era obligatoria "Eso tranquilizó a la gente. Lo hicimos dos meses antes de la llegada de los aparatos. Con todas las deficiencias que puede haber, creo que funcionó", señala Víctor Bermejo, que trabajó en el Gobierno Vasco. José Ramón Olalla defiende que en Aragón también se apostó por la formación. "Al principio dimos cursos muy de ofimática. Luego nos dimos cuenta de que la gente lo que realmente quería saber era cómo utilizar la tecnología para mejorar sus clases, para trabajar la expresión, la escritura o las matemáticas. Ahí se incidió mucho, pero es cierto que quizá nos faltó hacer verdaderos proyectos de integración de los centros", señala. 

Mariano Fernández Enguita, sociólogo de la Universidad Complutense experto en investigación educativa, sostiene que más allá de la infraestructura y la formación –que define como factores "necesarios pero no suficientes"–, lo "decisivo" es el proyecto del centro a la hora de abordar la integración de las TIC. "Hay dos niveles: el del profesor, donde se requiere que este sepa lo que quiere hacer y sepa hacerlo, y el del centro, donde no basta un proyecto etéreo sino que hace falta un proyecto operativo, verificable. En un trabajo de investigación que tengo en curso me estoy encontrando, al comparar países, que la infraestructura y la formación no marcan diferencias, ni siquiera la presencia de un coordinador TIC, pero que sí lo hace el ejercicio de cierto grado de dirección pedagógica por la dirección". 

Por otro lado está lo relativo a la herramienta en sí y su uso. Si el ordenador se utiliza para hacer lo mismo de siempre es como no haber avanzado en nada. "Con la herramienta siempre se puede ganar algo, aunque sólo sea color, movimiento, velocidad y alcance, pero también se puede perder, sobre todo si el docente pasa demasiado rápido de unas herramientas que es capaz de manejar casi a ciegas a otras en las que es un perfecto neófito. Aquí es muy importante contar con un plan, verificar y aprender de y con el entorno, es decir de y con los demás, en el centro, en equipos, en las propias redes", asevera Mariano Fernández Enguita,

El copago como base para el futuro 

Siete autonomías se niegan a adaptar los libros de texto a 'ley Wert'

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Ante la asfixia de la Administración pública, son las editoriales intentan capitalizar el negocio de la digitalización de las aulas. Las empresas de edición de libros de texto, con más de 800 millones de euros de facturación anual, están explorando el filón digital. En 2014 había 107 referencias en el catálogo de libros de texto digitales de la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza (ANELE), que agrupa al 96% de los editores que publican en España libros y materiales destinados a la enseñanza reglada no universitaria. En 2013 se ha pasado a 3.209. Los digitales representan ya una cantidad equivalente al 25% de los editados en papel. La nueva estrategia de las editoriales pasa por ofrecer ellas mismas los dispositivos en paquetes que incluyen también los libros de texto en formato digital. 

Entre tanto, el copago aparece en el horizonte. El ministro de Educación, José Ignacio Wert, ya dejó caer esta semana que no veía mal el copago en la educación obligatoria. La aportación de las familias para el pago de herramientas tecnológicas que ya implantó Cataluña es la vía que ahora exploran las autonomías. Defienden que es la única forma de mantener unos proyectos que requieren fuerte desembolsos económicos. En Aragón, por ejemplo, el próximo curso se pondrá en marcha el programa AnTICípate en una veintena de centros y para el que cada familia tendrá que desembolsar 285 euros en una tableta que incluirá también los contenidos en formato digital. 

La crisis ha precipitado una tendencia clara hacia el cambio de modelo. La pregunta que queda en el aire es si, en un contexto de regresión de las políticas de ayudas complementarias al estudio, será de nuevo la igualdad de oportunidades la que pierda la partida. 

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