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Mujeres y Política

“Puta”, “vieja” y “amargada”: el machismo se ensaña con las mujeres en política

CUP machismo insultos

El listado de insultos machistas dirigidos a las diputadas y militantes de la Candidatura d'Unitat Popular (CUP) es prácticamente interminable. Así quedó evidenciado este miércoles tras el acto de protesta y posterior rueda de prensa convocados por las mujeres del partido para denunciar las vejaciones recibidas en los últimos meses. Agresiones que abundaron no sólo en internet y redes sociales, sino también entre rivales políticos y medios de comunicación.

Pero el fenómeno viene de lejos y su manifestación acostumbra a adoptar múltiples caras. Las mujeres que han participado de forma activa en política han sido tradicionalmente juzgadas de forma muy distinta que sus compañeros varones. Su talla de pantalones, su sexualidad o su físico han sido algunos de los aspectos predilectos por aquellos que prefieren obviar las ideas y los discursos que definen la actividad política de estas mujeres.

Así lo han constatado las integrantes de la CUP, quienes han visto cómo la complejidad del escenario político catalán ha servido de pretexto para cargar contra ellas. Hace tan sólo unos meses saltaba la polémica a través de Twitter, de la mano del exvicepresidente del Barça Alfons Godall, quien abrió el debate a través de un comentario en el que criticaba el aspecto físico de las activistas catalanas: “Ya sé que recibiré leña, pero ¿para ser una activista de la CUP hace falta ser e ir necesariamente fea de cojones?”.

Los comentarios, lejos de quedarse en anécdota, dieron pie a toda una serie de mensajes machistas que de forma sistemática recayeron sobre los rostros femeninos de la CUP.

Los insultos no se quedaron en las redes sociales, sino que también columnistas y tertulianos aprovecharon el filón para emprender juicios marcadamente machistas. El periodista Antonio Burgos publicó una columna en el diario ABC en la que se preguntaba: “¿Por qué las tiorras separatistas, ora vascongadas, ora catalanas, ora de Bildu, ora de la CUP, han de ser tan feas?”.

La presencia incómoda de las mujeres

“Vivimos en una sociedad patriarcal”, explica la especialista en Género y Comunicación Pilar López Díez. “Esos insultos salen de la boca de quienes no quieren cambio, quienes no quieren abrir un camino que permitirá que en cinco o diez años no se vuelva a llamar puta o traidora a ninguna mujer”, agrega.  

La oleada de renovación política que ha surgido en el país a lo largo de los dos últimos años ha derivado en un aumento de mujeres en primera línea, hecho que incomoda a ciertos sectores de la población. “Todo lo que implique un cambio cualitativo que suponga mejoras para las mujeres", continúa López Díez, "significa que el machismo no puede soportarlo”. Una de las primeras muestras de intolerancia fue el sonado “gordita” que el periodista Alfonso Rojo espetó a Ada Colau en abril de 2014, y que repitió más tarde con Beatriz Talegón.

También Manuela Carmena ha soportado comentarios machistas en los medios de comunicación. El pasado mes de agosto el tertuliano tinerfeño Pepe López no dudó en calificar a la alcaldesa de "vieja ridícula" durante la emisión en directo de un programa local. Las críticas a la edil se repitieron una vez más durante el desfile del 12 de octubre. Bajo el titular "Las políticas, de la sencillez a la mediocridad hay un paso", el diario ABC criticaba que Manuela Carmena acudiera al acto "vestida como una funcionaria de correos de los años 40".

La frecuencia de este tipo de insultos a mujeres demuestra que el machismo no entiende de colores políticos. En diciembre, el secretario general del PP en Galapagar arremetió en Twitter contra la portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid, Begoña Villacís, al comentar que "se ha comido toda una fábrica de bollos y se está poniendo fondona". La respuesta en la red social fue tal que el hastag #YoTambiénEstoyFondona se convirtió en trending topic, en señal del apoyo masivo hacia la política madrileña.

La líder de la formación naranja en Cataluña, Inés Arrimadas, se unía a las protestas de la CUP cuando el pasado 12 de enero denunció unos comentarios en El Periódico de Catalunya que hacían referencia a su atuendo y al de la diputada Anna Gabriel.

Esta forma de desacreditar a las mujeres se manifiesta no sólo en insultos directos, sino que también se encuentra arraigada en los juicios de valor, los piropos, la sobreprotección o simplemente en comentarios que se refieren a aspectos que poco tienen que ver con las ideas políticas de sus protagonistas. La investigadora en el Instituto de Estudios de Género María Eugenia R. Palop considera que el fenómeno "responde a una cultura patriarcal muy generalizada que se da en partidos políticos y medios de comunicación, y que tiene un relativo éxito social". "Existe cierta complicidad con estos seres que todavía hablan en blanco y negro", lamenta, "su eco aún tiene una cierta recepción".

“La mutación de un fenómeno que ya existía”

Aunque las alarmas han saltado ahora ante la cantidad de vejaciones machistas, conviene preguntarse si se trata de algo nuevo, o por el contrario responde a un hecho de largo recorrido. La directora de la Fundación Mujeres, Marisa Soleto, explica que “nos parece novedoso porque hasta ahora no ha habido tan alto número de mujeres en política” en nuestro país. “No podemos evaluarlo como algo nuevo, sino como la mutación de un fenómeno que ya existía y que adquiere nuevas formas de manifestarse”, continúa.

Coincide con ella López Díez, quien señala que en la actualidad “somos el 40% de los asientos en el Congreso, y eso molesta porque hay un 40% de hombres que se han quedado fuera”. La experta recuerda la campaña mediática que en 2008 realizaron diversos medios de comunicación estadounidenses contra la candidata Hillary Clinton: “Hasta a la esposa de un expresidente se la ha llamado zorra y puta, esto no es nuevo”.

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Sin embargo, y atendiendo a la situación actual, ambas expertas coinciden en un aspecto diferencial: las diputadas y militantes de la CUP han roto con la estética impuesta tradicionalmente a las mujeres. “En este caso concreto nos encontramos con cierta oleada de clasismo que afecta a una serie de personas que han irrumpido en la política y no responden al patrón establecido”, argumenta Soleto.

“Ellas son rompedoras, han dado una vuelta de tuerca”, explica López Díez, quien añade que “si actúas de una forma que rompa con los esquemas tradicionales, vas a estar estigmatizada”.

La experta remata aplaudiendo el acto político que este miércoles emprendieron las diputadas y militantes de la CUP. Señala la necesidad de “quejarse de forma organizada” para “abrir camino a todas las formas de ser y estar como persona”. Porque, concluye, “en el Parlamento hay que sentarse con ideas, y no sólo con faldas”.

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